Cannes

Cannes 77. Biografías políticas y exploraciones tecnológicas.

La segunda semana del festival comienza nublada. Y así recibe Cannes a 35 Milímetros. Pese al tiempo, el vaivén de gente no se detiene: las calles intercambian carreras de cientos de personas que corren por llegar a sus proyecciones mientras otras desesperan por ver a las celebrities. Y en este contexto llegaron ayer lunes a la competición lo nuevo de David Cronenberg y Ali Abbasi.

El festival cumplió su ecuador proyectando dos directores con voces muy distintas que ya saben lo que significa competir por la Palma de Oro. Ali Abbasi, el más joven, ya es un habitual de la Croisette. En 2018 se estrenaba en Un Certain Regard con su fábula de género Border y cuatro años más tarde saltaba a la competición con el thriller Holy Spider. Su nueva propuesta es The Apprentice, un thriller político que radiografía el ascenso al poder empresarial de un joven Donald Trump. 

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Fotograma de The Apprentice

Una película distendida y juguetona que le sirve a Abbasi para demostrar lo versátil que es jugando a los diferentes géneros cinematográficos. Y también es la excusa para explorar distintas formalidades: como la inserción de imágenes de archivo, las del Nueva York de la The Factory de Warhol, o también para seguir explorando su talento en la dirección de actores.

Así, The Apprentice transcurre pegada a la magnética caricatura que Sebastian Stan hace de Donald Trump. Magistral en su interpretación, poco a poco  se convierte no solo en magnate empresarial, sino también en el gigante de las relaciones personales. Junto a él, y acompañando sus aventuras, está el abogado Roy Cohn, que interpreta Jeremy Strong. Él se gusta y a nosotros también.

Ya sabe lo que es interpretar papeles de negociación. Y sin duda, el dúo protagonista inunda la pantalla de forma fascinante. Y pese a que Abbasi sabe de lo arriesgado que es la postura del punto de vista que maneja la cinta, él mismo afirmaba tras la proyección oficial que “no hay una forma metafórica agradable de hacer frente a esta ola de fascismo” cuando le preguntaron por qué se embarcó en el proyecto.

La empatía sobre ese joven indefenso empresario va apareciendo a lo largo de su arco hasta poner varias veces en jaque al espectador, pero será este el momento de hacer “películas políticas metafóricas agradables”. The Apprentice es divertida y molesta, y pese a que es algo más costumbrista en referencia a las fábulas a las que nos tenía acostumbrado Abbasi, sale airosa en sus nuevas peripecias de género.

The Shrouds
Fotograma de The Shrouds

La segunda propuesta de la sección oficial de este lunes venía capitaneada por el veterano David Cronenberg. Sus películas se han convertido casi en un acontecimiento y gran parte del público las espera con devoción. El director canadiense ya sabe a qué juega su filmografía y en The Shrouds explora su propio universo trascendental combinado a través de lo tecnológico.

Su habitual Vincent Cassel encarna al propietario de GraveTech, una tecnología revolucionaria que permite a las personas vivas vigilar a sus seres queridos ya difuntos dentro de sus tumbas. Así la separación de lo terrenal post mortem no termina de desaparecer. La propuesta es interesante, pero rápido se diluye en tramas que rozan la divagación.

The Shrouds desarrolla su conflicto en un encabalgamiento de charlas entre personajes que juegan en contra de lo vertiginosa que podría ser. Y si bien toma como punto de partida la obsesión por el cuerpo, con la espiritualidad e introspección todo se vuelve reiterativo. Un Cronenberg clásico en su lenguaje cinematográfico que desde luego afianza a su público pero deja huir a nuevos curiosos.