El dinero, ¡qué gran dilema!

El dinero, ¡qué gran dilema!

Una de las temáticas más entretenidas, por ser de pura esencia humana, es la de la toma de decisiones sobre asuntos pecuniarios. El dinero es el leitmotiv de innumerables películas y géneros: intrigas y conspiraciones, del oeste o de acción, casi siempre robos a bancos, al Tesoro Nacional o las grandes fortunas…

Entre algunos de esos subgéneros interesantes podríamos diferenciar el de los dilemas sobre el dinero. Y es que tomar decisiones y llevar a cabo elecciones resulta de vital importancia para cualquier ser humano. Es una auténtica encrucijada personal el enfrentarse a complejas (e incluso muy sencillas) decisiones sobre lo que sea. La escasez o cualesquiera que sean las necesidades de ese momento, nos llevan a plantearnos todo tipo de dudas y proyectar el resultado de nuestras posibles elecciones.

Que se lo digan si no a Matt Damon en su papel de astronauta, ingeniero y economista de Marte (Scott, 2015). La escasez y el coste de oportunidad le empujaban a plantearse muy bien su esquema de prioridades y posibilidades.

Particularmente resulta divertido ver cómo son otros los que se enfrentan a tamañas disyuntivas, por ese motivo el subgénero de dilemas nunca decepciona, sea en formato comedia o dramático. Aunque no verse reflejado en los problemas de esos personajes sea en ocasiones bastante complicado de evitar…

Además de las inexorables implicaciones del dinero en nuestras vidas, la dificultad de las relaciones humanas y los valores éticos o morales son otros ingredientes magníficos para cualquiera de las historias a las que nos referiremos a continuación. Especialmente interesantes son aquellas bajo un formato similar a una pieza teatral como el de Un Dios salvaje (Polanski, 2011), de una intensidad sublime. Dilemas morales en ebullición entre cuatro paredes. Tensiones personales llevadas al límite ya sea del modo cómico de Perfectos desconocidos (De la Iglesia, 2017), romántico a lo 10.000 Kms. (Marqués-Marcet, 2014), o más bien terrorífico como en La invitación (Karyn Kusama, 2015).

En una de las soberbias historias de la imprescindible Relatos salvajes (Szifrón, 2014) queda absolutamente de manifiesto la premura con la que en ocasiones hay que decidir sobre asuntos de trascendencia vital. Buen ejemplo el de Oscar Martínez enfrentándose a un problema con múltiples variables que escapan de su control y a las que se ha de ir adaptando para tomar la mejor decisión posible. Valorando siempre el coste personal (y económico) de su decisión final.

 

No obstante, no sólo hablamos de dinero, hay otras elecciones vitales que no dependen exclusivamente de una cifra económica. Los personajes de 7 años (Roger Gual, 2016) tienen claro que «no todo es cuestión de dinero». Dilemas sobre culpabilidad, amistad, lealtad. Aunque como no podía ser de otra manera, la cuestión económica es siempre detonante de esa intrincada situación.

 

No todo el mundo se puede permitir el lujo de ser tan sobradamente autosuficiente y alardear de tener las cosas tan claras como de nuevo Damon en El indomable Will Hunting (Van Sant, 1997) rechazando un empleo de ensueño y un salario inmejorable.

Volvamos a la importancia del dinero, puesto que «poderoso caballero es Don Dinero». En la reciente El test (De la Orden, 2022) se expone el gran dilema del experimento de Walter Mischel conocido como ‘el test de la golosina‘. ¿Qué escoger, cien mil euros ahora o un millón dentro de diez años? El autocontrol, la conducta disciplinada bajo la hipótesis de que como consumidores deberíamos planificar a largo plazo para optimizar nuestras decisiones. Esa es la teoría, puesto que ni la información es perfecta ni somos ni podemos ser plenamente racionales, como algunos de los protagonistas aparenta.

 

‘El test de la golosina’ como experimento psicológico en niños encuentra su equivalente a plantearse alternativas mucho más sugerentes cuando de unidades monetarias se trata. Los principios morales a menudo entran en contradicción con la inevitable e innegable realidad, o más bien con las necesidades acuciantes.

Supuestamente las inversiones a largo plazo son las que merecerían la pena. La comedia algo ligera El gran despilfarro (Hill, 1985) de Richard Pryor (el ciego de No me chilles que no te veo), abordaba un dilema similar al de ‘la golosina’. La diferencia es que la moralina iba sobre el derroche del dinero. Ha de gastar de manera suntuosa en 30 días, sin apropiarse de nada, la cifra de 30 millones de dólares ochenteros. El premio sería heredar 300 si es capaz de hacerlo…De lo contrario, puede obviar lo anterior y ‘conformarse’ con un sólo millón. Tremendo dilema.

 

Una proposición indecente (Lyne, 1993) va más allá con una disyuntiva que va contra la moral recatada estadounidense, aunque sin rehuir del trasfondo económico. Robert Redford ofrecía aquel famoso millón de dólares a la endeudada joven pareja de Demi Moore y Woody Harrelson para una aventura extramarital.

El razonamiento de los tres personajes se basa todo el tiempo en el dinero, las necesidades y satisfacciones personales. Por ello, Redford se divierte desafiándolos con ese reto, para jactarse de su posición y demostrar que el dinero es capaz de conseguir cualquier cosa.

 

Sin duda alguna, las películas de este tipo de subgénero son profundamente reflexivas por su trasfondo, e invitan a plantearse el coste de oportunidad y la teoría de juegos como aplicaciones muy prácticas para nuestra vida cotidiana. Sin olvidarnos nunca de la necesaria educación financiera

Recordemos algunos de los ecos de la más reciente serie El juego del calamar. Gran descubrimiento teórico del recreado John Nash (Russell Crowe) en Una mente maravillosa (Ron Howard, 2001). Una estrategia competitiva para acertar en las decisiones. Sin obviar ciertos valores éticos y morales que deberían prevalecer por encima del dinero y el resultado final…

Ojalá pudiera aplicarse el lema de Jared Leto en su divagar sobre las múltiples consecuencias de cada una de sus decisiones vitales de Las vidas posibles de Mr.Nobody (Van Dormael, 2009). «La mejor decisión es no decidir»… Según él, cuesta tanto elegir porque no hay vuelta atrás. Así que mientras no elijas, todo seguiría siendo posible…

 

Desde un plano más realista, ¿cuál será nuestra decisión más correcta? De momento, quizás ilustrarnos sobre las decisiones de otros gracias a tantas películas sobre dilemas monetarios, éticos y morales.