La economía es una ciencia social, ¿debe seguir una lógica matemática o basarse en juicios de valor?, en la toma de decisiones ¿debe utilizar la analítica de datos o basarse en la experiencia y la sabiduría? ‘Big Data’ o ‘Know-how’.
Pero ningún método, ninguna ideología, resulta infalible. Ninguna ciencia puede serlo, al menos ninguna ciencia social, ya que «la realidad siempre supera la ficción». Por esa razón el cine nos ofrece tantísimos recursos para reflexionar, ya que en ocasiones nos sorprende su carácter premonitorio por muy fantásticas o improbables que sean las ideas de los guiones cinematográficos.
Seamos conscientes de que no hay modelo matemático o estadístico que pueda predecir resultados o efectos con certeza absoluta. Tampoco existe ideología o teoría política alguna que sea incontestable.
Sin embargo, en medios de comunicación proliferan a menudo voces supuestamente autorizadas ya sean políticos, economistas, científicos o periodistas todoterreno que con «sus datos» o su ideología dogmática nos exponen a menudo una verdad irrefutable.
La crudeza de la realidad es a lo que hemos asistido estas últimas semanas observando como científicos, epidemiólogos y virólogos se afanaban en calcular las ratios de propagación, trazando curvas de contagio y estimando periodos de confinamiento óptimos en plena pandemia, con relativo y a veces escaso acierto. Ya vimos cómo trataba de explicar Kate Winslett en Contagio (Steven Soderbergh, 2011) la multitud de factores existentes para hacer ese tipo de cálculos a un comité de políticos.
A nadie se le escapa que vivimos tiempos complejos y con demasiadas incertidumbres, ya comentamos en referencia a los efectos sobre la economía del Covid-19 (coronavirus), que el pánico en los mercados financieros conllevaba un riesgo más que palpable para el devenir de la economía. Un pánico, que ya ha derivado en medidas reales de aislamiento social y cuarentena que eran poco imaginables, salvo en varias de las películas catastrofistas que repasamos en ese artículo. La realidad superando la ficción, una vez más.
Por supuesto, todo ello ha tenido un impacto directo sobre la economía real y provocando una crisis económica de dimensiones muy difíciles de prever pero con consecuencias drásticas que ya son notables: desempleo masivo y fuerte caída de la actividad productiva.
La exactitud de una ciencia (social)
En economía me atrevería a decir que es bastante complicado predecir y modelizar con precisión el terrible impacto que pueda ocasionar una crisis, aun intuyendo su proximidad, o cualquier otro tipo de circunstancia económica o empresarial.
Por todo ello, resulta pertinente que precisemos la noción de que la economía es una ciencia social. Aun apoyándose en modelos matemáticos y estadísticos que modelizan los comportamientos de los agentes económicos, no es una ciencia exacta (si es que existen las certezas absolutas en las llamadas ciencias exactas). Y bajo esa consideración deberíamos tenerla en cuenta para no llevarnos a engaño, y sobre todo para ser muy rigurosos con el uso de modelos y datos para las decisiones que tomemos.
Por ese motivo, cabe diferenciar entre dos enfoques de la economía opuestos en sus principios: la economía positiva y la economía normativa.
Se trata de un debate entre lo objetivo o lo subjetivo. Trataremos de ver estas diferentes consideraciones a través del cine, que por supuesto ha ilustrado este tipo de controversia poniendo en valor ambos enfoques.
Muy convencido está Elijah Wood en la absoluta eficacia del enfoque científico o positivista, y por ello rebate al desafiante y retador catedrático John Hunt en Los crímenes de Oxford (Álex de la Iglesia, 2008). Pero la posibilidad de conocer la verdad con una certeza absoluta utilizando la lógica matemática es poco menos que improbable en la mayoría de los casos. Wood sostiene en la escena su creencia de que mediante las matemáticas y la ciencia se puede determinar la verdad de las cosas, seguiría pues la lógica de un economista positivista.
Esta escena es una buena ilustración para el debate acerca de la existencia o no de un método matemático para demostrar la realidad o la verdad, tal y como creen los defensores de la economía positiva que basan todos sus análisis económicos en teoremas e hipótesis, sin valoraciones críticas en los mismos y confiándolo todo a la lógica de los números.
En ese debate dialéctico el profesor John Hunt haría el papel de economista normativo, discrepando con algo de soberbia y recordándole la necesidad de considerar la existencia de la abstracción (ideas, valores y pensamientos) para poder abordar el estudio de la realidad. Negando además la lógica matemática como válida para la determinación de fenómenos como por ejemplo huracanes, enfermedades mortales, pandemias o crisis económicas dada la práctica imposibilidad de predecirlos.
Pero, ¿cómo explicar la realidad simplemente apoyada en ideas abstractas sin ningún tipo de información numérica o modelo matemático? Es un debate que trasciende a lo filosófico.
El análisis bursátil y la “numerología”
Si profundizamos más aún en esa visión objetivista de la economía (positiva) encontraríamos personas que defienden esa lógica científica de una manera excesiva llegando al extremismo de personajes absolutamente obsesionados con identificar patrones de comportamiento y encontrar todo tipo de explicaciones a hechos o situaciones cualesquiera. Algo muy humano, por otro lado.
Fijémonos en los siguientes casos cinematográficos, bastante extremos. Jim Carrey en El número 23 (Joel Schumacher, 2007), interpreta a una persona que termina por obsesionarse con ese número por culpa de un libro enigmático y que le lleva a formular todo tipo de cálculos y modelizaciones basados aparentemente en la autosugestión que le generan las conclusiones del texto.
El mismo caso se da con Nicolas Cage en Señales del futuro (Alex Proyas, 2009), un profesor que se obsesiona con el estudio de unas secuencias numéricas que encuentra en un misterioso documento, y mediante las cuales intenta predecir accidentes y otro tipo de circunstancias catastróficas.
Un caso muy parecido, no tan del género fantástico como los anteriores, y más ajustado al mundo de la economía financiera lo encontramos en el matemático judío de Pi, fe en el caos (Darren Aronofsky,1998).
Es un clásico del análisis bursátil el encontrarnos ante defensores acérrimos del análisis técnico (estudio de tendencias estadísticas y evolución gráfica de los valores bursátiles) o del análisis fundamental, más basado en datos contables y financieros de las compañías a estudiar.
En cualquier caso, ambos análisis se sustentan en datos que creen a pies juntillas obviando otro tipo de variables impredecibles: como por ejemplo el comportamiento psicológico de los inversores y la aparición de fenómenos catastróficos como un desastre natural o una pandemia. O cualquier otra variable que resulta imprevisible y cuyos efectos e impactos no son anticipables.
Por eso en múltiples ocasiones no se puede comprender la tendencia que siguen las cotizaciones bursátiles ni la dirección alcista o bajista que pueden tomar en el corto,medio o largo plazo…
En la película de Aronofsky, el protagonista se dedica compulsivamente a sus estudios y análisis con la utópica finalidad de hacer predicciones acerca de cómo funcionan los mercados financieros centrándose en la Bolsa estadounidense, fijándose incluso en las espirales que observa en los cafés y otros objetos cotidianos.
El razonamiento que sigue este matemático va en la línea de Elijah Wood en Los crímenes de Oxford: «todo es matemático porque es el lenguaje de la naturaleza». Toma como referente a Euclídes o la proporción áurea de DaVinci. En consecuencia, la Bolsa sería un organismo lleno de personas que resultaría explicable y predecible siguiendo la lógica de un modelo matemático que cree haber averiguado, y que le acarreará no pocos problemas. Un argumento muy similar al de The Bank (Robert Connoly, 2001), una película australiana que no es muy conocida pero con argumento idéntico sobre la modelización de la Bolsa, una especie de búsqueda de El Dorado contemporáneo…
Vieja escuela o análisis de datos
Dejando de lado el debate desde el plano académico: positiva versus normativa, trasladado al mundo de la empresa tenemos un dilema similar.
¿Cómo mejorar la toma de decisiones y reducir al máximo posible las incertidumbres y la falta de información?
Por un lado, están los defensores del saber-hacer basado en la experiencia y en el conocimiento exhaustivo de la actividad fruto del paso del tiempo y múltiples años de trabajo, el ‘know-how’ tradicional. Esos empleados de “la vieja escuela” que toda empresa tiene, normalmente suele ser incluso el propio gerente o los más veteranos del lugar.
Clint Eastwood en Golpe de efecto (Robert Lorenz, 2012) es un ojeador veterano y muy experimentado de un equipo de béisbol profesional que basa todas sus decisiones en su buen juicio e intuición para el negocio. Por ello sería un claro exponente de un modelo de negocio basado en esa vieja escuela. No en vano en varias escenas de la película discute con miembros de dirección a los que recrimina que sólo necesita de su olfato y experiencia para conocer la valía de los jugadores, y no precisa recurrir a programas informáticos ni modelos estadísticos. Sería como un economista de enfoque puramente normativo.
Por el otro lado y en contraposición, Brad Pitt y Jonah Hill apuestan por un modelo nuevo basado en la analítica de datos (el ‘Big Data’) para estudiar el ingente volumen de estadísticas relacionadas con este deporte espectáculo del béisbol, y poder tomar decisiones empresariales en la genial Moneyball: rompiendo las reglas (Bennett Miller, 2011).
En ambos casos, tenemos como argumento el punto de inflexión entre los viejos métodos de análisis y la toma de decisiones en las empresas, y la nueva era de la información con el análisis de datos apoyado en ‘Big Data’.
En cada una de estas dos películas se pone en valor una metodología que representan sus protagonistas. Clint Eastwood contra las nuevas tecnologías y nuevos métodos de gestión de una empresa; y Brad Pitt todo lo contrario, enfrentándose a otros como Eastwood que se resisten a adoptar esos nuevos sistemas de gestión. Algo muy real en el ecosistema actual de las empresas, las reticencias y barreras culturales hacia una transformación digital.
El béisbol es un deporte que ha sido llevado con recurrencia al cine, y existen multitud de películas sobre este deporte del cual confieso no entender absolutamente nada. No obstante, es un ejemplo estupendo dada la profesionalización de su gestión como negocio, que se basa además en la rigurosa gestión de la información y los datos. Se trata de un deporte en el que la estadística lo es todo.
La necesaria transformación digital: el ‘Big Data’
En definitiva, como todo en la vida nada resulta ser categórico y entre el blanco y el negro deberíamos siempre escoger cualquier tonalidad de gris, así que lo más razonable es ponderar ambos enfoques. La economía como ciencia (social) resulta fiable si se apoya en estudios y modelos matemáticos que sustenten ideas, pero siempre deberán ser interpretables y matizables.
No deben obsesionarse los economistas como Carrey o Cage en sus modelos de predicción ni tampoco dejarlo todo a la intuición basada en la mera experiencia del “sabe más el diablo por viejo que por diablo”. Al menos a James Stewart le pasaba con su asistente doméstica en La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954). La señora tiene una particular manera de interpretar la realidad económica, que aporta cierta información pero sin duda no puede resultar definitiva para tomar según qué decisiones…
Sin duda alguna, la metodología más adecuada se basa en el uso indiscriminado de datos y obtención de información, que bien procesada y bajo un criterio afinado puede dar lugar a muy buenos resultados empresariales o en materia de política económica. En la medida de lo posible deben coexistir ambos enfoques, pero nunca sin perder de vista el enorme potencial de la gestión de la información que proporcionan hoy en día las nuevas tecnologías.
El ‘Big Data’ y la minería de datos proporcionan una ventaja competitiva imprescindible que ninguna empresa o gobierno deberían obviar. No olvidemos por ejemplo el caso de la victoria de los defensores del sí al Brexit gracias al uso de estas herramientas…