spencer

‘Spencer’, escapar del fondo

Título original: Spencer

Año: 2021

Duración: 111 min.

País: Chile

Dirección: Pablo Larraín

Guión: Steven Knight

Música: Jonny Greenwood

Fotografía: Claire Mathon

Reparto: Kristen Stewart, Jack Farthing, Timothy Spall, Sally Hawkins, Sean Harris, Richard Sammel, Amy Manson, Ryan Wichert, Michael Epp

Productora: Fabula, Komplizen Film, Shoebox Films, Filmnation Entertainment.

Género: Drama biográfico

Ficha en Filmaffinity

Una breve frase abre Spencer, la última película de Pablo Larraín: «Una fábula sobre una tragedia verdadera». Es admirable cómo a partir de estos tres sustantivos el cineasta chileno articula todo un universo cinematográfico, tan conflictivo y contradictorio, que encuentra siempre su razón de ser en las disonancias, en esos diálogos estéticos que riman en el reproche. Diana Frances Spencer, más conocida como Lady Di, fue siempre la nota en discordia, un anacronismo. Quizás por eso el ejercicio conceptual de Larraín se base en tratar a la figura y el fondo como antónimos, como dos elementos que se rechazan, que se dañan, que se confunden.

Dentro de una cinta tan marcada por su imagen desteñida (tan contraria al hedonismo cromático de su anterior proyecto, Ema, por una textura grisácea que difícil es de diferenciar de la misma niebla, la princesa Diana de Kristen Stewart (indiscutiblemente maravillosa) es la fuente de un color intruso, molesto e inconsecuente en el espacio que habita. Como un brochazo de Pollock sobre un Velázquez, como una lata de sopa Campbell colocada estratégicamente en un museo de arte.

Este intento de la cultura pop por no ser devorada por un tradicionalismo manierista también se materializa en la asombrosa (de verdad, la mejor del año) banda sonora de Jonny Greenwood (habitual de Paul Thomas Anderson), articulada como si de un conflicto bélico entre la exactitud arcaica de la orquesta clásica y los sonidos contemporáneos del improvisado jazz se tratara. Al igual que también nos encontramos con este pulso formal a nivel visual, con una cámara que deambula entre una estabilidad protocolariamente militar y una sensualidad incontrolable, rebelde, propia de aquella que ansía la libertad por medio de la locura.

Spencer
Fotograma de ‘Spencer’ (2021) de Pablo Larraín

En resumen, Spencer es la lucha de una figura por no convertirse en fondo, por evitar que la atrape, al igual que ocurre en el Perro semihundido de Goya (cuadro que parece inspirar el póster de la película). Porque la que Larraín coreografía es una lucha, no contra el tiempo, sino contra un tiempo. «Aquí dentro solo hay un tiempo: el futuro no existe y el pasado y el presente son lo mismo», dice Diana. La propia película es consciente de la temporalidad contra la que se rebela y, a su vez, en la que se siente tan a gusto.

Un temporalidad que cristaliza y ralentiza a través de un espacio tan inmenso como opresor, que subraya la monumentalidad y a la vez la decadencia de la instituciones a las que solía enardecer, siguiendo las líneas de India Song (en contraste con una protagonista que observa esta pomposidad como la hacía Jean Renoir en La Regla del Juego).Con la principal diferencia de que, si era la dilatada duración del plano quien parecía invocar a esos pseudofantasmas en la película de Marguerite Duras, en Spencer es justamente el corte quien delimita el umbral entre la paranoia y la tristeza, entre los espíritus y la libertad. El montaje es un elemento disruptor más en el momento en el que coloca (justo a una banda sonora marcada por elemento tétricos) un sutil velo de género sobre un material contundentemente biográfico.

Porque sin duda estamos ante una historia de fantasmas (que quizás pudo serlo un poco más). Al fin y al cabo las miradas ajenas juegan un papel esencial en la película. El personaje de Stewart (de nuevo, perdón, maravillosa) no teme a los ojos que miran desde fuera del palacio, sino a los que ya están dentro. Larraín pincela una soledad hipocondríaca, acechada por unas paredes que todo lo ven y, sobre todo, todo lo juzgan. Es ahí cuando Spencer necesita rendir justicia poética en un tramo final que, sin llegar a la ucronía tarantiniana, decide reencuadrar (que no reescribir) la historia con tal de darle a Diana un final merecido.

Spencer
Fotograma de ‘Spencer’ (2021) de Pablo Larraín

Recordemos que, a fin de cuentas, estamos ante un biopic y, aunque no sea mi caso, entiendo que muchos estén leyendo estas líneas preguntándose qué tal funciona la película cómo tal. Sinceramente, no estoy seguro. Más que nada porque creo que estamos ante una obra que juega a documentar aquello que nunca pudo documentarse. Esta es una historia reprimida dentro de innumerables paredes, donde esa vida pública que tantas cámaras captaron no parece importar a Steven Knight, guionista de la película.

En una conversación que Diana lleva a cabo en la cámara frigorífica del palacio (hay también muchas sinergias con El resplandor, pero ahí ya no entro), pronuncia unas palabras que me rebotaron en la cabeza: «Las lentes de sus cámaras son como microoscopios que estudian un insecto, a mí». Jean-Luc Godard, por su lado, decía que «la cámara es como un microscopio que puede ver lo infinitamente pequeño o un telescopio que percibe lo infinitamente distante”.

La cámara de cine, por lo tanto, no debe hacer otra cosa que ver aquello que no se debería ver. El valor de Spencer recae en cómo Larraín decide centrarse, no en replicar en sus fotogramas lo preexistente en nuestro imaginario audiovisual respecto a la princesa, sino en reivindicar aquellas imágenes que sólo una cámara de cine podría haber capturado. Porque hay demasiado cine y (como si de sinónimos se trataran) deseo en esta propuesta, sin duda una de las mejores del año. Imposible no sentirse atrapado por este fondo y empujado por esta figura.

Lo mejor: La facilidad con la que se confunde una historia de fantasmas

Lo peor: Quien venga por lo enciclopédico se encontrará con una fábula

Nota: 9/10