‘El precio del mañana’ ya es la inflación de hoy

Al igual que con las hombreras y los acampanados en la moda, o en el cine con secuelas, precuelas y sagas (Top Gun, Batman, universo Star Wars y similares); también en la economía «todo vuelve»: crisis e inflación. Esa es una de las razones por las que resulta de vital importancia poseer una buena (o algo de) educación financiera.

Por si alguien no se ha enterado todavía, los precios están subiendo de manera vertiginosa. Así que como siempre, podemos recurrir a un buen puñado de películas para instruirnos y reflexionar un poco más sobre este gran problema.

Lo más habitual puede ser la inflación por demanda. Ya vimos el efecto ‘juguete Turboman‘, con su demanda exageradamente superior a la oferta. De ahí su ajuste de precios al alza. Una verdadera desesperación para Arnold Schwarzenegger y demás ansiosos compradores.

 

Si en pandemia la demanda se contrajo de sobremanera e incluso llevó a tasas negativas de inflación, ahora mismo ya supera esa barrera psicológica de los dos dígitos… En la siguiente escena de El gran salto (Joel Coen, 1994), sí se da un efecto rebote impresionante por el efecto de la demanda sobre los precios del aro ‘hula hoop‘.

 

Bien es cierto que el apocalipsis económico actual (guerra, post pandemia, el cheque en blanco del BCE…) es una situación bastante más compleja que la de un aumento fuerte de demanda. Lo que queda claro es que el vaivén de los precios puede tener el ritmo frenético de la montaña rusa (nunca mejor dicho) que muestra la escena.

Y es que la inflación no se sabe a ciencia cierta si es «buena, duradera o coyuntural». Pero es un auténtico lastre. Al gobierno de turno sí puede venirle de lo más bien. Paga menos por su enorme deuda y recauda vía impuestos bastante más. A las empresas les interesa que no se pare el consumo. El temor de subidas continuas de precio puede llevar a que nos apresuremos por lo general a comprar más anticipando y a ahorrar menos. Total, nuestro dinero cada vez va a valer menos

Ahora bien, una inflación de costes como es en buena parte la subida actual de precios, tiene repercusiones negativas para todos. El precio del gas y del petróleo son determinantes para la energía y el transporte con las que se sustenta todo el comercio internacional.

Ya sabemos lo que implica depender de terceros, sean rusos o sean países árabes. Una compleja e intrincada relación de dependencia del crudo saudita que desgrana La sombra del Reino (Peter Berg, 2007). Más concretamente en modo síntesis en su intro. Todo puede ir a peor, no sólo subidas desbocadas de precios, sino cortes de suministro. El temido apagón. Es lo que tiene carecer de estrategia como la Unión Europea y dar palos de ciego con la política medioambiental y energética (y monetaria).

 

Pero si queremos hablar de catástrofes económicas, y de hiperinflación, recurramos a los verdaderos campeones: argentinos y venezolanos son especialistas en la materia. Deuda externa, impresión de moneda a mansalva, dobles divisas…

Hay una película argentina genialmente estrambótica por su trama y diálogos, que refleja perfectamente estos desajustes económicos. 76-89-03 (Cristian Bernard y Flavio Nardini, 2000), donde encontramos tres personajes de los que se cuentan peripecias durante tres etapas diferenciadas pero igualmente traumáticas en lo socioeconómico. Aunque fue filmada en el 2000, ya preveían que en 2003 no se daría una situación muy positiva para la economía argentina. Cada una de estas tres etapas da el título de la película, años recurrentes de crisis.

Es particularmente interesante una escena en la que los tres protagonistas beben en un bar y a lo largo de la noche les cuesta cada vez más beber porque van aumentando los precios en el establecimiento. Pasan de 5.500 australes cada uno a 7.500 australes por la misma cantidad de copas en apenas una hora. Es el momento álgido de la hiperinflación de Argentina.

 

En otro momento de la película, se ven obligados a reunir una cantidad importante de dinero. Sin embargo, ya nadie les acepta australes por la hiperinflación y la consecuente depreciación de la moneda. Por lo que no tienen más remedio que ir al mercado negro cambiario y comprar dólares estadounidenses, nadie quiere correr ningún riesgo inflacionario con moneda local. Un problema muy recurrente cuando se dan casos hiperinflacionistas y desgraciadamente muy típicos de las economías latinoamericanas más inestables.

 

Este episodio de la inflación es una de las grandes preocupaciones de otro de los mayores expertos de la historia. Alemania está obsesionada con el control de la inflación, y de Europa, ya sea a base de bombas o manipulando la Unión Europea. Los alemanes, tras la hiperinflación de la República de Weimar (1923), vieron muy claro el problema.

Como muestra de la importancia que tiene la inflación como elemento desestabilizador de una economía, tenemos el ejemplo de la fabulosa Los falsificadores (Stefan Ruzowitzky, 2007). Karl Markovics es reclutado a la fuerza en un campo nazi para intentar desestabilizar a EEUU e Inglaterra imprimiendo billetes (falsos por supuesto) de dólar y libra esterlina, e inundando sus economías con ellos. Curiosamente aún hay teóricos y políticos que defienden a ultranza lo de la impresora de billetes para acabar con las crisis y relanzar economías… En ocasiones hasta el propio SuperMario (Draghi) y el BCE, economía con anabolizantes y así estamos ahora…

 

In time: El precio del mañana (Andrew Niccol, 2011) es sin duda, otra buena referencia. Una entretenida película distópica que reflexivamente da mucho juego. Además de su crítica más evidente al capitalismo financiero y a las desigualdades sociales, se puede reinterpretar como película antiinflacionista.

De igual manera que el malvado y darwinista banquero del tiempo Weis (Vincent Kartheiser), es el Estado el que te puede atracar vía impuestos e inflación como aseguran los economistas liberales. No en vano, un exponente del comunismo y del estado planificador de todo como el propio Lenin, aseguraba que «la forma de aplastar a la burguesía es molerla entre las piedras de molino de los impuestos y la inflación».

Justin Timberlake y Amanda Seyfried se opondrán (a las desigualdades sociales del sistema y) a los efectos perniciosos de una desenfrenada inflación impulsada por esa arquitectura socioeconómica de Weis, que no les da literalmente tiempo ni para respirar. El coste de la vida, en su sentido más estricto y personificado en los protagonistas.

 

En definitiva, como todo en la vida la moderación es virtud. Podemos asumir como buena una inflación no superior al 2%, e incluso pagar impuestos razonables. Sólo queremos respirar un poco como Timberlake. Todo lo demás ya es abusar.