Hunger Hambre

‘Hambre’, de éxito laboral y aspiración social

Título original: Hunger

Año: 2023

País: Tailandia

Duración: 146 mins

Dirección: Sitisiri Mongkolsiri

Guión: Kongdej Jaturanrasamee

Fotografía: Nathamon Thatthanakan

Reparto: Nopachai Chaiyanam, Chutimon Chuengcharoensukying, Gunn Svasti Na Ayudhya, Bhumibhat Thavornsiri, Kenneth Won, Varit Leesavan, Kyutae Oppa, Lalita Paisarn, Ratchawat Vichianrat

Productora: Netflix, Song Sound Production

Distribuidora: Netflix

Género: Drama | Suspense | Asiático

Ficha en Filmaffinity

Esta propuesta (tailandesa) se desenvuelve bien entre varias disyuntivas. Como no puede ser de otra manera, la dificultad de acceder al ascensor social como temática recurrente en el cine asiático. Lo complejo que resulta salir de la pobreza en sociedades con dualidades socioeconómicas muy acentuadas. Un problema clásico sobre todo de países emergentes, lo vimos en la india Tigre Blanco o en la brasileña 7 Prisioneros (Moratto, 2021), películas también de la factoría Netflix, como el caso que nos ocupa.

Análogo también al afamado cine del coreano Bong Joon-ho (Parásitos) e incluso en otras más livianas como Crazy Rich Asians donde las aspiraciones sociales y el ansia material es un leitmotiv en si mismo para personas que ven ante sus ojos cómo otros se dan una supuesta gran vida de ensueño.

Otra de sus dicotomías gira en torno a la cultura del esfuerzo, frente a una visión más humana y emocional de la vida. La protagonista es una joven perseverante que seducida por el éxito y la motivación de prestigio social y laboral, se sume en una espiral de sacrificio y autoexigencia, la única manera de mejorar y perfeccionar la técnica. A pesar del escepticismo acerca de esa cultura del esfuerzo, es evidente que en ciertas ocasiones salir alguna vez de la zona de confort implica grandes desafíos y buenos rendimientos.

En los inicios de la película parece haber una evocación al exitoso formato MasterChef con un mentor/tutor/’coach’ (más bien dictador) inflexible y despiadado con sus subordinados. Con muchas similitudes con el método de aprendizaje que aplica J.K. Simmons en Whiplash (2014). Su división del trabajo y organización es cuasi castrense, abusa de los malos modos rozando el TOC. Unas exigencias de un perfeccionismo extremo que exaspera. Un jefe de los que se puede aprender/desaprender muchísimo.

Hambre
Fotograma de ‘Hambre’ y sus dos protagonistas (Foto: Netflix)

El esmero por el detalle es algo en lo que inciden los personajes, no es para menos. Es el otro gran punto de vista que ofrece esta entretenida producción. La especialización en cada tarea, la meticulosidad que hay en la cocina experimental es importante para los protagonistas.

Por cierto, gran detalle también en la producción con una fotografía muy estética. Decorados atractivos como restaurantes exuberantes, y planos de lo más sugerentes. Una excelente puesta en escena de menú degustación y locales no aptos para mileuristas.

Funciona también como una buena crítica al envoltorio superficial que rodea a la extravagante y supuestamente sofisticada alta cocina vanguardista. El marketing gastronómico hace irrupción con cierto toque de componente sensorial, en seguida nos damos cuenta de que se trata de apelar a la emoción una vez más. Es una de las grandes lecciones del maestro Chef Paul a la joven aprendiz: «Todo tiene que ser especial, para que se pueda vender a un precio elevado». Esto es aplicable a un móvil con siete cámaras de última generación, a un coche alemán con todo tipo de cachivaches o a un filete minúsculo rodeado de aderezos culinarios presentado como una artesanía de joyería.

Aquí de lo que se trata es de crear una experiencia que haga sentir especiales a los comensales y clientes. Ávidos de esa superficialidad y extravagancias culinarias, ya que la exclusividad es una de las cualidades más apreciadas por los adinerados. Y por los ‘aspirantes a’. «Lo que comes representa tu estatus social». No se trata de saciar el hambre, sino de validación social, el estatus te permite probar esas exquisiteces. La degustación de materia prima bien elaborada como signo de distinción social.

De ahí esos estrambóticos eventos sociales que muestra la película ahondando en las dicotomías que mencionamos al principio. Todo para regocijo de las élites empresariales y sociales que disfrutan con este tipo de acontecimientos esnobs por ese claro revestimiento de exclusividad y sofisticación. En ocasiones tan disparatados como esa ‘performance’ del bárbaro de The square (Östlund, 2017). Excentricidades sólo aptas para paladares trabajados en el lujo culinario gastronómico o artístico…

Hay un planteamiento con un aire en ocasiones demasiado emocional o sensiblero. Ahora bien, ¿hay algo más auténtico, sabroso o especial que una paella hecha con el cariño de tu madre, un guiso tradicional de tu experta abuela, o una buena fideuá hecha por tu voluntarioso padre? Seguramente ni el nitrógeno líquido ni la reducción de zanahoria desatomizada en espuma de patata dulce puedan superarlo, por muchos motivos obvios. A eso nos pretende guiar de forma algo ingenuamente conmovedora esta historia.

En definitiva, es una buena película para salir de otras propuestas más infantojuveniles o de acción palomitera tan abundantes en la ‘N’ roja. ¿Es todo una gran mentira? ¿Es  verdaderamente tan importante ser/sentirse especial como para hacer tantos sacrificios personales y laborales? Buenas cuestiones sobre las que reflexionar a base de unos buenos fogonazos de wok.

Lo mejor: una buena temática reflexionando sobre dualidad social, cultura del esfuerzo y éxito laboral, y con mucho marketing gastronómico.

Lo peor: no tanto su duración sino algunos matices algo sensibleros.

Nota: 7/10