A partir de una indecente y grotesca «historia real basada en una mentira» se fundamenta Vinagre de manzana. Una miniserie australiana, de cierta estética y producción telefílmica.
De nuevo, otra buena crítica de los efectos negativos de las redes sociales. Va todavía más allá de la validación social y la búsqueda de aprobación. Es sobre todo una clara alerta del riesgo que se asume al otorgar validez y credibilidad a personas con facultades mentales perturbadas. O a cualquier inconsciente micrófono y cámara en mano ejerciendo de prescriptor y promoviendo ideas y hábitos cuestionables.
Las falacias propias del pensamiento mágico son difíciles de filtrar para cierto perfil de personas vulnerables. Todo tipo de chalados todólogos, opinólogos, se pueden permitir el lujo de instruir sobre temáticas tan complejas como la salud o la medicina sin apenas formación, experiencia ni escrúpulos. Se podría estar hablando de políticos, pero esta vez trata de ‘influencers’.
Viendo ‘Vinagre de manzana’ nos preguntaremos cómo es posible que unas jóvenes ‘influencers’ de aspecto indefenso y publicando sobre temas de bienestar, una consiguiera engañar y estafar a tantas personas. Y la otra, de autoengañarse hasta causarse daño a si misma. Es sin duda uno de los grandes peligros, digerir la gran dosis de información incontrolada y que circula por las redes. Los estudios de la Universidad de no-sé-dónde y otras informaciones de las que se hacen eco los medios tradicionales tampoco son muy confiables, pero al menos ya no los lee nadie. La viralidad de las redes son arrolladoras.
Exaltados cryptobros, gurús de las finanzas, los del ‘coaching’ profundo, los gym bros y mundo fitness/runner, las panolis de la moda y la cosmética… Las redes sociales cubren y explotan cualquier nicho por remoto que te parezca.

El gran problema, y lo más inquietante de este caso particular que aborda la miniserie, es cómo muchas personas resultan ser tan influenciables. Desgraciadamente, desesperadas acuden al «doctor Google» en busca de soluciones alternativas para problemas médicos muy complejos. Otorgando valor a todo tipo de métodos y diagnósticos estrafalarios.
Mediante pretextos de bienestar, ecologismo, nutricionismo, las dos protagonistas utilizan los canales de redes sociales para difundir ideas y hábitos propios de la ortorexia. Sin hablar del negacionismo de la quimioterapia y los tratamientos contra el cáncer de la medicina occidental.
En consecuencia, cualquier persona chalada que consiga dar con la tecla del ‘engagement’ de sus «servicios de asesoría», puede encontrarse de repente con un ejército de seguidores. Una legión de creyentes, un vínculo emocional, como sucedía súbitamente con el impostor youtuber que interpreta Andrew Garfield en Mainstream (Popular). Es combustible para la leña de los vendehúmos.
Cuando te prometen algo que es demasiado bueno para ser verdad…Da para desconfiar…Y no hablamos del marketing de la política, ni de las rentabilidades espectaculares prometidas en ciertas inversiones financieras. La pseudociencia campa a sus anchas por las redes sociales.
‘Vinagre de manzana’, asombra con este espeluznante caso de estas ‘influencers’ que en pleno delirio planteaban terapias alternativas, dietas milagrosas. El pensamiento mágico que abunda en Internet, sanadores y curadores de los de siempre pero con alcance de progresión geométrica. Unas ‘frikis’ de las dietas ecológicas y otras extravagancias enmascaradas por los filtros geniales y la estética colorista de lo instagrameable, rompiendo todos los muros de contención del sentido común y el amor propio de muchas personas.
También es interesante en esta historia, que nos lleve a comprender la motivación de cada una de las dos protagonistas. Además de causar mucha vergüenza ajena, ahonda en la psique de ambas. Belle Gibson simplemente era una sociópata narcisista con afán de protagonismo y atención, capaz de embaucar a personas desesperadas por su grave estado de salud. Inventarse una enfermedad grave para buscar aprecio y aceptación social (síndrome de Münchhausen), es de lo más desternillante e inmoral. Una paciente destacada del manicomio digital.

Lo peor es mercantilizar el dolor de otras personas, es despreciable y delictivo. Ya sea de forma industrial comercializando masivamente opiáceos, o difundiendo ideas o recetas por medios audiovisuales. Como para recibir consejos de cualquier personaje por la Red. Una auténtica estafadora online, amparándose en la comida sana y en su carencia de escrúpulos.
La otra protagonista es Milla Blake, por el contrario, sufriendo verdaderamente un calvario por su estado de salud, con un diagnóstico verídico. Si bien, no es excusable el promover ideas demasiado radicales a base de un método de nutrición nada contrastado. Zumos naturales, ayunos programados, ungüentos extraños, como única curación para la enfermedad más mortífera de nuestro tiempo. Y renunciar a los avances de la ciencia.
‘Vinagre de manzana’ nos enseña cómo de cruel es el emprendimiento a base de la mentira y el (auto)engaño. El nicho de lo ecológico y orgánico es ideal para explotar la obsesión por la salud y el bienestar. Monetización de lo lindo merced a nada menos que 2.3M de seguidores.
En definitiva, una aceptable miniserie como compendio de todos los males de estos tiempos digitales: mentiras, apariencias, patologías, vulnerabilidad… La artificialidad de una vida demasiado edulcorada es un defecto, pero la desinformación y el causar mal a terceros ya es otro cantar.
Una desconcertante historia sobre lo influenciables que somos las personas, y la capacidad de creer en los argumentos de auténticos chalados. No hay nada más peligroso que un tonto motivado, sin excusar a los propios seguidores por elegir la ciencia en la que quieren creer.