Las estafas financieras en el cine son más que recurrentes. La creación de un gran engaño basado en la buena fe de los inversores y en las ansias de grandes rentabilidades económicas. Pero sobre todo en la conducta voraz de los estafadores, con un perfil psicológico muy particular.
El caso paradigmático de la estafa financiera lo protagonizó el asesor financiero Bernard Madoff en 2008. Una estafa que sólo pudo ser descubierta tras estallar la crisis de la burbuja inmobiliaria que originaron las hipotecas ‘subprime‘. Se trata de la mayor estafa financiera conocida, al dejar un inmenso agujero de alrededor de 65 mil millones de dólares y miles de inversores sin ahorros.
Todo ello se recrea a la perfección en la película El maestro de las mentiras (The wizard of lies) (Barry Levinson, 2017), con Robert De Niro interpretando a Bernie Madoff, y Michelle Pfeiffer a la mujer de éste.
Este megalómano orquestó una gran estafa piramidal siguiendo el esquema Ponzi, basado en ofrecer grandes rentabilidades a sus clientes utilizando las aportaciones y fondos de los nuevos clientes que iba captando, y así sucesivamente.
Todo ello gracias a la popularidad de Madoff en Wall Street, que durante décadas asesoró a personalidades sociales y grandes fortunas. Estos le servían para atraer a otros nuevos inversores por el efecto llamada o rebaño seducidos por el éxito de aquellos, con los que se conseguía mantener ese circuito de entradas y salidas de fondos sin destapar el enorme castillo de naipes que había creado. Fue finalmente la crisis de 2008 la que cortó el flujo de fondos en un giro imprevisto del guión que ni el propio Madoff podía esperar…
Elizabeth Holmes protagonizó una situación similar con la que engañó también a sus inversores, a las instituciones e incluso a sus propios empleados. El escándalo de su empresa Theranos estalló recientemente cuando se descubrió la enorme estafa que cometió al haber prometido al mercado un innovador método para realizar análisis clínicos y diagnósticos. Una promesa de disrupción del mercado por ser los más completos y económicos, con apenas una toma dactilar y una máquina del tamaño de una impresora con funciones de «mini laboratorio». De ocurrir hoy, hubiera perpetrado una mucho mayor todavía con análisis PCR o a saber qué…
Una revolución del mercado, como muestra de la burbuja de las ‘startups‘. Si en el pasado vimos cómo empresas del entorno de Internet a principios de los 2000 generaron enormes expectativas de beneficios por sus proyectos tecnológicos innovadores y revolucionarios, en la últimas décadas es el turno de estas nuevas empresas tecnológicas llamadas ‘tech startups‘. Éstas prometen todo tipo de soluciones de I+D+i en el campo de las aplicaciones tecnológicas como la robótica, la biomedicina, TICs, energía… Las criptomonedas o criptoactivos pueden ser el objeto de la próxima gran estafa, en forma de bitcoin o sucedáneo.
Es la propia Elizabeth Holmes la que protagoniza la película documental que aborda aquel increíble engaño: The inventor: out of blood in Silicon Valley (Alex Gibney, 2019). Con apenas 19 años emprendió este multimillonario proyecto apoyado por importantes personalidades, idéntico al caso Madoff. La enorme credibilidad, innata en estos personajes, y la capacidad de mentir y autoconvencerse facilitó que todos creyeran en estos proyectos empresariales.
En España tuvimos algunos episodios célebremente tristes como el de Gescartera o el de Forum Filatélico. Pero destacan principalmente los enormes escándalos del caso Banesto de Mario Conde y la corporación Nueva Rumasa de la familia Ruíz-Mateos. Por el momento ninguna de estas grandes estafas financieras ha sido llevada a la gran pantalla.
Todos estos chiringuitos financieros, grandes corporaciones o bancos tenían algo en común con Madoff, una estrategia para obtener fondos basado en falsas promesas de rentabilidad y ganancias superiores a la media. Y por supuesto un personaje embaucador que lo promovía hábilmente.
Lo más similar podríamos encontrarlo en la película española que protagoniza Luis Tosar de El desconocido (Daniel de la Torre, 2015). En ella es un empleado bancario partícipe de un engaño a los clientes a través de productos financieros tóxicos con estrategias comerciales de dudosa ética. Algo parecido al asunto de las preferentes.
Este tipo de situaciones suponen un gran riesgo para la confianza y la reputación del sector financiero. Que se lo digan al centenario Banco Barings británico, institución prestigiosa del mercado financiero que desapareció en 1995 a causa de la operativa fraudulenta y temeraria de uno de sus agentes de Bolsa destinado en Singapur. Ewan McGregor interpreta en El gran farol (James Dearden, 2000) a este trabajador del banco que descubre una metodología contable para ocultar las pérdidas a la central londinense y así operar con futuros financieros asumiendo todo tipo de riesgos…
Como son de igual manera innecesarios los riesgos que asume Richard Gere en El fraude (Nicholas Jarecki, 2012). Entre otros líos, falsea las cuentas financieras de su empresa para maquillarlas y poder realizar una gran operación de venta a una corporación interesada en adquirirla. Otro caso de engaño y ocultación a empleados y a la familia, ni su esposa (Susan Sarandon) ni su hija tenían la menor noción del fraude bursátil que se estaba cometiendo.
En ocasiones la estafa financiera puede producirse con la ayuda de los medios de comunicación como en Money monster (Jodie Foster, 2016), donde el estrafalario presentador de un programa de actualidad financiera (George Clooney) se convierte en cómplice involuntario de un escándalo financiero al haber recomendado la compra de acciones de un supuesto valor al alza. Una clara parodia del programa Mad Money de la CNBC y otros similares.
Para Ben Stiller y Mathew Broderick, la estafa sufrida se debe a un cínico vecino y gestor financiero de fondos. Como empleados de un exclusivo condominio confían la gestión de su fondo de pensiones a ese vecino, por su reputación y por presunción de ser una persona fiable y respetable. Esa decisión les implica tanto perder su empleo como su fondo. Por ello recurren en Un golpe de altura (Brett Ratner, 2011) a Eddie Murphy para solucionarlo por la vía extrajudicial y sin esperar a conformar una asociación de perjudicados al uso.
En La última noche (Spike Lee, 2002) Edward Norton se lamentaba de su suerte en ese magnífico monólogo frente al espejo. Aludía entre otras cosas a cómo escaparon de rositas muchos de los implicados en otro caso monumental de estafa como fue el escándalo Enron (2001). Por cierto, del cual ya nadie debe acordarse. Crisis y escándalos se olvidan con facilidad «gracias a» los que les van sucediendo…En el momento del rodaje de la película era de muy rabiosa actualidad.
Atrás han quedado aquellos simpáticos trucos de trileros de estafadores de poca monta y carteristas que se empleaban antaño con el timo de la estampita o el tocomocho, como Tony Leblanc y Antonio Ozores en Los tramposos (Pedro Lazaga, 1959). Aunque este tipo de profesionales de la estafa han ido perfeccionando su metodología y por lo general conforme van teniendo éxito se implican en operaciones de mayor envergadura como Will Smith y Margot Robbie en Focus (Glen Ficarra, 2015). Misma evolución para Ricardo Darín en Nueve reinas (Fabián Bielinsky, 2000) o Leonardo Sbaraglia en Incautos (Miguel Bardem, 2004). En todas, la ambición y el éxito les motiva a buscar el siguiente engaño, y desarrollar la técnica del gran pelotazo.
Pero todo estos personajes tienen muchos puntos en común. La motivación de un estafador puede ser diferente en función de su condición social, puede hacerlo por simple necesidad económica, y en los casos más patológicos por su psicopatía o sociopatía. Por ello muestran escasa empatía y consideración por las víctimas de sus actos. En muchas ocasiones hablamos de personas como Madoff, con capacidad de mentir y manipular a otros a su antojo.
Desde el punto de vista de la economía conductual, las personas no somos racionales sino que nuestras particularidades sociológicas y psicológicas afectan nuestras decisiones y nuestra manera de comportarnos. Así deberíamos comprender a todos estos guionistas de la estafa.
La personalidad del estafador sea cual sea su condición social o impacto de sus actos, suele ser la de una persona con una necesidad de mostrar sus habilidades, imponer sus ideas y voluntades ya que son muy creativos y convincentes.
Si nos fijamos en las películas de Atrápame si puedes (Steven Spielberg, 2002) y El talento de Mr.Ripley (Anthony Minghella, 1999), tanto Leonardo DiCaprio como Matt Damon no persiguen una finalidad puramente económica en sus engaños sino más bien alcanzar una posición social y una relevancia social que no les corresponde por su trayectoria vital. Ambos tienen problemas de aceptación social y ese trauma les lleva a desarrollar personalidades múltiples y suplantar a otras personas con tal de sentir esa satisfacción.
En definitiva, es posible que el afán de notoriedad junto con otras patologías sean la explicación del comportamiento que adoptan algunas personas para cometer esas estafas. Con mucha más motivación por ellas que por el propio hecho de las cantidades nada despreciables de dinero que obtienen en sus operaciones.
Y aunque resulte cínico sobre todo en palabras de los propios estafadores, en cierta medida existe un rasgo de comportamiento común de las víctimas. Todas buscan obtener un legítimo fruto de sus inversiones y suelen pecar de ingenuas o confiadas ante la suficiencia con la que los Madoff o los personajes urden sus tramas y les exponen proyectos revolucionarios con promesas lucrativas.
El propio Madoff (De Niro) se cuestiona en ‘El maestro de las mentiras (The wizard of lies)’ la naturaleza de sus actos y su posible sociopatía…
Una buena película reciente como La estafa (Bad education) (Corey Finley, 2019) con un sociópata de manual como Hugh Jackman estafando fondos públicos de un distrito escolar y manipulando personas, o el caso de Anna Sorokin en Inventing Anna (David Frankel, 2021) que se verá en una serie de próximo estreno en Netflix; son la clara muestra de que estos hechos (reales) no parecen tener fin…
Simplemente habrá que esperar a cómo son las siguientes, en forma de sistema de reparto en las pensiones públicas, con criptomonedas de por medio o váyase a saber con qué otro cuento…