Título original – Parthenope
Año – 2024
Duración – 136 minutos
País – Italia
Dirección – Paolo Sorrentino
Guion – Umberto Contarello, Paolo Sorrentino
Reparto – Celeste dalla Porta, Gary Oldman, Stefania Sandrelli, Luisa Ranieri, Silvio Orlando, Isabela Ferrari, Peppe Lanzetta, Silvia Degrandi, Lorenzo Gleijeses, Daniele Rienzo, Dario Aita, Marlon Joubert, Alfonso Postiglione
Música – Lele Marchitelli
Fotografía – Daria D’Antonio
Productoras – The Apartment, Saint Laurent, Numero 10, Pathé, PiperFilm, Logical Content Ventures, Canal+, Ciné+
Género: drama
Ficha completa en FilmAffinity
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Era 2013 y todos bailábamos una versión techno de A far l’ammore comincia tu, de Raffaella Carrá. La vida era una fiesta, ruidosa, populosa, inane. Las risas actuaban como máscaras carnavalescas, escondiendo vidas desgraciadas, opulentas, inalteradas por el tiempo, cínicas. Jep Gambardella (Toni Servillo) soñaba despierto, viendo en el cielo de su estancia ese mar que bañó sus ambiciones de juventud, su pérdida de la inocencia, el último momento de inocente pureza. Todo lo que vino después solo le servía para nunca escribir esa novela ideada por Flaubert sobre la nada, y para no dejar de soñar con un retorno.
Y esa vuelta ocurrió. El napolitano que huyó del lugar donde hay cabida para todo, regresó a su juventud de la mano de un Dios reencarnado en Diego Armando Maradona. Se olvidó en parte de su armatoste barroco por la opulencia visual de una ciudad que había encontrado a su líder espiritual y que los había hecho luchar por su dignidad. Se dio cuenta que todo y nada es tan importante como el sonido de una lancha motora a 200 km/h en el mar haciendo «tuff, tuff«, que una anciana comiendo gorgonzola con las manos, que el primer amor platónico representado por la explosividad sexual de una mujer.
Todo para mirarse en el espejo a sí mismo, a sus traumas de infancia, a su inmortal Nápoles que ha encontrado en Paolo Sorrentino a su mejor cronista y que ha terminado por reconquistarle.
Y no hay nada como ver a dos enamorados mirándose, deleitándose, comprendiéndose. No se puede explicar con palabras ese sentimiento, ni siquiera visto del exterior. Simplemente ves cómo se ríen, cómo viven en un espacio reservado para ellos y ajenos al exterior. No podemos más que agradecer a Sorrentino que en su nueva película, que ahora llega al catálogo de Filmin, nos abra su relación y podamos exponernos a la belleza más arrebatadora que el cine nos ha regalado en décadas.

Celeste dalla Porta es Parthenope, no solo el personaje protagonista, sino también la propia película. Son los ojos que nos miran, que nos guían, que nos seducen y nos transmiten la mayor de la tristeza. Es su mirada la que explora una ciudad de una belleza decadente. Si en otras de sus obras, Sorrentino se ha mostrado algo lascivo en cómo representa a la mujer, en este caso no lo hace, porque la propia presencia de Celeste es un imán para cualquier espectador. Porque no interpreta más que a toda Nápoles, a un lugar que existe para ser retratado, a la par que golpeado una y otra vez por un mar que hizo perder la cabeza a Odiseo.
Por su belleza va hechizando a todo el que se le acerca. A los mafiosos que controlan la ciudad, a San Gennaro, a las estrellas del mundo del cine, a su profesor de antropología (fan de Billy Wilder), a cualquier mirada que se detenga un segundo a contemplarla, a un hermano que sabía demasiado para vivir hasta hacerse mayor. Como la sirena a la que pone nombre, que adquirió esa condición por deseo de una celosa Afrodita, lleva a todos a la perdición, desata el caos con su sonrisa y elegancia. Como si fuese un palio, el tintineo de sus bambalinas marca el ritmo cardiaco de un tiempo que parece que se detiene, pero avanza impasible.

Parthenope, la sirena, se enamoró de las hazañas de Odiseo y su canto lo hizo enloquecer. Atado al mastil de su barco, no pudo reunirse con los brazos de una mujer cuya vida se le escapaba por la voz. Finalmente, falleció y su cuerpo fue arrastrado por el mar a donde actualmente se erige la ciudad a la que dio nombre en su inicio. Era gia tutto previsto. Tuvo la suerte de caer en el lugar donde la vida y la muerte se pisan, donde lo viejo y lo nuevo coexiste, donde la sangre muerta vuelve a circular liquida todos los años.
«¿En qué piensas, Parthenope?»
No se piensa, solo se ve. Estamos ante una película que solo se ve, como si eso fuese poco, como si no estuviésemos ante el todo que Jep Gambardella buscaba, como si no la pudiésemos sentir conquistándonos a través de su canto.