La leyenda del Escanyapobres
Àlex Brendümulh y Mireia Vilapuig en L'escanyapobres

‘La leyenda del Escanyapobres’, notable western paellero sobre el capitalismo y la avaricia

Título original: Escanyapobres

Año: 2024

Género: Wéstern / Siglo XIX

Duración: 102 minutos

País: España

Dirección: Ibai Abad

Guion: Ibai Abad y Elisenda Gorgues / Novela: Narcís Oller

Reparto: Àlex Brendemühl, Mireia Vilapuig, Laura Conejero, Quim Àvila Conde, Juli Mira, Boris Ruiz…

Fotografía: Maria Codina

Música: Raquel Sànchez

Compañías: Abacus, Mayo Films, Nakamura Films
(SPOILER, preferible lectura después del visionado)

La sensación de volver a ver un wéstern es siempre de excelso. Pensar en que no he podido experimentar esa época hollywoodense y en el ámbito cultural, quiero decir, me desploma. Esa tecnología —atrasada comparada con la actualidad—.

Los inicios del heavy, del glam, del progresivo y, más o menos, del rock (los del rock and roll, como tal, fueron en 1950). El auge de la Nouvelle Vague con François Truffaut, Agnès Varda, Jean-Luc Godard, Alan Resnais, Jacques Rivette y Éric Rohmer. El principio de los blockbusters. La época dorada de Hollywood (1920-1960 aproximadamente) con los magnates del wéstern: John Ford, Sam Peckinpah, Sergio Leone (Spaghetti Western), Howard Hawks, Clint Eastwood… Y ahora vivo en una sociedad de mierda donde solo importan los likes y el reguetón —de las mayores aberraciones que ha creado la humanidad—.

Solo importan las redes sociales, la inteligencia artificial —ojalá nos invada— y lo que está de moda —la película o canción que ya tenga más de seis meses de antigüedad significa «antiguado» y se olvidan—. Vergüenza de generación(es).

Como me pongo un poco (bastante) tenso con estos temas, mejor voy a hablar de la nueva y segunda película de Ibai Abad —para eso estoy aquí—, director de La chica de la canción y futuro debutante en serie con Olympo. Este estreno de la cartelera del 29 de noviembre es una adaptación de la novela —no la he leído— de 1884 de Narcís Oller, uno de los grandes narradores de finales del siglo XIX y principios del siglo XX considerado el primer novelista catalán moderno.

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Mireia Vilapuig y Laura Conejero en ‘La leyenda del Escanyapobres’ (Carácter Films)

La historia se sitúa a finales del siglo XIX, en el pueblo de La Coma. Poniendo el foco en una familia campesina de padre, hija joven adulta —Cileta, la protagonista— e hijo preadolescente escasa de dinero. Trabajan duro pero no es suficiente para Oleguer, el usurero que se presenta rápida y agresivamente en la masía de la familia pidiendo el cobro. «¡Una semana más!», le grita el padre escondido desde dentro. De ahí en adelante, todo se narra con una apacible mirada sobre el trabajo —de aquella época— para conseguir pagar la deuda junto con Oleguer en la masía mientras ronda por el bar del pueblo un noviete de Cileta que la intenta convencer de irse a Barcelona, para una nueva vida.

Es obvio que todo se complica poco después. Todo se vuelve más perturbador, sombrío, perverso. Oleguer no para de meter presión a sus deudores, con alguno le basta con las palabras, a otros los tiene que extorsionar físicamente para que cumplan. Constantemente consigue de vuelta sus dineros. Y da la casualidad de que muere el notario y aprovecha la oportunidad de casarse con la mujer rica del pueblo.

Todos estos sucesos recurren míseramente y avariciosamente al dinero y la riqueza. A la obsesión por la protección de aquello que, desgraciadamente, en este mundo, te da más prestigio que la intelectualidad o cualquier cosa por el estilo: sigue siendo el dinero ¿qué te pensabas que iba a ser?

A excepción de alguna escena más dramática donde la actuación de Mireia Vilapuig —que impide creérmela solamente en ese momento— deja notar que todavía está en el principio de su carrera, la actuación de la misma, de Àlex Brendemühl —hay momentos en los que su cara, su mirada y su gestualidad cuando se «divierte» con el dinero me recuerdan a Gollum— (Truman, No mires a los ojos , Madre ) y de Laura Conejero escalan hasta el notable, a la vez de una fotografía y un diseño de producción demasiado perfectos para ser una producción lo suficiente humilde para un wéstern: Ibai, el director, declaró que no hubo casi presupuesto; <<Cuando no hay dinero, hay ingenio>>, añade. <<Tuvimos la suerte de encontrar un palacio que coincidía con el del libro. El palacio se caía por los lados>>, proseguía. Y, sin duda, les ha venido estupendo para no gastarse un solo céntimo también, porque gracias a eso también pueden mostrar la extrema tacañería del cínico matrimonio.

<<No hace falta irse a Estados Unidos o, como mínimo, a Almería para poder hacer un wéstern, decidimos hacerlo en el mediterráneo porque también existen otras localizaciones y paisajes para hacer este género por España, y lo hemos conseguido>>, declara el director. Y se pueden observar elementos clásicos del género como los campos de trigo o las vías del tren y la gente acercándose a observar. También la manera de retratar el tren como mensaje capitalista como Ford hacía.

Destaco en este wéstern paellero el juego provocativo entre los personajes y sus oscuridades —Oleguer y Cileta— con el dinero y el arrollador y atractivo sonido de las monedas para recurrir al amor y al sexo: la pasión sexual de los cuerpos y las monedas; un sonido intenso que juega con la psicología de los personajes radicalmente. Imagino que es ingenio.

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LO MEJOR: el ingenio con poca economía
LO PEOR: que la película sea en valenciano/catalán porque interesará menos al público, desafortunadamente.
8