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‘Estoy pensando en dejarlo’, Charlie Kaufman domina la cuántica

Título original: ‘I’m Thinking of Ending Things’
Año: 2020
Duración: 134 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Charlie Kaufman
Guion: Charlie Kaufman (Novela: Ian Reid)
Música: Jay Wadley
Fotografía: Lukasz Zal
Reparto: Jesse Plemons, Jessie Buckley, Toni Collette, David Thewlis
Productora: Likely Story. Distribuida por Netflix.
Género: Drama/ Intriga

Ficha en Filmaffinity

El último rompecabezas de Netflix empieza con un monólogo interior larguísimo. Charlie Kaufman nos hace saber de inmediato que por muy inteligente que sea, la narradora no es especial, que a su alrededor miles de invisibles secundarios están muriendo en el olvido mientras cuentan su propia historia. Sus pensamientos tampoco son especiales. Todo el mundo sabe o intuye qué le pasa por la cabeza. A pesar de eso ella es inteligente. Es incluso ingeniosa. Parecido razonable con Natasha Lyonne de Muñeca Rusa.

El tiempo, qué concepto. O más bien, el montaje de Robert Frazen que lo hace fluir a través de los personajes. Asesta el golpe de efecto junto al DOP Łukasz Żal que encuentra los planos expresivos dentro del coche gris, sabe reservar un par de retablos preciosistas para poner a Lucy sola contra el fondo, familiar, existencial, un destello pelirrojo en una noche de ventisca. Y a las órdenes del director, dicho sea de paso, un etalonaje que parte de la época de Spike Jonze (Como ser John Malcovich) y Michael Gondry (Olvídate de mí) como centro identitario de la carrera de Kaufman.

La poesía también encaja en esta ensoñación nihilista. Algo que me gusta es que el género que recita Lucy (El Rotten Tooth Perfect Mouth de Eva H. D.) tenido su auge sólo después que se sature la autopublicación (y la autoficción) de libros tras la crisis editorial. Todos escribimos, al fin y al cabo. Todos lo mismo. Lo que nos lleva de nuevo a Synecdoche, la película más próxima en esta filmografía que también jugaba al teatrum mundi de Oscar Wilde, lo que en la metanarrativa del milenio es The Egg.

Hasta aquí todo mal. Somos pequeñas hormigas en el desfiladero. La desesperación se dibuja en los rostros de los personajes, la sonrisa torcida y evasiva de Jesse Buckley, la desesperación perpetua mantiene a todos al borde del llanto nervioso. Toni Collette se come la cámara y la regurgita una y otra vez. Y yo vivo en la fantasía del guionista de un mundo mediocre antiamericano donde todo el mundo parece ir a terapia y tiene conversaciones gravemente incómodas a las que responden con cara de estreñido.

Estoy pensando en dejarlo es la verdadera novela crepuscular, incluso corpuscular. La cuántica impregna los razonamientos de la protagonista física y poeta, plantea este viaje como un secuestro en un punto que se mueve adelante en el tiempo. Se trata así una de las claves del surrealismo y el realismo mágico: que todas las metáforas de tu cabeza se deben tomar como literales. Seguidamente, se entra en un torrente trepidante de ideas enlazadas, contrapuestas, oníricas…

Y es que Kaufman piensa demasiado, su pensamiento duro y literario llega a canibalizar los propios libros, como El Ladrón de Orquídeas, porque no le da miedo añadir su propia voz y comentario en su adaptaciones cinematográficas (si alguien lo hiciera en una novela, saldría algo como La casa de hojas). Sus guiones tienen un encanto patoso. Su voz que llega turtuosa, pero llega, a la par más cercana.

El director se sublima en una ficción densa de apariencias y engaños que funciona a doble fondo, algo que se ve en el uso brillante de las referencias. Kaufman añade cual recortes de periódico reflexiones sobre los poemas que ha leído, los ensayos de La Sociedad del Espectáculo, el cine, la música popular… Es un nuevo posado del director abiertamente intelectual. Mientras los personajes lucen saber de teoría crítica a la verborreica manera de Woody Allen, sus debatidas referencias dan puntos de anclaje simbólicos y de perspectiva a un cine que se sabe complicado e incluso vago.

Tan intricado es el guion que se resuelve de manera también metafísica, no diremos como. Como en los musicales, cuando se llega al límite de la elocuencia verbal se debe cambiar también de registro. Algo para que el fondo de tu mente decida el final. Como el cine de David Lynch, que te pide verlo lento, que te deja pensando durante los créditos. Todavía más como ese cine porque aquí hay puntos de Mullholland Drive y Carretera Perdida, mientras que la estructura recuerda a Inland Empire.

Llegados a este punto es imposible saber qué tanto del libro de Iain Reid nos ha llegado, nos hacen falta las reseñas, pero sabemos que el golpe ha sido exitoso. Y el catálogo lo sabe. Estoy pensando en dejarlo entra hoy en el mainstream. Atentos a la fama de Kaufman después de Netflix.

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Lo mejor: raramente disfrutable a pesar de sus largos tempos. Salidas de tono y histrionismo marca de la casa.

Lo peor: mares de diálogo y un viaje que no va a ninguna parte.

Nota: 9,7/10