Por si el título de esta miniserie no fuera lo suficientemente descriptivo y premonitorio: Herrhausen, el banquero y la bomba, el protagonista principal se descubre en su primera aparición con una afirmación contundente: «condonemos la deuda externa a los países pobres».
Es sin duda un interesante drama histórico (“narrado con el máximo rigor histórico posible”) sobre la figura del economista y banquero alemán que se movió entre las altas esferas políticas (Helmut Kohl, Kissinger y Gorbachov) para llevar a cabo un ambicioso y arriesgado plan particular.
El economista Herrhausen, uno de los directores del Deutsche Bank, fue visto como un enemigo del sistema. En un entorno histórico de finales de los años ochenta, con una Alemania todavía dividida por el Muro de Berlín. En ese experimento de la polarización tan del gusto de los radicales, un acumulado del periodo de entreguerras mundiales y la Guerra Fría.
Este banquero asumió el liderazgo de procesos sociales y políticos determinantes, trascendiendo las propias atribuciones de su cargo y sin que nadie le facultara para ello. Todos los recelos suscitados, le saldrían bien caros. Un alto ejecutivo visto como alguien con grandes ínfulas, y sobre todo contrario a los intereses de las partes involucradas en el conflicto de bloques polarizados. Convirtiéndose así en el objetivo principal de todo tipo de enemigos. Básicamente, el protagonista de otra crónica de una muerte anunciada. Bien sabido por todos que un atentado contra su persona era cuestión de tiempo por el contexto de la época.
Aunque resultó polémica su visión acerca de la problemática de la deuda externa entre el gran capital (FMI, Banco Mundial y estadounidenses), no fue su única contribución controvertida y contraria al pensamiento occidental. Su punto de vista provenía de la connotación histórica de la deuda de guerra y la condonación de la que se benefició Alemania tras las grandes guerras. Para él, México y otros países deberían contar con un proceso similar. Una gran quita ayudaría a los países deudores a continuar su progreso, porque ya se sabe el efecto pernicioso de la deuda externa. Los intereses de la deuda no paran de crecer, una gran trampa por la que se acaba pagando en intereses varias veces más de lo que supondría devolver el capital prestado, que por otro lado, jamás se podrá devolver. Como una megahipoteca para cualquier mortal. Es un círculo vicioso para todos, un deudor eternamente insolvente. Una ruina para todos a largo plazo.

Pero la geopolítica y los intereses del gran capital están por encima de las ideas o de lo que es razonable. Ya sabemos cuál es la doctrina oficial, ya sea del G7, G20, la Unión Europea o lo que sea esa ‘comunidad internacional’. Mucha democracia liberal, mucho foro de discusión, pero si el resultado no es el previsto, se cambia todo por las buenas o por las malas.
En realidad, Herrhausen no era un cándido benefactor del tercer mundo, como buen alemán simplemente aplicaba pragmatismo a sus ideas, más bien pura lógica comercial y de negocio. Si los estadounidenses continuaban atrapados por esa crisis de deuda, arrastraría al propio Deutsche Bank y la economía teutona. Intuyó un desplome bursátil de los grandes bancos mundiales que sería mucho peor que una condonación de deuda. Así sucedió con el lunes negro del ‘crash’ de 1987, esa debacle de los bancos estadounidenses.
En la serie se presenta la figura de Herrhausen como innovador en la época, además de librepensador. Promoviendo la digitalización del banco, otro de sus aciertos. Al emplear las ventajas de la comunicación y la toma de decisiones informatizadas, adelantándose a otras entidades de banca inversión. Una nueva estrategia para convertir al banco en líder mundial del sector. Centralizando además todas las unidades de negocio, enfrentándose contra toda la junta directiva aferrada a su poder regional y con recelos hacia el poder incipiente de este banquero.

Sin embargo, la clave de todos sus problemas y el detonante de su fatídico desenlace se debió a su papel en la Perestroika, la reestructuración post soviética. Asumiendo esa autoridad de líder político-social, que enfatiza la serie. Sin perder nunca de vista los logros económicos y comerciales implícitos para su Deutsche Bank y su país. El movimiento geoestratégico de Herrhausen era el de ayudar al Kremlin con préstamos para facilitar la reconversión a economía de mercado. Derrocando el tristemente célebre Telón de Acero, antesala de la reunificación de las dos Alemanias. Entendida como esencial para el crecimiento de la economía alemana, tal y como la hemos conocido en las últimas décadas. Y germinando en el plan acelerado para la formación de la Unión Europea.
Todo ello le granjeó enfervorecidos enemigos. Visto como un peligroso izquierdista radical por el bloque occidental liderado por la CIA estadounidense. Y también por el bloque soviético anti Gorbachov. Por supuesto, blanco ideal para las bandas terroristas de la izquierda más radical y anticapitalista, obcecadas en el FMI y el Banco Mundial, y el mundo financiero y político. Los servicios secretos alemanes ya habían advertido al señor Herrhausen del riesgo de un atentado por sus controvertidas exposiciones mediáticas. Por posicionarse en aguas turbulentas, entre el capitalismo financiero pro estadounidense y su predisposición a financiar al enemigo soviético salvándole de la bancarrota.
En definitiva, y más allá del trágico desenlace para el protagonista, es una miniserie con perspectiva histórica contemporánea sobre una figura notable como la de Alfred Herrhausen. Un innovador del sistema financiero y sobre todo un personaje con visión de estadista, por encima de la política tradicional cortoplacista e intereses muy concretos. Una buena propuesta para profundizar en aspectos no tan de dominio público, y de personalidades a tener en cuenta como ocurría con el caso del sueco Hammarskjöld.