Jaque mate al Profesor en ‘La casa de papel-Parte 4’

La temporada 4 de La casa de papel peca de hacerlo todo más grande y espectacular.

 

Mucho se ha escrito sobre la última temporada de la serie creada por Álex Pina (Vis a vis, El embarcadero). En este artículo de opinión no quiero repetir lo ya comentado. Tan sólo deseo ofrecer al lector un punto de vista diferente y que intente a ayudar a las expectativas que tenemos todos de La casa de papel para temporadas futuras.

Después de una semana viendo a los chicos de la careta de Dalí haciendo de las suyas, he tenido mucho que analizar. La idea es clara; las dos partes de Atresmedia es una serie y las de Netflix es otra. Es un constante truco de magos muy inteligentes que piensan que el espectador es un niño al que es fácil de impresionar.

En La casa de papel se recurre constantemente a patrones del cine de espías o de atracos que nos tiene acostumbrado Hollywood. Si a eso le añades una buena dósis de pasión latina, buena presencia del sexo y muchos insultos, tenemos la mezcla perfecta para agradar al espectador español.

Lo interesante es que en España fracasó y Netflix acabó catapultando a la serie a nivel internacional,  que se ha convertido en un fenómeno de masas. Esto sin duda es maravilloso para ser más visible la producción española. Que se valore más afuera que en nuestro propio país no es nada nuevo. En España somos así, echamos a gente con talento para luego reclamar su vuelta. 

El fenómeno social en el que se ha convertido La casa de papel puede tener una consecuencia. Ésta se pudo percibir en la última temporada estrenada durante el confinamiento. La cuarta temporada es un sin fin de momentos donde se le envía al espectador mensajes subliminales de los complejos. Me explico.

La casa de papel
Úrsula Corberó como Tokio en La casa de papel

Los últimos quince minutos del final de la tercera temporada son insuperables. A partir de un montaje paralelo donde, por un lado Nairobi (Alba Flores) después de ver a su hijo recibe un disparo por parte de la policía, por otro tenemos a un Profesor desesperado por salvar a su amada Lisboa (Itziar Ituño). A nivel cinematográfico, la secuencia es una delicia de contante tensión y emociones encontradas. En ese momento donde descubrimos que el Profesor ha sido engañado con la falsa ejecución de Raquel, los guionistas preparan al gran público para lo que será la cuarta temporada.

¿Qué tiene que ver esto con los complejos?

Cuando el director, los actores o los guionistas, no dejan de repetir todo el rato en ruedas de prensa para promocionar la serie, que esta temporada es más grande y espectacular, temblad. Esto significa que hay un riesgo de caer en el que yo llamo «síntoma de la fantasmada»

La cuarta temporada cae en picado precisamente por lo que la serie quería apostar desde el final de la tercera, por la sorpresa. El engaño constante a un espectador que ya empieza a tener síntomas de no saber lo que va a ocurrir en la siguiente porque «todo puede pasar»

Gandía
José Manuel Poga interpretando a Gandía en La casa de papel

¿Recuerdan la expresión «todo puede pasar, esto es Juego de Tronos»? La serie de Pina va en camino a ello, y desde mi punto de vista esto puede agotar.

Recuerden que La casa de papel es el éxito del fracaso. La serie fracasó y se auto-concluyó con una segunda temporada magnífica y un final redondo. A partir de ahí, Netflix hizo lo que nunca se puede hacer con un español, darle mucho dinero. El complejo de inferioridad sale a luz y con esa producción millonaria sacamos todo lo que sin dinero no pudimos sacar.

Cuando el dinero es la herramienta para crear un producto de fuegos artificiales sin sustancia ni argumentos que den sentido a los personajes, la serie o película cae. Y esto pasa en muchos momentos de la última temporada. Un helicóptero militar, una habitación y túnel creados en pocas horas y una granada que estalla en un ascensor con dos personas dentro y que no les hace ni un rasguño, son suficientes escenas para que la credibilidad de la serie me haga abandonar a la misma.

Si todo esto ocurre en un contexto coherente de fantasía, me lo creo. Pero si tanto el director como el guionista presumen de la verosimilitud que caracteriza a la serie en cuanto a planear los atracos, esas «fantasmadas» no me las puedes hacer.

El «síntoma de la fantasmada» suele aparecer cuando por complejos quieres estar a la altura de grandes producciones americanas. Para ello, el español acomplejado sacrifica el guión para invertir en un envoltorio que seduce por su imagen pero no por su contenido.

Escribo esta opinión porque no quiero que la serie decaiga. Tiene muchas cosas buenas. Personajes como Berlín (Pedro Alonso) y El Profesor (Álvaro Morte) son la base dramática que sustenta todas las sub-tramas, a pesar que todo el argumento lo narra Tokio (Úrsula Corberó), una femme fatale que se le puede sacar aún más jugo y no utilizarla sólo para que repita constantemente «¿Te pone cachondo?»

Es una serie de momentazos, propia de los tiempos del mainstream, donde lo inmediato atrae a un espectador que no desea tener la sensación de perder el tiempo. Un símbolo, una estética y un mensaje, La casa de papel ha aplicado casi sin quererlo la psicología de masas, técnica la cual llevó al mundo a una Segunda Guerra Mundial.

Lo mejor de esta cuarta temporada es la tensión que le dan los personajes de Gandía (José Manuel Poga) y la inspectora Sierra (Najwa Nimri) a los últimos capítulos. Desde que Gandía se suelta las esposas la serie sube de nivel precisamente porque nuestros anti-héroes necesitaban a un villano a la altura que los pusiera en jaque mate, como le dice muy claro la inspectora Sierra al Profesor cuando lo encuentra.

<<Jaque Mate, hijo de puta>> es la última frase de la serie. Curiosamente, esta jugada final que sufre El Profesor es una buena metáfora de lo que le ocurre a la serie. Los propios guionistas, casi sin darse cuenta, han dado en la clave.

Namja Nimri
Namja Nimri como inspectora Sierra en La casa de papel

La serie ha sufrido un jaque mate. A partir de ahora, deberían reconsiderar el enfoque y centrarse más en la psicología de algunos personajes que aún falta por desarrollar. Río (Miguel Herrán), Tokio, Denver (Jaime Llorente)….no pueden sacar todo su potencial si lo único que dicen por su boca son frases violentas o de índole sexual en un contexto de armas, atracos y asesinatos.

El motivo del atraco debe acabar, y guiar a los personajes por unos caminos más profundos y que se encuentren en situaciones difíciles más a nivel personal que profesional. La falsa paternidad de Denver, un Profesor que debe sacar al Sergio que lleva dentro, la relación entre Tokio y Río mostrarla de una manera un poco más madura a partir de la experiencia que van reforzando a los personajes, y sobre todo no intentar agradar a todo tipo de público. Esto puede ser fatal, que se lo pregunten al personaje interpretado por Belén Cuesta, un sin sentido cuya presencia es un intento fallido de gustar a la comunidad LGTBi.

Hay muchos hilos que faltan por atar, personajes con gran carisma que tienen que desarrollarse más, como Sierra, digna adversaria de un mago del ajedrez que se creía que podía engañarnos a todos.

La serie me encanta, que conste. La música, Berlín, el montaje frenético, la emoción de varios personajes en algunas escenas, la cercanía y empatía que siento con muchos de ellos, el mensaje político y social que tiene… Por eso mismo no quiero que se rompa por culpa de hacerlo <<más espectacular, más grande>>

Porque si hacen eso, sacarán sus propios complejos y el espectador les acabará haciendo jaque mate.