The Minister (2020) es otra excelente miniserie de apenas ocho episodios emitida actualmente por AMC, canal que tiene en programación otras muy buenas miniseries como la ya comentada de El Colapso.
En este caso, estamos ante una miniserie de ese otro estilo nórdico. El estilo nórdico de serie de temática económica y política, tan interesante o más que el de intriga policiaca y crimen del ‘nordic-noir‘. The Minister será de interés para los amantes del género y de otras nórdicas como El gran fondo o la conocida Borgen. Series que tan poco tienen que envidiar a similares estadounidenses, aun siendo menos conocidas.
Además son pocas las oportunidades de ver una producción islandesa, y la verdad es que no es para nada mala experiencia. Habituados o no a consumir cine de latitudes menos prolíficas en comparación con las de EEUU, Reino Unido, Francia, etc; alguna que otra película islandesa puede tener cabida.
Y es que las Oro blanco, Y respiren normalmente, Las marismas o Ártico (aparece el danés Mads Mikkelsen); tienen su punto de interés. En ellas podemos percibir el carácter y la idiosincrasia de esa sociedad, más allá de los espectaculares paisajes gélidos y volcánicos «propios de otro planeta».
Tal vez se asocie Islandia y cine únicamente por esa comedia musical reciente de Netflix con Will Ferrell y Rachel McAdams titulada Festival de la Canción de Eurovisión: la historia de Fire Saga. O sin duda a través de las aventuras de Ben Stiller por este país en la versión contemporánea de La vida secreta de Walter Mitty.
En The Minister, Ólafur Darri Ólafsson (Atrapados,Trapped) es Benedikt Rikardson quien se erige en Primer Ministro de Islandia gracias a su traza de político disruptor e innovador. Intenta valerse más del pragmatismo que del partidismo y los dogmas políticos tradicionales. Un auténtico volcán en riesgo de erupción para la política islandesa y europea, en muchos sentidos.
Con un estilo campechano e inicialmente sobrio se dedica a hacer todo tipo de propuestas socioeconómicas de gran calado que inquieta incluso a los de su propio partido (Partido de la Independencia, conservador de la derecha). Sobre todo a su poderoso suegro, un influyente magnate de los negocios.
Hasta ahí, todo parece encajar respecto de esa corrección política, transparencia y honestidad de los países nórdicos. Pero ya vimos que estos países son idílicos hasta cierto punto.
A partir del primer episodio, en seguida empieza a salir la pelusilla de debajo de la alfombra. Aunque Benedikt se muestre comprometido con sus promesas electorales y sus iniciativas legisladoras. En contra tendrá a sus compañeros de partido, los miembros de su coalición (los socialdemócratas), la oposición y hasta a su sibilina mujer (Anita Briem). Todos en un modo u otro buscando impedir que cumpla con sus proyectos. «Tumbarlos» como repiten incesantemente hoy en día los periodistas, en un alarde de riqueza léxica…
Que no sea ni manifiestamente de izquierdas ni de derechas, desconcierta a propios y extraños en el entorno político. Así que, dificultades todas.
Lo cierto es que a pesar de mostrarse como un dirigente enfocado en «los problemas reales y las decisiones que de verdad afectan a la gente», es evidente que se trata de un mandatario bastante populista y un subproducto del marketing político. Con un lema de campaña como «No seas idiota» y unas apariciones televisivas de impacto, nos traen a la mente ejemplos de algunos filigranas de ese panorama político actual. Todo se tuerce desde que se incumpla su primera promesa electoral de que haya un 90% mínimo de participación en las elecciones.
Otra cosa que sorprenderá es el funcionamiento del gobierno islandés, alejado de cualquier tipo de pomposidad y fanfarria. Más similar a la gestión de un Ayuntamiento pequeño, sin grandes ni medianas medidas de seguridad ni cosas por el estilo. Ni un personal a cargo desmesurado, ¡¡apenas una única asesora (Þuríður Blær Jóhannsdóttir)!! Sin duda el carácter isleño islandés y la idiosincrasia de ser un pequeño país, junto con la herencia e influencia nórdica al tratarse de un viejo dominio del reino de Dinamarca.
Recordemos que es un país capaz de vivir con cierta normalidad política y ética la dimisión de su primer ministro por corrupción. Su implicación en los famosos “Papeles de Panamá” en 2016 acabaron con su carrera política.
Benedikt es un toda incógnita, un volcán en erupción para todo el mundo. Del agrado del público y desagradable para la clase política y las élites. Esa gestión económica estable que promulga tendrá ciertas lagunas. Tal será el nivel de responsabilidad ética y compromiso político en Islandia, que los productores de la serie se han conformado con afear la conducta del protagonista con asuntos como un piano a cargo del presupuesto ministerial y una factura de flores de 70.000 coronas islandesas (unos 450€)… «Minucias» para cualquier político español que se precie…
Pero la clave de todo el argumento de The Minister se centra en la capacidad mental y el trastorno de bipolaridad del primer ministro. A partir de aquí subyace un dilema que se repite en otras historias como El gran fondo o Borgen. Una personalidad política no debe tener tanta autoridad ni poder como para tomar decisiones de gran trascendencia.
En consecuencia, formular propuestas legislativas extraídas de hilos y comentarios de Twitter, plantear la separación Iglesia y Estado sin madurarlo antes, saltarse procedimientos legales y burocráticos a su antojo e incluso enfrentarse a la Unión Europea parecen asuntos que no pueden recaer en el juicio de una sola persona. Máxime si es una persona con una salud mental que le convierte en impredecible.
De especial interés son los dos episodios en los que se ahonda en la relación de Islandia con el Espacio Económico Europeo (EEE), la posible adopción del Euro en vez de sus ISK.
Las series nórdicas de temática política y económica nunca dejan indiferente, y siempre abren puntos de reflexión interesantes. No necesitan recurrir al efectismo ni a retorcidos giros del guión. Son honestas con el espectador ofreciéndole temas de debate interesantes. No defrauda.