Las ocho montañas

‘Las ocho montañas’, exceso de ambición

Título original: Le otto montagne

Año: 2022

Duración: 147 minutos

País: Italia

Dirección: Felix Van Groeningen, Charlotte Vandermeersch

Guion: Charlotte Vandermeersch, Felix Van Groeningen

Reparto: Luca Marinelli, Alessandro Borghi, Filippo Timi, Elena Lietti, Surakshya Panta

Música: Daniel Norgren

Fotografía: Ruben Impens

Compañías: Wildside, Menuet Producties, Rufus, Pyramide Productions

Género: Drama

Ficha completa en FilmAffinity

Felix von Groeningen ya no es un desconocido. Su anterior película, Beautiful Boy (2019), llegó a mucha gente por su fuerte alegato contra el consumo de drogas mediante la historia de un padre que combate de todos los modos posibles la adicción de su hijo, interpretados respectivamente por Steve Carrell y Timothée Chalamet. No era nada del otro mundo, sobre todo habiendo visto tantas obras de este tipo y las posibilidades que ofrece, además de tornarse por momentos repetitiva, pero destacaban justamente las interpretaciones.

En esta ocasión, el director belga se vuelve a aliar con Charlotte Vandermeersch, guionista habitual y ahora co-realizadora, para lanzar Las ocho montañas. Y de inmejorable manera, puesto que viene debajo del brazo con el Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes y con cuatro Premios David de Donnatello (los Goya italianos), incluido el de mejor película.

Las ocho montañas se sitúa mayormente en un precioso pueblo de los Alpes italianos. Aquí compra la familia de Pietro (al que interpreta en su versión adulta Luca Marinelli) una casa para pasar las vacaciones y hacer rutas de alpinismo, el mayor hobby del padre (Filippo Timi). El único niño de esta pequeña localidad es Bruno (interpretado por Alessandro Borghi de mayor), que se convierte en amigo íntimo del pequeño Pietro. Sin embargo, conforme pasan los veranos, el segundo deja de ir en las vacaciones. Hasta que un fatal suceso, propicia la vuelta, ya como adulto, y retoma su antigua amistad.

La cinta maneja en todo momento un tema bastante recurrente en muchas cinematografías actuales: la paternidad y las expectativas. Circunda filmografías como la de James Gray, por ejemplo, pero también muchas obras italianas recientes. Se ve en Tres pisos (Moretti, 2021) o en el libro La ciudad de los vivos (Lagoia, 2020), entre otros.

Sin embargo, este tema es muy difícil de tratar y a los realizadores belgas parece que se les atraganta. Durante todo el metraje de Las ocho montañas, exponen cómo manejan los protagonistas esa herencia paterna, esas expectativas, pero se hace en tantas ocasiones, con tanta insistencia de ofrecer tantos matices posibles, que se hace reiterativa (un problema que también tenía Beautiful boy). Más incluso si se cuenta con una voz en off que solo hace reforzar lo que hemos escuchado tres veces antes y que se dedica a generar metáforas para elevar la cinta. Su ambición es definirnos tanto cómo es esta montaña que, al final, tenemos una imagen muy borrosa de esta. 

Y es que Las ocho montañas triunfa en otros momentos cuando afronta la amistad masculina -durante todo momento hay una sensación de que va a terminar siendo una especie de Brokeback Mountain (Lee, 2005) en el norte de Italia-. También cuando se expone la rebeldia de Pietro y cómo trata a su padre, valorándolo como alguien soso tan solo por su trabajo. De hecho, consigue llegar al alma, que es lo que se le exige a cualquier película. Pero, se hace demasiado larga y estos aciertos se sienten muy lejanos en una cinta que dura dos horas y veinte minutos y que parece tener, al menos, tres finales.

La interpretación de Marinelli y Borghi puede que sea lo más rescatable de la película, conformándose como una pareja interpretativa con mucha química, notándose sobre todo en esos silencios que tan bien protagonizan. No es noticia, ya que en sus anteriores obras los realizadores se desenvuelven como buenos directores de actores. También destaca una fotografía preciosa, en ese 3:4 de moda, de un paisaje que se presta a ello, pero que sigue siendo igual de espectacular y gozoso para el espectador.

Al final, Von Groeningen da un paso más en su cinematografía, pero sin mostrar síntomas de mejoría. Al menos, su reconocimiento por la industria puede potenciar una mayor expectación por sus siguientes obras y, por lo tanto, un intento de evolucionar, sobre todo, en materia de guion.

Lo mejor: Luca Marinelli y Alessandro Borghi, una pareja con química silenciosa

Lo peor: su atascamiento a la hora de abordar el tema principal de la película

Nota: 6/10