Cannes 77 Gary Oldman

Cannes 77. ‘Anora’, ‘Parthenope’ y otros nombres propios

La jornada del martes se abre en Cannes con el Marché du Film recogiendo todos sus stands. Los agentes de ventas ya han cerrado todas sus reuniones y algo más de calma se respira por el interior del Palais des Festivals. El resto de secciones paralelas también comienzan a cerrar sus particulares competiciones y parece que todo esté ideado para catapultar los dos platos fuertes que tenía reservada la sección oficial.

Parthenope y Anora. Quédense con esos títulos porque no son precisamente pocas las cosas que comparten. La primera del italiano Paolo Sorrentino (Rivales), la segunda del estadounidense Sean Baker (Red Rocket). Dos formas muy distintas de narrar la vida y las prioridades de distintas clases sociales pero con protagonistas femeninas que, además, reciben los mismos nombres que los títulos de las cintas.

Parthenope
Fotograma de ‘Parthenope’

A Sorrentino muy poco se le puede pedir ya. Ha forjado un estilo tan personal y solvente que solo es capaz de llevarlo al extremo para buscar la perfección. Y ahí radica su eterna obsesión: la búsqueda de la perfección de la belleza.

Parténope fue la sirena que murió en la playa a orillas del Vesubio. Y fue allí donde posteriormente se asentó Nápoles, lugar de origen del director. Así Sorrentino personifica esa vieja historia mitológica en el seguimiento de las andanzas de una joven estudiante de antropología. Todo lo que puedan imaginarse por belleza, en ella está representada. Los demás personajes rinden a sus pies. Y es que en ella también está personificada el Nápoles natal del director que, de nuevo, utiliza la película para escribirle una carta de amor.

El caso es que su protagonista divaga y se toma todo el tiempo necesario para descubrir cuál es su significado en la vida. No es casualidad entonces que la película en sí también sea un estudio antropológico. Todo su tiempo fílmico se convierte en esa búsqueda; deteniéndolo y explorando como un mismo plano puede mutar en significado.

Y es una lástima que, por momentos, ese tono tan interesante haga que Parthenope roce el limbo del video arte. Las composiciones son tan perfectas y bellas que terminan agotando la mirada del espectador. Pero en fin, en eso consiste la obsesión y poco más se le puede pedir a un director con un estilo tan personal.

Como la jornada iba de nombres propios, la otra cara de la moneda la protagonizaba Anora. Y es tan deslumbrante y potente que a muy pocos dejó indiferente. La nueva propuesta de Sean Baker vuelve a colocarnos cerca de sectores generadores de polémica. La película presenta a una joven de 23 años que trabaja como escort en un club nocturno. Y menudo recital el de la actriz Mikey Madison, en la que su vida no tarda en dar un giro cuando una noche conoce a un chaval menor que ella en el mismo local.

Conflictiva a priori en su vertiente moral, Baker es capaz de confeccionar una comedia dramática sensacional. Un viaje emocional con momentos para el dolor, la diversión y el llanto. Anora nos descubre con humanidad los tratos que los humanos somos capaces de dar. Y todo eso sin perder en ningún momento esa inocencia característica de la niñez que el director estadounidense sabe dibujar tan bien. Así que apunten bien este nombre propio porque apunta fuerte para el palmarés.