Her Inteligencia Artificial

La inteligencia nada artificial del cine

Es una nueva realidad, una nueva forma de interactuar, una nueva forma de producir. La llaman artificial, pero será una inteligencia seguramente de lo más natural en breve. Si tu cuñado es como un Oráculo de Delfos analógico, esta nueva transformación de lo digital lo supera con creces en todos los aspectos.

La capacidad de asimilación de los humanos de las nuevas tecnologías es una característica esencial y definitoria como homo sapiens. Así que los más tecnoescépticos o los reacios a cualquier cambio, van a tener que aceptarlo irremediablemente.

Aún sin ser experto, sin estar al día de la última vanguardia tecnológica es inevitable escuchar algo sobre ChatGPT, Bard o las múltiples aplicaciones que se desarrollan en la actualidad.

Por ello, la Inteligencia Artificial (IA) y la robótica que nos ha mostrado en las últimas décadas el cine es muy real. Salvo algunos personajes de ciencia ficción: bicharracos, androides y seres fantasmagóricos de fantasía. Evidentemente éstos responden a una óptima estratagema de marketing cinematográfico. Una forma de merchandising y franquicias múltiples que ha dado pingües rendimientos a sus creadores y a los poseedores de sus derechos comerciales.

Y no hablemos ya del uso de la propia IA no como temática sino como técnica para mejorar sus producciones (CGI). La publicidad y el cine se llenarán en gran medida de las S1m0ne (Andrew Niccol, 2002) de Al Pacino, con total certeza y no exento de múltiples controversias.

Al Pacino crea con IA a la actriz perfecta para sus películas en ‘Simone’

Hemos visto cómo nuestra sociedad ha ido absorbiendo cada una de las asombrosas innovaciones que 007 en la saga James Bond y otras películas de carácter espacial o tecnológico nos iban proponiendo. Algunas más con calzador que otras por aquello del emplazamiento de producto. Hace mucho que deberíamos haber dejado de ser escépticos. Prácticamente no descartemos ninguna posibilidad que ofrezca el cine, a excepción de los viajes en el tiempo de Nolan de Tenet (2020), Origen (2010) o de Michael J. Fox en Regreso al Futuro (Robert Zemeckis, 1985). Pero bueno, váyase usted a saber.

Si es que nos lo vienen contando hace tiempo hasta las películas de animación, los a veces calificados peyorativamente como dibujitos. Sin olvidarnos de propuestas como los brillantes capítulos de Black Mirror. Todo incrédulo debería revisar la filmografía y caerá en la cuenta de que el cine nos está poniendo continuamente en alerta sobre lo que se avecina.

 

La popularidad de esta temática viene de lejos. Echando la vista atrás, Rick Deckard (Harrison Ford) y los replicantes de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) van a parecer al final menos ficción y más ciencia.

Pero es que, ¿quién no se quedaba boquiabierto y ojiplático con el reloj inteligente y el asistente de navegación de Michael Knight (David Hasselhoff) en El coche fantástico? Un ‘smartwatch’ y un GPS con asistente de voz ochenteros, y parecía una marcianada. Más recientemente (en los años 90) ver a Gene Hackman y Will Smith en Enemigo público rastreando conversaciones y localizaciones de personas vía satélite con precisión milimétrica era exactamente igual de sorprendente… Hasta que se popularizó para la vida civil una herramienta como la de Google Earth y luego Maps

Eso sí, la idea de los robots androides con espíritus malignos y rol de villanos son más una argucia para el atractivo del guión que una posibilidad real, eso esperamos. No veremos a Arnold Schwarzenegger repartiendo estopa en modo Terminator (James Cameron, 1984) por las rotondas de las ciudades, ni a Robocop (Paul Verhoeven, 1987) patrullando los parques para evitar botellones. Al menos en el corto plazo…

 

La rebelión de las máquinas y los robots ha sido explotado recurrentemente en las películas (Yo,Robot). Podría obedecer una vez más a ese gancho argumental, pero de esta idea surgen dilemas morales y reflexiones éticas interesantes. Posiblemente confundamos ese panorama con otros como El planeta de los simios y las amenazas extraterrestres. Situaciones menos factibles que la fantasía explota tan bien comercialmente. Superhéroes y zombies no van a la zaga.

Lo que quizá sí sea un riesgo a controlar es el sesgo y el nivel de autonomía que se le vaya concediendo a esas innovaciones tecnológicas. Al final, toda tecnología está programada por humanos e incluso por mucho ‘machine learning’ y autonomía emocional e intelectual que se les presuponga, hay un código, unos algoritmos y unas directrices que previamente algún sesudo creador ha implantado y combinado en los dispositivos. Johnny Depp en Trascendence (2014) es un claro ejemplo de ello. O hasta Tom Hanks en El Círculo (2017).

 

La consciencia autónoma de los robots y la IA es un asunto peliagudo y hasta espeluznante. Aunque quisiéramos empatizar con ese niño-robot rechazado por los humanos de AI: Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001), un pobre incomprendido.

Por ejemplo, el transporte autónomo plantea todavía complicaciones reales como las que narra Black Box (2020) en un vuelo. Las suficientes como para plantearse establecer límites o tomar ciertas precauciones al respecto. Es difícil pensar que el transporte autónomo vaya a funcionar al ritmo y la velocidad en la que viajaba Bruce Willlis en El quinto elemento (Luc Besson, 1997). Por cierto huyendo de los sustitutos tecnológicos, en esa especie de Metaverso en el mundo real.

Las preocupaciones sobre las implicaciones de la tecnología y los dilemas que plantea su aplicación masiva para la humanidad, es de lo más interesante de toda esta temática.

 

Ex Machina (Alex Garland, 2014) sí que sigue esa línea de pensamiento. Los robots y la inteligencia artificial superarán en habilidades y conocimientos a los humanos. Que puedan ser emocionalmente idénticos a los humanos ya es harina de otro costal. Más bien puede preocupar la dependencia o fragilidad emocional que un ser humano pueda tener a la hora de relacionarse con un dispositivo tecnológico. Ciertamente sí pueden darse casos de individuos sumisos, enamoradizos y hasta seguidores acérrimos del Alexa, OkGoogle o ChatGPT de turno. Tal cual el bobo protagonista de Jexi. Pero alguien necesitado, en una sociedad individualista con carencias afectivas y un marcado entorno de soledad puede dejarse llevar por Her (Spike Jonze, 2013). Como el entrañable personaje que encarna Joaquín Phoenix.

 

Todo eso del «fallo en Matrix», tiene su intríngulis. Quizá las más conspirativa de todas las reflexiones del género. Otra genial oportunidad de instruirnos de manera amena y crítica. Aunque Neo (Keanu Reeves) se muestre contrariado a más no poder.

 

Ya resulta obvio a estas alturas que este artículo podría haberse escrito perfectamente (total o parcialmente) haciendo uso de las múltiples herramientas de IA que existen. Un ChatGPT o sucedáneos de la vida que ya pueblan nuestros dispositivos. Seguramente hasta con mejor resultado que el presente u otro tipo de enfoque más acertado. Pero no cabe duda de que tendría menos sentimiento y esencia.

¿Quién sabe hasta dónde llegaremos a asimilar estas aplicaciones tecnológicas en nuestros quehaceres cotidianos y laborales? El cine seguro que lo sabe, y nos lo seguirá anticipando