El jazz y cine ha sido una de las nomenclaturas más apreciadas en la historia del cine. Por ejemplo, son memorables las bandas sonoras de películas como Taxi driver (1976) de Bernard Herrmann, Al final de la escapada (1960) de Martial Solal o Blow-Up (1966) de Herbie Hancock. Pero, el jazz de Miles Davis en Ascensor para el cadalso (1958) fue un hito único en la atmósfera, narrativa y composición cinematográfica.
Por supuesto, la genialidad musical de Ascensor para el cadalso es difícil de expresar claramente con palabras, pero hagamos un ejercicio para ejemplificarlo lo mejor posible. Imaginemos que los músicos clásicos más grandes de la historia tuvieran la oportunidad de componer una banda sonora. Por ejemplo, Bach o Mozart hacen la música de “x” película. Seguramente, podríamos valorar y apreciar la música sin tener que ver la película. Eso hizo Miles Davis en Ascensor para el cadalso. Tal es su relevancia en toda la historia del cine.
Miles y su fascinación por París
El vínculo de Miles con el medio cinematográfico francés fue mucho antes de la sesión de grabación de Ascensor para el cadalso. Todo comienza con el primer viaje de Miles afuera de los Estados Unidos. Miles, a principios de 1949, realiza un viaje París para tener un par de presentaciones junto con otros grandes jazzistas afroamericanos de la era bebop.
Para Miles (1989), esta experiencia le cambiaría su vida para siempre. En palabras del mismo músico expresaba esa adoración y respeto por la ciudad de Paris, “me encantaba estar en París y me encantaba la forma en que me trataban” (p. 126). Hay que recordar que la vida de Miles estuvo marcada por el racismo y segregación de las leyes Jim Crow en Estados Unidos. Por el contrario, en Francia era tratado de igual a igual por intelectuales y artistas de la época como Picasso y Jean-Paul Sartre.
Juliette Gréco, la inspiración mágica en Miles
Miles no solo vivió esa experiencia intelectualmente, sino conocería a uno de los amores de su vida: Juliette Gréco. La cantante y actriz francesa fue una experiencia única en su vida emocional y espiritual. Miles (1989) se derretía cuando se expresaba bellamente de Gréco y sobre su relación “mágica, casi como si hubiera sido hipnotizado, estaba en una especie de trance. Nunca había hecho esto antes. Siempre estuve tan metido en la música que nunca tuve tiempo para ningún tipo de romance. La música había sido mi vida total hasta que conocí a Juliette Gréco y ella me enseñó lo que era amar a alguien más que a la música” (p. 127).
Para Miles fue tanto su encantamiento con Juliette Gréco y con París (en ese orden) que en su regreso a la ciudad de Nueva York cayó en una profunda depresión y adicción a la heroína. Fueron solo dos semanas las que estuvo en París, pero suficientes para darse cuenta de que su vida en los Estados Unidos no estaba ni cerca a la felicidad. Miles (1989) recordaba esta experiencia vital de una forma melancólica y fatídica: “estaba tan deprimido cuando regresé que, antes de darme cuenta, tenía un hábito de heroína que me tomó cuatro años dejar y me encontré por primera vez fuera de control y hundiéndome más rápido que un hijo de puta hacia la muerte” (p. 127).
La vida política y social norteamericana de la época eran cuestiones que Miles comparaba con la vida de los parisinos. Las dos semanas que pasó en Francia le hizo pensar, a su juicio, que algo podría cambiar en la sociedad estadounidense; pero, no fue así. Tendrían que pasar casi dos décadas más para que las cosas cambiaran para los afroamericanos con el fenómeno histórico del Civil Rights Movement.
La atmósfera del jazz en Ascensor para el cadalso
Miles Davis regresa a París, en 1957, para realizar un par de presentaciones. Es en este viaje donde conoce al cineasta francés Louis Malle por medio de Juliette Greco. El realizador francés le confesó su admiración por su música y le realizó la propuesta de hacer la banda sonora para su película Ascensor para el cadalso, a lo cual Miles aceptó inmediatamente.
Miles escribía la banda sonora de Ascensor para el cadalso mientras realizaba sus presentaciones en el Club St. Germain de París. Todas las noches se presentaba con su amigo Kenny Clarke en la batería, y los franceses Pierre Michelot (contrabajo), Barney Wilen (saxofón) y Rene Urtreger (piano). Estos músicos serían los que Miles elegiría para realizar la banda sonora de Ascensor para el cadalso.
Ascensor para el cadalso sería el primer largometraje de Louis Malle y la primera banda sonora de Miles Davis. Algo nuevo en los dos artistas. Por eso, el proceso creativo de la música fue única en la historia del cine. Miles escribió las partituras de la banda sonora, aunque sus distinciones fueron, por supuesto, un proceso de improvisación jazzística. Por otra parte, el músico narraba que una de sus ideas fundamentales fue crear la banda sonora en un edificio viejo, tenebroso y sombrío para que le diera esa ambientación del suspenso fílmico.
Para la sesión de grabación, Miles dio instrucciones de que la música la iban a ejecutar directamente con la proyección de las imágenes. El pianista del álbum, Rene Urtreger, decía que la intención de Miles era ver la película al mismo tiempo que improvisaban en los compases. Es decir, fue una praxis de la genialidad de Miles; Miles tenía la melodía, los silencios y la armonía en su cabeza, y tocaba todo eso haciéndolo parecer sencillo.
Todas las ideas que desarrolló Miles en Ascensor para el cadalso fueron fundamentales para que el suspenso atrape al espectador. La función de la música en esta película es tal que, incluso, se puede escuchar sin las imágenes y se sigue teniendo el impacto profundo. Eso fue Miles en el Ascensor para el cadalso. Fue un proceso creativo único en la historia del cine que le daría pie, por cierto, para su titánica obra: Kind of Blue.
Bibliografía
Davis, M. (1989). Miles, The Autobiography: Miles Davis with Quincy Troupe. Touchstone. Simon & Schuster. New York.
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Deleuze, G. (1987). La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2. Ediciones Paidós Comunicación, España.