En 1954, Godzilla llegaba al mundo de la mano de Ishiro Honda. Una bestia gigante que repartía destrucción y propaganda anti nuclear pintaba lo suficientemente bien como para ser el Rey de los Kaiju, así que al final lo sacaron en unas cuantas películas posteriores. Es más: la ciencia ficción de varios países ha estado bebiendo de esta hazaña hasta hace poco con Godzilla y Kong: El nuevo imperio (Wingard, 2024).
Aun así, desde aquel año el cine japonés se ha expandido hacia muchos otros estilos y formatos, llegando a Europa con Palmas de Oro (La balada de Narayama, Shôhei Imamura, 1983) y a Estados Unidos con Óscars (El viaje de Chihiro, 2001). Últimamente, algunos directores japoneses ya conocidos han vuelto a nuestras pantallas. Y aunque el cuerpo me pida comentar algo sobre El chico y la garza, tranquilos: este no es un artículo sobre Hayao Miyazaki.
Ryūsuke Hamaguchi, contemplación
En 2008, un joven Ryusuke daba el salto del mundo de la publicidad al del cine con Passion. Sólo diez años más tarde, con el estreno de Asako I & II, llegaba a la sección oficial de Cannes. El festival francés le concedió el premio al mejor guion tres años más tarde, junto a Takamasa Oe, por Drive my car (2021), que también se llevaría el Oscar a la Mejor película extranjera.
En un tiempo en el que las intenciones del director son constantemente sobreestimadas, Hamaguchi trata de plasmar la historia sin pretensiones, de manera honesta, aceptando la complejidad de la realidad. “Mi intención no es dar un mensaje con las películas (…) Lo que intento es expresar el mundo tal y como yo lo siento, incluyendo las cosas que no entiendo (porque nunca entendemos todo lo que sucede a nuestro alrededor)” señala. Y aunque su ritmo y su cámara son serenos, consigue enganchar al espectador con todo aquello que en la película no se ve ni se oye; sólo se intuye.
Existe algo arriesgado en contar sin convencer, y es que a veces el resultado es tan complejo que el recibimiento es algo confuso. Así ha sido con El mal no existe (2023), drama sobre un pueblo cuya naturaleza está destinada a padecer los prejuicios de la construcción de un glamuroso camping, contada a través de los personajes de Takumi (Hitoshi Omika) y su hija Hana (Ryo Nishikawa).
Aunque la fotografía merece mención aparte, el verdadero protagonista de esta cinta es el sonido. El proyecto nació en torno a la música de la compositora Eiko Ishibashi, y el resultado final lo refleja: es una película para explorar con otro sentido. La historia, bien desarrollada y dejando espacio para la interpretación del espectador en varias ocasiones, hace reflexionar a la vez que descoloca. Y, aunque no se espera el impacto de Drive my car, en Venecia se llevó el Gran Premio del Jurado en 2023.
Takashi Miike, violencia
El director de Audition (2000) no siempre quiso hacer cine. A sus 18 años, Miike escuchó un anuncio en la radio donde ofrecían un curso de dirección de fotografía, y unos años más tarde ya estaba rondando el V cinema. Y es que a su cine, controvertido por su violencia, no le venía mal el formato hogareño para sortear un poco la censura de las salas japonesas.
Así se ofreció la trilogía Dead or Alive (1999), yakuzas sobre mafias japonesas con muy buen recibimiento en el país. En la línea, Ichi the killer (2001), adaptada de un manga homónimo, fue prohibida o proyectada con cortes obligatorios en varios países. Entre su extensa filmografía, tal vez es más conocida su obra sobre samuráis: 13 asesinos, que ganaba el premio del público en el festival de Sitges 2010, o Hara-kiri: Muerte de un samurai (2011), nominada a mejor película en Cannes.
Habiendo dirigido un centenar de piezas (entre series, cortos y películas) es evidente que el ritmo del director es más que acelerado. Si quitamos las series, sus últimos trabajos son Midnight y Lumberjack the Monster. Midnight, una adaptación de 18 minutos del manga de Osamu Tezuka, ha sido grabado enteramente con un Iphone 15 Pro. Aunque a priori el encuentro entre chica dura y joven misterioso parezca algo simplista, el resultado final balancea muy bien los elementos del corto: la intensa acción de la trama, espectacularmente captada por una cámara ágil y más versátil de lo esperado (teniendo en cuenta que es un móvil), nos deja con ganas de más.
Tal vez no sea el caso con Lumberjack the Monster, también adaptación de una novela de Mayusuke Kurai, un slasher movido por la sed de venganza. Un abogado perturbado decide extraer cerebros despiadadamente tras ser atacado por un asaltante enmascarado. Lo tiene todo para entretenernos, pero al público de Sitges 2023 (fue nominada a mejor película en la Sección Òrbita) le faltó sangre. Por suerte para todos, Miike participa en Chain Reactions, un documental de Alexandre O. Philippe. sobre la influencia de La matanza de Texas (Tobe Hooper) cincuenta años después de su estreno. La cinta ha sido galardonada con el Premio al mejor documental sobre cine en el festival de Venecia.
Hirokazu Koreeda, realidad
Hablando de documentales, aquí llega Koreeda. A pesar de que fueron su forma de meter cabeza en el mundo del cine, sus 11 documentales grabados entre 1991 y 2008 son poco conocidos.
En 1998 el director hacía su aparición por el Festival de Cine de San Sebastián ganando el Premio FIPRESCI por After Life, película que aunaba los elementos de los que se teñiría su cine en los años venideros: memoria, pasado, realidad. Después vendrían, a ese mismo festival, Still Walking (2008), Milagro (2011) y De tal padre, tal hijo (2013).
Un asunto de familia se quedaba con la Palma de Oro en Cannes 2018, y su último estreno, Monstruo (2023) ganaba el premio a mejor guión en el mismo. En la película se aborda el tema del bullying a través de la historia del joven Minato (Soya Murokawa), con las figuras del profesor y su madre muy presentes. En esta cinta, vuelve a elegir a personajes envueltos en núcleos familiares con conflictos cotidianos pero muy transcendentes para sus vidas. La chispa reside en el abordaje de la persona: la recorre desde diferentes ángulos, tratando de romper los esquemas en los que solemos clasificar una conducta como buena o mala.
La realidad es algo mucho más complejo de lo que concebimos, y al simplificarla pecamos de reduccionistas. Koreeda nos obliga a afrontar la magnitud de un ser real y múltiple, y nos hace amarlo.
Yoji Yamada, variedad
No sé lo que buscas, pero seguramente lo encuentres en la filmografía de Yoji Yamada. El director ha pasado gran parte de su carrera con el estudio Shochiku, dedicado tanto al cine como al kabuki (una antigua forma de teatro japonés que combina actuación y canto).
Con más de 120 películas a sus espaldas, el osaqueño lo ha probado todo: dramas familiares, comedias tradicionales, romances feudales, terror, documental, cine samurái, sagas sobre fanáticos de la pesca, fantasmas post bombas atómicas…
Yamada surfeaba de la mano del público con su serie de películas Tora-San (1969- 1997) mientras la nueva ola japonesa inundaba el Japón de la posguerra. Las historias sobre los desengaños amorosos del vendedor ambulante distaban un poco del dramático romance del protagonista de El ocaso del samurái (2002), otra de sus grandes obras, nominada a mejor película extranjera en los Óscars.
En 2013, el remake de Cuentos de Tokio (1953, Yasujiro Ozu), Una familia de Tokio, ganaba la Espiga de Oro al mejor largometraje en Valladolid. Este año, el objeto predilecto del director, la familia, vuelve a colarse en el guion en Una madre de Tokio. En la película, Akio Kanzai (Yo Oizumi) trabajador en una exitosa empresa, decide volver a visitar a su madre (Kanzaki Fukue) cuando todo en su vida parece tambalearse. Los días venideros serán una oportunidad para redescubrir la vida del otro.
Una trama intensa no siempre tiene que ser emocionante, y este es el ejemplo perfecto. Con lo que parece ser un guion algo lineal, la película consigue llevar a la reflexión sobre las relaciones cotidianas, y revela de una forma sutil una cruel verdad: el amor es necesario, pero insuficiente para mantener el vínculo con aquellos que nos quieren. Akio necesitará comunicación y tolerancia para afrontar lo que viene. Como aspecto negativo, en la película se sacrifica la evolución de algunos personajes, dejándonos con ganas de conocer el final de sus propias historias.
Quien sabe. Tal vez en su 94 cumpleaños Yamada nos sorprenda con algún género todavía desconocido.