1917 ganó hace una semana el Oscar a Mejor Fotografía, pero perdió mucho por el camino: durante los días previos a la gala, parecía inevitable que el máximo galardón de la noche, así como el de mejor director, irían a parar la película de Sam Mendes. Sin embargo, fue Parásitos (la mejor película del año) la que finalmente se llevó a casa ambos premios.
Mirando el campo de batalla después de la derrota, hay que preguntarse por qué 1917, la película bélica grabada en plano secuencia que se vendió como la experiencia definitiva de la I Guerra Mundial, no pudo llevarse más que tres estatuillas a casa. Y, después de pensar largo y tendido en ella, reconociendo sus virtudes y sus defectos, llego a una conclusión: la película se la ha cargado el abuelo de Sam Mendes.
Me explico: al final de la película, un texto en pantalla explica que el guion, coescrito por el director junto a la debutante Krysty Wilson-Cairns, está inspirado en historias que contaba el abuelo de Sam Mendes cuando él era joven, sobre sus propias experiencias en el conflicto armado.
Esto presenta un conflicto diferente a la hora de escribir la película, y es que no hay ninguna forma de que Sam Mendes vaya a escribir un guion que pueda mancillar la imagen de su abuelo. Ahora bien, como espectadores, nosotros no conocemos al abuelo del director; nuestra referencia es la pareja protagonista, interpretada por un notable George MacKay y Dean Charles-Chapman.
Cualquier espectador decente parte de una situación en la que empatiza con ambos soldados: no solo forman parte del ejército que sabemos que gana, no sólo son “los buenos”, sino que vamos a pasar dos horas con ellos. A pesar de esto, todo lo que vamos a ver en la película va a ser un subrayado de su atributo de “los buenos”.
Schofield y Blake no son malas personas. No pueden serlo por exigencias comerciales, pero además no lo son en general: hacen las cosas porque confían en el bien. Su defecto, si puede llamárselo así, es que se preocupan demasiado por cumplir su misión. Son diligentes; ¿esperar a la noche para cruzar una tierra de nadie que es poco segura? Jamás. El mensaje tiene que llegar a tiempo. Esto empieza a parecerse mucho a una entrevista de trabajo, pero… igual es porque los personajes están construidos así.
Por su parte, los alemanes… los alemanes son malvados. Son villanos de Disney, básicamente. O de Star Wars (aunque ahora eso significa lo mismo). Cuando un piloto alemán tiene un accidente de avión que casi acaba con su vida, es la buena fe de nuestros héroes la que permite que este se aproveche y de pie a uno de los momentos más emocionantes de la película. Cuando Schofield llega al pueblo, en una de las secuencias más impresionantes visualmente y vergonzosas narrativamente que nos dejó 2019, se encuentra frente a un grupo de varios alemanes incapaces de acertarle.
Todo esto no son rasgos negativos per se en la película, pero van formando una cierta idea. El sacrificio constante de los protagonistas queda justificado porque los alemanes son verdaderamente malos. La causa de los ingleses es justa, es buena, es algo por lo que merece la pena luchar.
Pero igual… ¿no? No me malinterpretéis, no voy a ponerme ahora a reescribir la historia ni a soltar una narrativa de ambos bandos ni chorradas de esas, pero durante la campaña de prensa de 1917 han salido a relucir ciertas narrativas que la película simplemente no apoya.
Sam Mendes afirmó que, aunque “ha habido grandes películas sobre la guerra, no sentía que ninguna expresase la experiencia humana de esa guerra”. Además de rotundamente falso (me cuesta pensar en películas bélicas reconocidas que no hablen justamente de eso, aunque sea a través de tramas secundarias), 1917 no se centra necesariamente en la experiencia humana de sus personajes: se centra en el espectáculo que esa experiencia proporciona al espectador; tanto porque la película es esclava de la decisión formal de la toma larga, como porque el destino de sus personajes ya está escrito.
Todo lo que ocurre en la película queda sujeto a que el espectador se vea lo suficientemente inmerso por su aparato formal que no se de cuenta de que el tema de la película hace aguas por todas partes. Porque se viste de película antibélica (¿qué película sobre la guerra no lo es?), pero su única función es justificar todo lo que ocurre en ella.
Porque si alguien muere en la guerra, si alguien tiene que atravesar corriendo una tierra de nadie, si los alemanes van a intentar hasta el último aliento acabar contigo, si te persiguen por un pueblo a oscuras y en llamas… tiene que ser por algo, ¿no? La guerra, todo lo que ocurre en 1917, está mal, es objetivamente terrible, pero igual merece la pena si los héroes consiguen lo que quieren. Igual merecen la pena si el abuelo puede contar cómo llegó al final del viaje.