¡Hay vida (económica) en Marte!

Efectivamente, podemos decir que por fin se ha encontrado vida inteligente y económica en Marte (Ridley Scott, 2015). En esta película de ciencia ficción encontramos los principales conceptos de la actividad económica: la escasez, el coste de oportunidad y la asignación de esos recursos escasos.

Cuando Matt Damon queda abandonado a su suerte en la estación espacial de la NASA en el planeta rojo, irremediablemente se convierte en un Robinson Crusoe espacial perdido y dado por muerto por la agencia gubernamental.

Sin rescate ni comunicación posible se las tendrá que ingeniar para sobrevivir con los escasos alimentos almacenados en la estación. Y es ahí donde el astronauta Watney que interpreta el bueno de Matt, terminará por convertirse en todo un economista aeroespacial.

A pesar de no tener la misma suerte durante su soledad que Jim Caviezel y poder contar con un profesor que le aleccione sobre la economía, como en La venganza del conde de Montecristo (Kevin Reynolds, 2002), se las apaña bastante bien.

 

Damon comprende rápidamente que tiene pocas probabilidades de superviviencia en Marte si no se organiza adecuadamente y toma las decisiones correctas.

En la realidad todos nos enfrentamos como él a la falta de recursos, en esta cuarentena por ejemplo nos hemos convertido en especialistas racionalizadores de alimentos investigando en nuestras despensas y congeladores, y planificando concienzudamente nuestras compras del supermercado.

Ante las pocas raciones de comida que le restan, Damon ha de calcular minuciosamente cómo racionalizar las existencias en Marte, asignando recursos por día y semana con el objetivo de llegar sano y salvo a un hipotético rescate. No habrá misión espacial de vuelta hasta dentro de 4 años…

 

Cuando descubre que hay una bolsa de patatas, que evidentemente no le darían más que para unas raciones con las que alimentarse unos pocos días, decide arriesgarse e intentar hacer una especie de invernadero dentro de la estación con todo su ingenio y recursos al alcance.

Debía elegir entre comerse las patatas y cocinarse lo que pueda, o renunciar a consumirlas y replantarlas con la esperanza de tener una buena cosecha futura, y contar con muchas más patatas.

Así pues, su coste de oportunidad son las raciones de patatas que no se comerá, porque ha elegido replantarlas. Una decisión puramente económica y basada en la difícil elección de alimentarse con lo que hay o invertir la materia prima y esperar sacarle un provecho mucho mayor.

Además cabe ensalzar toda la destreza con la que se emplea con la botánica y la química creando agua y fuego, e iniciando una intensa y eficiente actividad económica. Toda una demostración de habilidades y de cómo organizarse económica y productivamente con los recursos limitados que tenía al alcance.

 

En eso consiste básicamente nuestra actividad económica, en decidir cuáles son las mejores opciones, valorando nuestro coste de oportunidad (a qué renunciamos por hacer algo) y teniendo en cuenta que tenemos recursos escasos y hay que aprovecharlos (asignarlos) adecuadamente. Todos somos Watney en nuestro día a día, ya sea en el ámbito personal y doméstico o en el profesional.

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Matt Damon en una escena de ‘Marte’

Tanto Marte como Náufrago (Robert Zemeckis, 2000) nos muestran a estos dos personajes en modo Robinson Crusoe y que deben hacer frente a las necesidades más básicas, las de supervivencia.

Tom Hanks en lugar de con patatas como hemos visto, se las ha de ingeniar con los restos del naufragio, estableciendo los mismos mecanismos de elección.

Ambos deciden ser productivos y definen su frontera de posibilidades de producción en base a los recursos disponibles.

Hanks debe considerar si pescar o coger cocos, ambas actividades le son imposibles simultáneamente porque no tiene recursos materiales para ello. El tiempo que le lleva a cada actividad es agotador y le ocupa buena parte del día, así que va organizándose. Va jugando con el coste de oportunidad definiendo esas posibilidades de producir ambas cosas, asignando recursos materiales y temporales. No puede estar cortando ramas y aguardar pacientemente para pescar todo el tiempo, ya que necesita subirse a los cocoteros para hidratarse, y viceversa.

 

Para Watney (Damon) esta frontera se fija eligiendo entre trabajar en su invernadero o reparar el vehículo con el que intentar comunicarse con el exterior.

En definitiva, la elecciones en las pequeñas cosas por rudimentarias o simples que parezcan entrañan una actividad económica. De ahí que estemos hablando de unas películas «muy económicas».