Netflix no va a dejar el mundo del marketing atrás

Desde la plataforma Netflix ya han demostrado en múltiples ocasiones que son capaces de producir contenido de alta calidad, equiparable al de las grandes productoras tradicionales. No tratan sólo de rellenar contenido para dar amplitud y profundidad a su catálogo. Por cierto, cada vez más alejándose del módico precio con el que irrumpió años atrás, tornándose en el videoclub online con más suscriptores.

Lógicamente no les mueve el amor al arte. Como en cualquier empresa de éxito y más del entorno tecnológico, la estrategia de marketing es clave. Hay una gran batalla económica en el panorama de las plataformas de contenidos audiovisuales. El ‘streaming’ es de una competencia feroz, que por otro lado repercute positivamente en la libertad de elección del espectador por la autoexigencia que implica para estas compañías. Viva la libre competencia. El que quiera canales estatales públicos a la vieja usanza, que sintonice La1 a ver qué tal pasa el fin de semana.

La diferenciación se hace justa y necesaria ante competidores de tamaña envergadura. Por ejemplo, HBO Max y AppleTV+ tienen series excepcionales y que han sido tendencia. Un factor de atracción comercial esencial para captar abonados. Otras como Filmin explota un nicho con una oferta de series y películas europeas de mucho nivel. En Amazon Prime o Disney+ cuentan con títulos de sobra para competir. Y aún así siguen habiendo otras opciones… Afortunadamente son muchos los lugares donde acudir desde esta sección filmeconómica para nutrir de múltiples temáticas el serial deSeries que son un buen negocio y otros artículos.

En este entorno ultracompetitivo, Netflix además de entretenimiento y de marcar tendencias, ha decidido difundir una línea de pensamiento particular. Algo que genera no pocas controversias y suspicacias. De cualquier forma, la idea es retener al usuario proporcionando además de variada y extensa oferta, algunas producciones excelentes. Las superproducciones que emanan de Netflix son una declaración de intenciones, un desafío a los gigantes tradicionalmente dominadores de la industria cinematográfica.

Series como Narcos o El juego del calamar han sido títulos que han marcado la pauta del mercado. Vivimos en la era de la inmediatez y hay que ser tendencia continuamente. Juego de Tronos ubicó a HBO Max como operador destacado, así que nadie puede dormirse en los laureles. Por suerte, ello fuerza a buscar no sólo exitazos palomiteros sino a ofrecer al público joyas cinematográficas originales con las que seducir y evitar la infidelidad de los suscriptores.

De la mano de la ‘N roja’ nos han llegado no pocas reseñables: Okja, Beast of No Nations, Diamantes en bruto, The King, Roma, Hogar, The Laundromat: dinero sucio, Velvet Buzzsaw, Los dos papas, El irlandés, El juicio de los 7 de Chicago, Historia de un matrimonio, Fragmentos de una mujer, Fue la mano de Dios, Garra, Puñales por la espalda: Glass Onion, …

Lona publicitaria disruptiva de una campaña de Netflix

Así que podemos permanecer expectantes degustando unas buenas palomitas ante grandes fusiones y adquisiciones, y movimientos estratégicos de todo tipo. Eso sí, ya desde la comodidad del sofá de casa. Este es un juego cada vez más competitivo, una carrera desenfrenada por conquistar la atención del público. El gran beneficiado siempre es el consumidor. Menús diversos con catálogos muy completos de las grandes productoras de siempre, de las nuevas, y repleto de estrenos. El summum del cinéfilo.

No obstante, todo este devenir de cambios no está exento de contratiempos. En ocasiones, observamos además de estos adelantos muchos otros retrocesos incomprensibles. El encarecimiento progresivo del servicio contrasta con la abundancia de competidores y la calidad del contenido. Sin olvidarnos de las improcedentes tácticas, de muy vieja escuela, de recurrir al modelo convencional de publicidad o la dosificación con emisiones semanales de episodios. Praxis que parecían obsoletas, reservadas a la desfasada televisión. Y que fue detonante para el auge y éxito del ‘streaming’.

Sea como fuere, hemos vivido en los últimos años la fiebre por la necesidad de generar ‘hype‘ (el marketing exagerado, el bombo publicitario) y el ‘fomo‘ o ansiedad por perderse o no haber visualizado todavía el estreno que es absoluta tendencia. Fascinante y terrorífico a la vez. «¿Cómo no has visto aún la serie tal o la película cual?». Las impactantes lonas de publicidad exterior o mobiliario urbano ayudan a reforzar esta idea en cada campaña. La estrategia de Netflix no se limita únicamente al contenido, sino a la promoción continua. Es provocativa y llama la atención, si puede ser generando mucha polémica. Son ya célebres sus campañas más disruptivas.

Otra de las grandes jugadas, está siendo el lanzamiento estratégico de películas aprovechando fechas clave, como la Navidad. El lanzamiento estacional de Netflix se está convirtiendo en evento por excelencia. Las navidades es un tiempo para disfrutar del contenido al calor de la chimenea, y momento clave para tomar decisiones y planificar el futuro. Los gastos y los planes para el año próximo. ¿Cómo abandonar una plataforma que «constantemente» ofrece producciones de tan alta calidad? Es el producto perfecto en el momento preciso. Recordatorio de lo que te puedes perder: es un toma ‘hype‘ para que no pierdas la sensación de ‘fomo‘.

Hay dos películas en particular que de manera reciente han conseguido ese objetivo de la repercusión mediática y del buen rédito marquetiniano. Y no sólo eso, han conseguido hacer un particular retrato de la realidad social y política. Siempre bajo un planteamiento crítico y satírico que no puede dejar indiferente a nadie. Con afinidades y detractores a partes iguales.

La primera de ellas es No mires arriba (Don’t look up). Como para no recordarla, estrenada en 2021 en plena vorágine pandémica. Es un descarnado reflejo de una sociedad envuelta en su propia trivialidad. La excesiva burocracia y la frivolidad con la que se abordan los temas de importancia. Una desconexión entre lo esencial y lo que ocupa los titulares. Una visión muy cínica de los políticos, más preocupados por el rédito electoral que por las verdaderas crisis. Donde lo relevante queda eclipsado por lo superficial.

 

La película ahonda en la banalización de la actualidad y la manipulación mediática. Los escándalos políticos y sexuales acaparan la atención, mientras se ignora la verdad incómoda y se subestiman problemas que deberían ser prioritarios. La adicción a las redes sociales y la propagación de teorías conspirativas conforman un cóctel peligroso que desvía la atención de lo verdaderamente importante.

En medio de esta sátira, surge la figura de Jennifer Lawrence, una mujer sin filtros que desafía la frivolidad de la presidente Meryl Streep y su hijo/asesor Jonah Hill. La ironía sofisticada y aguda es una buena forma de confrontar la realidad con inteligencia. Por cierto, una Meryl Streep claramente entregada a la causa del cambio climático.

En definitiva, no es sino un llamada a la reflexión sobre la polarización ideológica, la censura y la manipulación deliberada de la información. A través de un soliloquio en la película, Leonardo DiCaprio quiere recalcar que ese fin del mundo no es ninguna patraña, pese a la distracción, la superficialidad y el negacionismo.

En esta campaña de 2023, parecen haber dado de lleno otra vez con Dejar el mundo atrás. Nuevamente es una propuesta con la que sumergirse en un análisis despiadado de la sociedad actual: embelesada por la tecnología y un estilo de vida distante. Partiendo de la hiperconectividad de una familia de vacaciones, con cada uno de sus miembros reflejando su personalidad de forma aislada. La comprensión y pasividad del padre, hasta el cinismo y la asocialidad de Julia Roberts. Incluso pasando por una excesiva afición a las series o la hiperprotección en los hijos.

 

La trama se desarrolla entre la incertidumbre y la contradicción respecto al origen de los ciberataques que causan unos apagones generalizados, insinuando responsabilidades difusas entre diferentes enemigos geopolíticos. El imperialismo estadounidense tras décadas de dominio aplastante, sumido en el caos y la autodestrucción del país, arma estrella ‘made in USA’. ¿Han sido coreanos, chinos, rusos, japoneses, musulmanes, o el propio karma?

Desde los tecnófilos hasta los supervivencialistas, evidencian el egoísmo exacerbado en situaciones de crisis. Algo observado en propuestas como El colapso o las animadversiones de La purga. De la que se rememora alguna escena como la de Ethan Hawke frente al anuncio de alerta de emergencia nacional televisivo. Un caos para el que no se descarta la idea de un arquitecto social maquiavélico tras los sucesos. Aunque de la misma manera nos invita a no considerar a nuestros líderes tan inteligentes…

Es claramente otro aliciente para la polémica y controversia que «el encantado de conocerse a si mismos» matrimonio Obama se halle entre los productores ejecutivos. De forma irónica y paradójica ha alimentado las suspicacias del negacionismo y conspiracionismo de todo tipo. Hay algunos buenos diálogos sobre economía, y es interesante la interacción entre dos familias desconocidas que coinciden mediante el AirBNB. Una buena guía de cómo (no) actuar en un mundo turbulento en el que unos Tesla autónomos te pueden arrollar en cualquier momento.

Otra brillante propuesta más. Ya sea bajo formato de cometa destructor o misterio sobre ese capítulo final de Friends al ritmo de «I’ll be there for you», se pretende transmitir cierta (des)esperanza de la sociedad actual. De cualquier forma o interpretación, es más que evidente que es una estupenda estratagema para retener clientes y arrebatar suscriptores a otras plataformas. Hay que surfear de alguna manera el maremoto de lavado rosa de Mattel, Warner Bros y HBO Max con la gran apuesta de este año: Barbie.

Así que una cosa está bien clara y definida: por mucho que (no) mires arriba, Netflix no va a dejar el mundo del marketing atrás