En la Polonia del verano de 1997 transcurre la serie de La gran inundación, basada en la catástrofe real acaecida en Wroclaw (Breslavia). El mayor desastre en el país después de la II Guerra Mundial: miles de hogares perdidos, medio centenar de muertes y millones en pérdidas por daños materiales.
Unos polacos que por cierto son todo un descubrimiento por sus recientes obras cinematográficas y para plataformas audiovisuales. Ya sea de memoria histórica con comunistas y nazis de por medio (Corpus Christi, Ida, Cold War, El juego mas frío,…), nueva realidad social y tecnológica como vimos en Hater, en la serie Ultraviolet, o en algunas propuestas de crimen y misterio.
Esta serie sigue el formato de intriga realista con tintes trágicos, aparentemente sin finales felices hollywoodienses. Su visión por tanto es algo más cruda. Descubrimos muchas imperfecciones en los personajes, nada de edulcoraciones: un político que ha perdido su idealismo, una hidróloga drogadicta y desafecta familiar, familias con demasiado desapego, un país con mucho desbarajuste político…
Ni héroes ni pamplinas, gente corriente con defectos y virtudes mundanas, sus acciones son egoístas por el bien de los suyos más cercanos. Un sálvese quien pueda, sin ser muy despiadado, simplemente realista.
La catástrofe climática es la temática principal. Un problema hidrológico y de seguridad para la ciudad, se viene una gran riada. Es un evento catastrófico que parece claro que sucederá. Así que habrá que prepararse. «Pronto no funcionará nada en la ciudad», recuerda y mucho a la misma onda que había en el Euro Apagón y en su versión ibérica.
A pesar de versar claramente sobre los efectos climáticos, actualmente tan en boga, no se alude para nada a las teorías del Cambio Climático o Calentamiento Global. Algo que sí evidencia la gran producción estadounidense de Extrapolations, por ejemplo. Aquí, en cambio, se considera más un efecto natural, de fuerza de la naturaleza. La única culpabilidad de los humanos recae en cómo se organizan los planes de Emergencia y algunas controvertidas decisiones para mitigarlo todo. Si bien, el efecto de la mano del hombre con algunas presas y construcciones en lechos fluviales, sí se describen en las consecuencias.
Otro punto interesante es la desconexión de la política con la realidad. Qué incapacidad manifiesta de gestionar de los políticos locales. Obcecados primero en sus prioridades de mantener el poder y obtener réditos electorales cortoplacistas. Ya en última instancia, si eso, en velar por los intereses ciudadanos.
La encargada de poner de relieve el gran problema es la hidróloga protagonista. Una visionaria, que es capaz de indagar y descubrirlo todo desde una caravana en medio de la floresta… Un personaje clásico del cine: excéntrico e incomprendido. El ‘outsider’ que desafía el pensamiento extendido e incomoda al plano político al augurar un suceso trágico y que nadie se atreve a vaticinar. Como le ocurre a tantos científicos cinematográficos, ignorados y menospreciados por proponer teorías alternativas, despertando recelos y escepticismo. Ya lo vimos en Dennis Quaid en El día de mañana. O en sus colegas de las catastróficas noruegas de La Ola y Terremoto.
Ante la contrariedad de los técnicos municipales, el protocolo resulta insuficiente por dejadez y desidia política. Hay un exceso de confianza en hechos pasados, una evaluación de daños excesivamente optimistas. Tampoco es que la protagonista quede como un mero adivinador/futurólogo meteorológico como el de Granizo. Sus predicciones están basadas en un estudio. Un modelo estadístico en el que se apoyará para anticipar y prevenir el efecto de esa naturaleza desbocada. Pero como en todo modelo puede haber sesgos, dudas, incertidumbres ¡y errores de apreciación! Nunca la información va a ser perfecta, ni existen las ciencias 100% exactas. Pero sí la observamos analizando variables en pura investigación de campo: comprobaciones de nivel de agua, velocidad, color y marcas en árboles, hechos del pasado… Además de otros indicios más circunstanciales y esclarecedores que nos dejan algunos planos: ratas a la fuga, humedades en las paredes, hormigas por el techo,… No hará falta ser un lince para tener la intuición de que algo grave va a pasar.
Dicho todo lo anterior, queda claro que el Comité de crisis poco recordará al visto en la hecatombe que narra El Hundimiento de Japón. A diferencia de la minuciosa organización y sensatez japonesa; en la polaca hay más amateurismo, menos preparación y poca proactividad. ¿Centro de Emergencias? No olvidemos que la acción se sitúa en una ciudad/región recién salida del ‘paraíso comunista’, con escasez total de medios, ideas, y cadenas de mando poco instruidas. Efectividad nula. Una incompetencia ya vista en Chernobyl. Una escasa eficiencia ni claridad acerca de cómo resolver los problemas. Evacuaciones desorganizadas, ruedas de prensa para descargar responsabilidades, imposibilidad de imponer las medidas.
Por otro lado, resaltar su buena producción y la muy destacable ambientación. La estética postcomunista está muy lograda: coches más viejos que la polca, edificios clásicos y con encanto de una época pasada con su notorio desgaste. Los efectos especiales catastróficos de las inundaciones también son dignos de mención. Hay un notable uso de la Inteligencia Artificial.
En definitiva, no es para encasillar dentro del género propio de acción y catástrofes pero funciona como un ‘thriller‘ dinámico. No hay respiro para rebajar el nivel de atención. Quizá termine por perderse un poco con los dramas personales de los personajes. Por ello, el final se puede esperar más agrio. Pero se entiende que una segunda temporada está en camino. Más que útil para aprender de la historia y prevenir la repetición de errores pasados.