Hay una diferencia bien definida entre el cine bélico (como reconstrucción ficticia del hecho histórico y, en ciertos casos, como discursos críticos contra la guerra) y del partidismo-cinematográfico de lo bélico, de la guerra: el cine belicista. Curiosamente, por Hollywood han pasado directores de cine que han hecho cine sobre la guerra, pero con un discurso antiguerra o crítico contra ella: por ejemplo, películas como Senderos de gloria (1957) o La chaqueta metálica (1987) de Stanley Kubrick.
Ante nuestra visión, sería un deseo o, incluso, un acto de fe que estos adjetivos, como el cine belicista, no tuvieran posibilidad de existencia en la comunicación y en el lenguaje del cine. Pero, existen. Veremos que, en Hollywood, ha habido y hay películas que tienen un discurso profundamente laudatorio sobre la ideología de la guerra.
El cine, en su historia, no es excluyente de proyectos de propaganda para engrandecer/embellecer los “valores” de lo bélico. Qué decir, por ejemplo, de todo el ejercicio ideológico-cinematográfico que se construyó durante toda la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. ¿Pero, existe guerra no-violenta, aunque esta sea fría? Y si el cine es un campo de guerra fría, ¿quién sufre el campo de la guerra caliente?
El cine de vida y el cine de muerte
El ser humano siempre ha sido violento, racista, misógino, explotador, beligerante, etc. Esta es una de las falacias más peligrosas que se ha construido en el imaginario moderno. La guerra no es algo indisoluble de la condición humana. Quitarle la vida a otro ser humano no pertenece a las leyes de la naturaleza, seguramente.
En este sentido, nosotros identificamos dos tipos de cine: el cine que, en esencia, es partidista de la vida y el cine que, en el fondo, es apologético de la muerte. El cine belicista cae en esta última categoría. En su esencia, no tiene otro propósito estético más que ese: embellecer los cánones de quitarle la vida a otro ser humano o destruir civilizaciones completas con la justificación de la defensa nacional.
Por otro lado, el cine de vida no es nada más el que nos muestra las maravillas de la vida. Se puede pensar en grandes obras (incluso, trágicas con la muerte, de cierta forma, de los protagonistas) que nos muestran la belleza de la vida en su totalidad: por ejemplo, Into the Wild de Sean Penn. O, incluso, películas que nos muestran perder lo mejor que tenemos, pero recuperar eso que consideramos como valoración humana: por ejemplo, Paris, Texas de Wim Wenders.
El cine de muerte en Hollywood
El cine de Hollywood no se escapa de estas dos categorías (aunque una más cargada que la otra). Ya mencionamos que por Hollywood han pasado una serie de directores que han hecho grandes obras críticas con el tema bélico. Recordamos a Kubrick, pero qué decir de Francis Ford Coppola y su obra maestra Apocalypse Now sobre el conflicto en Vietnam. Esta película muestra, desde un enfoque crítico, los verdaderos horrores del entorno bélico: la dominación violenta de uno (el imperialista y “civilizado”) hacia el otro (el dominado y “bárbaro”).
Ahora, ¿qué hay con el cine belicista y de muerte en Hollywood? ¿Ha habido obras belicistas y con un discurso profundamente apologético sobre la guerra? Por supuesto, en la historia del cine hemos visto pasar películas, por ejemplo, como El Álamo de John Wayne retratando la historia oficial y de los vencedores: un elogio de la dominación violenta de un país contra otro. O, también podemos ver, del mismo John Wayne, la película Boinas verdes: una absoluta propaganda de la invasión e intervención militar en Vietnam (los “civilizados” aniquilando a los “bárbaros comunistas” de Vietnam).
En tiempos más recientes, sin duda, podemos ver este tipo de cine belicista, por ejemplo, en la película Top Gun: Maverick. En esta película, el personaje de Tom Cruise debe entrenar a un grupo de pilotos para cumplir la misión de destruir unos misiles de un enemigo. ¿Se dice claramente quién es el enemigo? No, pero se logra establecer definitivamente la dualidad de la bondad de los civilizados (el grupo de pilotos norteamericanos y salvadores) y la maldad de los bárbaros (los enemigos del mundo).
En tal sentido, el cine belicista evidencia una profunda crisis en el entorno cinematográfico hollywoodense. Se hace toda una estética visual, un embellecimiento de lo que debería ser rechazado por todos: la guerra. Ni qué decir de la élite del cine como las productoras que siguen financiado intencionalmente este tipo de proyectos o los festivales de cine que continúan galardonando a la apología bélica.
Desde nuestra perspectiva, todo conflicto se puede resolver sin llegar a una instancia violenta, si es que se dispone a hacerlo. Y si el cine, en estos casos, es el instrumento que incentiva el conflicto, entonces es igual de belicista. Si el cine se presta a tales propósitos, entonces es corresponsable de la ambientación para lo peor, para lo indeseable, para perder lo mejor: el conflicto violento que nos hace perder hijos(as), esposos(as), seres humanos, la vida en el sentido biológico.