Una película portuguesa se estrena en salas españolas y eso es un noticia por inusual. Miguel Gomes es ya un nombre reconocido dentro de los círculos cinéfilos de España, sobre todo desde que en 2015 ganó el Giraldillo de Plata en el Festival de Sevilla por Las mil y una noche (2015). Conforme ha ido avanzando en su interesante filmografía, se ha situado cerca de figuras tan relevantes de la cinematografía lusa como Pedro Costa o Manoel de Oliveira por su particular mirada crítica y sarcástica.
Ahora estrena en algunas salas Diarios de Otsoga, en la que comparte dirección con Maureen Fazendeiro, su actual pareja. En esta se atreven a cambiar el orden clásico cinematográfico para reflejar un difícil rodaje en unos tiempos sumamente confusos, como son los que hemos vivido los últimos años por la pandemia de covid-19.
Viendo la película lo que más sorprende es su estructura, que va desde el último día de rodaje al primero. ¿Cómo surgió esa idea?
Bueno, las ideas surgen de una manera y después cambian con el tiempo. La primera vez que se nos vino esta idea fue por el tema del Covid, porque teníamos ganas de poner un beso en la película y queríamos hacer un diario. Además, como lo grabamos durante los meses después del duro confinamiento de 2020, pensamos que al hacerlo al final del rodaje habría menos probabilidad de contagio.
También tiene que ver con nuestra idea de que la percepción del tiempo había cambiado un poco con el confinamiento y durante toda esta pandemia. Por lo tanto, queríamos intentar alternar el tiempo de alguna manera. Un cambio en la percepción de este, pero de una manera muy simple. No queríamos mezclar todo y hacer algo muy barroco. Queríamos solamente invertir la naturaleza del tiempo.
¿Hubo cierta improvisación o estaba todo planificado en el guion?
Pues las dos cosas al mismo tiempo, porque queríamos hacer un diario precisamente para poder agregar lo que pasaba en nuestras vidas. Esta película es muy cercana a lo que era nuestro día a día en el rodaje. Estábamos los directores, la guionista, los tres actores, los perritos y los técnicos todos juntos, viviendo en esta casa durante un mes y trabajando para hacer una película. Nuestras habitaciones durante ese agosto eran también los escenarios, por lo que también nosotros vivíamos dentro de la cinta.
Aun así, teníamos que controlar la película, porque no puedes simplemente filmar sin un criterio. Estábamos abiertos para lo que pasaba. Sin embargo, al final de cada día de rodaje, nos reuníamos con la guionista Mariana y hablábamos de lo que podríamos hacer al día siguiente y cómo. Descartábamos algunas ideas, proponíamos otras.
Dos semanas antes de comenzar el rodaje dijimos que la película iba a estar conectada por dos escenas de baile, una al principio y otra al final. También pensamos que en algún momento íbamos a cambiar la percepción sobre los personajes. Lo demás lo fuimos creando en la casa.
Esta película se vio en el Festival de Sevilla y en el Festival de Cannes en 2021. Ahora se estrena en junio de 2022 en España, donde, como en toda Europa, las restricciones por el Covid han disminuido al mínimo. ¿Cómo crees que se verá en este momento?
Sí es verdad que es una película que aprovechó el contexto de la pandemia. Digamos que fue el motor de esta. Queríamos hacer un retrato de ese tiempo y como se vivió esos primeros meses de pandemia con la cuestión del confinamiento.
Pero al final yo creo que no es tanto una película sobre la pandemia, sino es una película de reacción a la esta y al confinamiento. Mientras estábamos filmando, descubrimos que trataba sobre el volver a estar juntos, la idea de comunidad, una comunidad de gente del cine.
De hecho, el propio rodaje fue un rencuentro feliz, sin las duras restricciones del momento. Como nos habíamos hecho test y nadie entraba en la casa, rodábamos sin mascarillas e, incluso, nos tomábamos copas al finalizar el día de trabajo. Estábamos como aislados de lo que estaba pasando fuera de la casa.
Que se estrene en España una película portuguesa es bastante raro. Sin embargo, en Portugal sí se exhiben en salas producciones españolas. ¿Cómo explicas esto?
Yo creo que somos distintos en cuanto al modelo de producción por una razón económica. Portugal es muy pequeña y es difícil tener películas rentables. No es fácil la distribución en el mercado brasileño, ya que, aunque hablamos ambos en portugués, ellos necesitan subtítulos para entendernos. Tampoco en los demás países que hablan el idioma, como Angola o Mozambique, porque son muy pobres y no suelen ir mucho al cine.
Entonces, con un mercado interno tan pequeño, no hay una gran perspectiva de ganar mucho dinero y lo que se hace es apostar por miradas más personales, con mayor libertad creativa. Así han surgido directores que han resultado muy influyentes para mí como Manoel de Oliveira, João César Monteiro o Pedro Costa. De todos modos, se pueden hacer grandes mierdas. La libertad no quiere decir que se van a hacer grandes películas.
Como en España, en Portugal se hacen comedias populares para el mercado interno. Sin embargo, estas no son exportables, por lo que a España tan solo llegan las pocas películas portuguesas con miradas íntimas.