‘Nosferatu’, la eterna belleza de lo claroscuro

Título Original: Nosferatu 

Director: Robert Eggers

Guion: Robert Eggers

Fotografía: Jarin Blaschke

Música: Robin Carolan

Productora: Focus Features, Stillking Films

Género: Terror, Drama, Fantasía

País de Origen: Estados Unidos

Duración: 132 min

Reparto: Bill Skarsgård, Lily-Rose Depp, Nicholas Hoult, Willem Dafoe, Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin

“El bello tiene una sola forma, el grotesco tiene mil.” — Victor Hugo

Con Nosferatu, Robert Eggers demuestra que el arte no solo revive lo clásico, sino que lo transforma en nuevas posibilidades. Su interpretación del inmortal mito no es simplemente un homenaje; es un redimensionamiento que eleva el concepto de lo grotesco como un aspecto infinito. Este remake no solo resucit

a al vampiro; lo recontextualiza como un eco de la condición humana y un testamento de nuestra obsesión con lo eterno y lo inmutable.

El terror no tiene rostro, pero si lo tuviera, sería el de Nosferatu. Eggers aborda esta figura con precisión, con una sensibilidad obsesiva, casi religiosa, por encontrar belleza en lo horrible. En sus manos, este remake es un rito cinematográfico, una ceremonia en la que tradición y reinvención se juntan en equilibrio. Eggers demuestra que los clásicos, lejos de pertenecer al pasado, son entidades vivas que esperan nuevas miradas para revelar su potencial.

Desde el primer plano, Eggers deja claro que no pretende repetir la historia que Murnau narró en 1922. Utiliza el esqueleto de la obra original como un lienzo sobre el cual desplegar su propio imaginario, uno que amplía la lectura de Nosferatu hacia un horizonte más humano y multifacético. La atmósfera opresiva original permanece intacta, pero aquí cobra vida con una dimensión psicológica y surrealista más profunda, una que refleja su sello como director.

Visualmente, Nosferatu se convierte en una obra 

maestra entre lo minimalista y lo barroco. Las sombras, lejos de ser un mero recurso estético, adquieren simbolismo y una vida propia, devorando los personajes y sumergiéndolos en el limbo entre lo humano y lo oscuro. El uso de la colorimetría es brillante, los tonos sepias y pálidos que nos sumergen en un ambiente decadente, más el uso del blanco y negro para el mundo difunto del conde de Orlok.  Los contrastes de luces y sombras, una evocación afectiva al expresionismo alemán, mientras que los escenarios; parecen materializar las pesadillas que Murnau insinuaba.

Lilly Rose Deep NosferatuLilly Rose Deep en una escena de Nosferatu (Foto: Universal Pictures)

El reparto en su conjunto es otro de los grandes aciertos de esta versión. Lily-Rose Depp, aporta una delicadeza que oscila entre la pureza y el surrealismo, haciendo su sacrificio profundamente trágico. Nicholas Hoult, representa a un hombre atrapado no solo por las circunstancias, sino por la fragilidad de su propia humanidad frente al horror que lo envuelve. Y luego Willem Dafoe brilla como el eje y mentor de este universo tan oscuro. Tampoco queda excepto de mencionar el arte conseguido por el equipo de VFX y maquillaje que ha logrado cerrar trayendo la vida la figura de Nosferatu que deseábamos.

El terror de Nosferatu no reside en los jumpscare ni los juegos. Aquí, el miedo es más primitivo, más visceral, un miedo que habita en lo inevitable. Eggers entiende que el verdadero horror proviene de las sombras que acechan dentro de nosotros, de las esquinas más oscuras de la mente humana. Un terror existencial que confronta con lo inmutable, las fuerzas incomprensibles que están fuera de nuestro alcance. Eggers construye un horror tan íntimo como universal, un recordatorio de que los monstruos son proyecciones de nuestras propias debilidades, ansiedades y deseos.

Nosferatu (2024) es una declaración de amor al cine y al arte. En un panorama cinematográfico saturado de entretenimiento superficial, la película destaca como un ejemplo de que los clásicos  sobreviven al paso del tiempo y que, bajo la dirección adecuada, pueden transformarse en algo aún más poderoso.

Eggers no solo honra al original, sino que lo trasciende, creando una obra que puede coexistir con el Nosferatu en dos caras de una misma moneda. Ambas películas necesarias, ambas tienen su lugar, y juntas forman un diálogo intergeneracional que enriquece la comprensión del vampiro y del cine mismo. Es la prueba de que el cine todavía puede ser arte, que todavía puede conmover, sorprender y aterrorizar.