Título original: The courier
Año: 2020
Género: Drama, Thriller, Histórico
País: Reino Unido
Director: Dominic Cooke
Guion: Tom O’Connor
Reparto: Benedict Cumberbatch, Merab Ninidze, Rachel Brosnahan, Jessie Buckley, Angus Wright, Kirill Pirogov, Iva Šindelková, Vladimir Chuprikov, James Schofield, Fred Haig, Emma Penzina, Mariya Mironova, Anton Lesser, Miles Richardson, Keir Hills, Petr Klimeš, Zeljko Ivanek
Música: Abel Korzeniowski
Fotografía: Sean Bobbitt
Montaje: Tariq Anwar, Gareth C. Scales
Productora: 42, FilmNation Entertainment, SunnyMarch
Distribuidora: Diamond Films
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Me encantaría poder decir que El espía inglés, la nueva película de Dominic Cooke (En la playa de Chesil), es algo menos contenida y limitada que su título, menos directa al grano, más sutil. Pero el nuevo vehículo actoral de Benedict Cumberbatch no es mucho más que lo que su título sugiere (en realidad, el espía Greville Wynne era galés, pero esto nunca ha supuesto un problema en aquellos lares, ¿verdad?).
Ambientada durante el gobierno de Nikita Khrushchev en la Unión Soviética, la película escrita por Tom O’Connor (El otro guardaespaldas y El otro guardaespaldas 2) cuenta la historia de Wynne, un comercial con una carrera bastante exitosa al que, por su carácter achispado y su nula experiencia en asuntos políticos, una alianza entre la CIA y el gobierno británico decide enviar a establecer contacto con una fuente soviética.
Dicha fuente, con el nombre en código Ironbark (la película llegó a proyectarse con este título, antes de cambiar al mucho más genérico The Courier), es Oleg Penkovsky (Merab Ninidze), un alto mando del gobierno comunista, condecorado múltiples veces en el ejército y convertido en traidor por un presidente al que considera caótico e impulsivo, la última persona que debería poner las manos sobre el botón nuclear.
Penkovsky y Wynne desarrollarán, gracias a múltiples viajes en los que los negocios son la excusa y la filtración de documentos oficiales el objetivo, una relación más allá de la profesionalidad: conocerán a las esposas, harán regalos a los hijos y, sobre todo, pasearán por Londres y Moscú durante largas horas.
Una de las cosas más interesantes de la película es que fuerza, de alguna forma, a creerse la relación de amistad entre sus protagonistas; debido al peligro que supondría ser atrapados, gran parte de las conversaciones en que se ven envueltos giran en torno a todo menos aquello de lo que realmente necesitarían hablar, llevando a los personajes de Cumberbatch y Ninidze a conocerse bien y convertirse en amigos.
No vengo aquí a decir que El espía inglés sea una película hipnotizante: lejos de serlo, Cooke ancla la narrativa en torno a una interpretación colosal de Cumberbatch, que viaja por todos los posibles registros, de la comedia alcoholizada al drama más duro posible. Y en cierta forma… funciona; es cierto que no enamora, pero tampoco es aburrida ni de lejos.
Quizá esta extrema corrección y sobriedad la lastran, capan su posibilidad de convertirse en una película realmente especial, e incluso limitan sus oportunidades de hacer juego en premios (por brillantes que resulten Cumberbatch y Ninidze).
Pero es cierto que la historia que cuenta El espía inglés, con sus viajes constantes, su juego al thriller, su caída en el drama, su subtrama de desamor cogida con pinzas (qué poco te valoran, Jessie Buckley), su relato de sacrificio… abarca demasiados temas para hacerla de otra forma; inclinarse demasiado al thriller rompería el equilibrio dramático, de la misma forma lo opuesto, y Cooke puede no ser un genio del cine, pero es más que competente como para saber cuáles son las fortalezas de su película, y sabe apoyarse en ellas en todo momento para producir una historia que hará las delicias de quienes busquen un drama adulto bien narrado.
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Lo mejor: es notable en todos los aspectos, y mantiene un excelente equilibrio entre todas sus partes.
Lo peor: ese mismo equilibrio impide que nada resulte realmente destacable.
Nota: 6/10