La miniserie de Netflix Todo un hombre (A Man in Full) adapta una de las novelas más conocidas del autor estadounidense Tom Wolfe.
Básicamente se centra en la decadencia del empresario sureño Charlie Croker (Jeff Daniels). Ofreciendo una visión crítica sobre el exceso de poder y la arrogancia, que no evita que su protagonista sienta la verdadera y cruda fragilidad del éxito. Cualquier líder empresarial o político todopoderoso termina por enfrentar desafíos financieros o de reputación que devoran todo su ego y vanidad, por muy grandes que sean estos particulares atributos.
Tal cual le sucedía al ‘Amo del Universo’ de Tom Hanks en La Hoguera de las Vanidades, otra de las novelas adaptadas de Wolfe. Aunque ésta fuera en formato película y ambiente noventero. Cumplir sesenta años es prácticamente la última alegría para Croker. Se encuentra en una situación financiera desesperada e inesperada. Una deuda de 800 millones de dólares no es moco de pavo. El banco obviamente no está dispuesto a perdonar: «Un préstamo no es un regalo, señor Croker».
El problema de la miniserie es quizás que presenta las tres subtramas novelescas que, aunque interesantes, terminan por ser incompletas por la profundidad con la que se abordan. Muestra la crítica sociopolítica de la situación estadounidense con un minicaso judicial por acoso policial y problemas raciales, o la siempre recurrente pero escueta corruptela política de dudosa moralidad. Sin duda, distraen demasiado el foco de lo que hubiera sido un estupendo duelo financiero entre Croker y los banqueros acreedores (Bill Camp y Tom Pelphrey).
La caída del protagonista no es tan estrepitosa ni tan evidente en comparación con la del yuppie de Hanks en La Hoguera de las Vanidades. Tampoco es una Atlanta tan glamurosa como la que se retrata en la serie reversionada de Dinastía. Pero el personaje prototípico trumpesco de Jeff Daniels se las prometía muy felices con la propiedad de su fálico rascacielos, o su segunda mujer trofeo de varias décadas menos de edad.
Los excesos de malgasto en la gestión empresarial de Croker se convierte en el punto de partida de la miniserie. Los momentos álgidos se alcanzan en las reuniones cargadas de testosterona, rencillas y virilidad entre Croker y los banqueros. No hay plan de pagos ni reestructuración de préstamos posibles. Es una pelea de gallos, contradiciendo esa norma de toda negociación exitosa en la que resulta más productivo dejar las emociones de lado.
Insultos, vejaciones verbales y amenazas que estimulan a ambas partes contendientes para salir vencedoras del reto. Si bien es cierto que las enemistades son puramente cíclicas y profesionales, no hay que llevarlo a lo personal. Como bien recuerda uno de los implicados tras varios encontronazos, y como parece concluir la serie. Perfectamente, la financiera debería haber sido la única trama de la serie, aun cuando no hubiera pasado de una más del subgénero.
En definitiva, sin ser una serie espectacular, ofrece una buena reflexión sobre el exceso de ego y la debilidad de toda persona exitosa en este mundo. Por muy prócer, referente o líder social o económico que se sea. Todo puede esfumarse de la noche a la mañana, por el más mínimo error o absurda circunstancia. Pero la verdadera tragedia es negarse a reconocerlo…