Más allá del atraco del banco

El cine es todo un reflejo de la complejidad y dualidad del mundo financiero. A menudo con esa visión crítica y reflexiva sobre los problemas del capitalismo financiero más agresivo. Algo frecuente del arquetípico ‘yuppie’ de comportamientos menos deseables y poco éticos.

La llamada Gran Pantalla siempre intenta retratar diversidad de escenarios y situaciones sobre la relación entre la sociedad y las instituciones financieras. Y en muchas ocasiones centrado en los atracos a/de los bancos.

Desde siempre ha habido «robos del siglo» por la cuantía del botín, atracos perfectos planificados al detalle, asaltos a las diligencias en películas del oeste (‘western‘). Comedias, dramas, intrigas o el género que sea. El cine tiene de todo: en trenes de Glasgow y los de Pelham, excavación de túneles, cámaras de seguridad de alta tecnología vulneradas, extensos y generosos tiroteos como en Heat, rehenes y víctimas colaterales. No hay aburrimiento que valga, ni faltarán miles de títulos para profundizar en esta temática.

Particularmente seductoras son algunas propuestas como Caos o Plan oculto por la inteligencia y la minuciosidad de los planes para escapar con el botín de manera astuta. Planificación, organización y método. George Clooney en la saga Ocean’s  es otro ejemplo muy gráfico de esta habilidad necesaria para dar el golpe. O la divertida El robo del siglo del fantástico dúo argentino Francella y Peretti.

Además de la descarga de adrenalina de los protagonistas y lo suculento del pillaje, es realmente interesante ahondar en el dilema ético y en las motivaciones de muchos de ellos para perpetrar semejantes actos delictivos. Sin dejar de lado cierta romantización en la figura del amable o noble atracador de muchas cintas.

Generalmente, la narrativa que rodea a los bancos se identifica con la codicia y los excesos cometidos, siendo culpables de no pocas graves crisis económicas. De ahí que surja la necesidad de crear tantos héroes y antihéroes que desafían estos sistemas. Por ello, la sabiduría popular es benevolente con el que roba a un ladrón. Sólo salir victorioso frente a Hacienda o un Casino puede ser más satisfactorio que apoderarse del botín de una cámara acorazada.

 

El atractivo de estos relatos se encuentra en el supuesto deseo colectivo de desbancar a aquellos que parecen intocables. Sin embargo, la realidad detrás de las cajas fuertes podría no ser tan lucrativa como la ficción nos hace creer. Hay que pensar en la gran mentira tras la reserva fraccionaria y esa naturaleza ilusoria del dinero fiduciario (FIAT).

En todas estas historias, la moralidad y legalidad se vuelven difusas, llevando a muchos a cuestionar los límites éticos en la búsqueda de ganancias rápidas. Las crisis financieras han desprestigiado notablemente a las entidades bancarias, con una percepción negativa muy palpable en películas como Margin Call o La Gran Apuesta. En las que en lugar de observar duras consecuencias legales, asombra la magnitud de los rescates financieros y las bonificaciones con las que se premian a sus ejecutivos.

No sólo a nivel macro, en la microeconomía, «tu amigo del banco» puede hacerte un quebranto serio con las prácticas discutibles de Luis Tosar en El Desconocido o José Coronado en La Vida de Nadie. Bien es cierto que las carencias de educación financiera del ciudadano promedio facilitan mucho esa labor de rapiña.

No obstante, el cine también explora otras situaciones más idealistas con figuras del estilo ‘Robin Hood bancario’, donde se busca aplicar una especie de justicia poética a los bancos por sus altas comisiones y abusos financieros. Hemos observado a los tres jubilados sin blanca de Un golpe con estilo. También en Comanchería se ilustra la búsqueda de una solución rápida para problemas económicos domésticos de dos hermanos que quieren preservar el patrimonio familiar amenazado.

 

Además, se han presentado casos reales que desafían el statu quo, como El Banco de Dave, donde se busca financiar causas sociales y ayudar a aquellos con dificultades de acceso al capital financiero. Sufriendo todo tipo de trabas administrativas y legales, las barreras de entrada ejercidas por el poderoso oligopolio bancario y bicentenario del Reino Unido.

En esta especie de Bienvenidos al norte de un londinense que va a Burnley y acaba por enamorarse de la ciudad y su gente, Rory Kinnear (Years and Years) tiene un proyecto solidario dado su espíritu crítico con la crisis, el rescate bancario y el funcionamiento de la banca tradicional.

Un curioso caso real. Si una caja de ahorros puede ser gestionada por políticos y enchufados sin nociones ni de cómo dirigir una cometa, ¿por qué motivo nadie, encima bienintencionado, podría poner en marcha un proyecto así con el que ayudar a otros y promover el comercio local?

 

Otro caso real es la historia de El Banquero, que muestra la lucha de un individuo ambicioso y talentoso con la matemática financiera (Anthony Mackie), enfrentándose a la discriminación racial de mediados de siglo XX en Texas. Junto con Samuel L.Jackson desafían los estereotipos de los afroamericanos y a los ‘KuKlux-Bank’ de la época. Poniendo de manifiesto cómo el acceso al capital puede cambiar vidas y comunidades enteras.

Inventiva no les faltó al desarrollar todo un juego de rol con el que sortear el segregacionismo de la época. «Ganar dinero en el modo en el que los (hombres) blancos lo hacen», tal cual hizo Whopi Goldberg en Cómo triunfar en Wall Street.

 

Estas historias evidencian la necesidad de una evolución en la ética de las instituciones financieras. Algo genuino que trascienda la cosmética de la RSC, la banca ética de postín o el lavado de cara marquetiniano del sector que mostraba la temporada 2 de Bad Banks. Por ese motivo, la faceta oscura de las altas esferas está tan sobrerrepresentada en el cine y no resulta para nada exagerada. Lo corroboramos con la generosa y entretenida síntesis de la historia económica y financiera de otra buena serie como Devils.

De cualquier modo, el mundo financiero y sus bancos por muy indeseables, avaros o usureros que puedan parecer, son absolutamente necesarios para que fluya el crédito, la inversión y el crecimiento económico. No únicamente para adquirir esos artilugios tecnológicos tan necesarios en nuestras vidas, o esos coches imprescindibles de último modelo. «Esas soluciones versátiles para la vida moderna» que rechazaba Tyler Burden (Brad Pitt) en El club de la lucha. Así que más vale no quejarse demasiado al empeñarse hasta las cejas y acabar topando con asesores bancarios como Shylock (Al Pacino) en El mercader de Venecia, porque vendrán a cobrarse su libra de carne…

Es verdad que toda la desazón se acrecienta en el momento en el que se recibe notificación de la actualización de EURIBOR en la hipoteca o el resumen de comisiones y cargos múltiples por los servicios prestados, o peor aún: incremento poco justificado de las tarifas… Dan ganas de dejarlo todo como el utopista protagónico de Hacia rutas salvajes… O peor, organizar un buen atraco.

Pero por muy ‘hippie’, surfero y vitalista soñador que pueda sentirse uno en algún momento, la realidad te pone de vuelta al sitio. El mensaje espiritual de ir contra el sistema que aniquila el alma, sólo funciona durante un rato. Que se lo digan a Keanu Reeves en Le llamaban Bodhi. Recuerda que hasta un Patrick Swayze adicto a la adrenalina necesitaba financiarse de una manera u otra sus temporadas estivales de surf de 4 meses al año…