«Esta historia es totalmente cierta, salvo las partes que son totalmente inventadas». La pura realidad no puede ser superada ni por una edulcorada ficción, por mucho ingrediente Shondaland (Anatomía de Grey, Scandal, Los Bridgerton) que se le añada.
Como ya comentamos al respecto de grandes estafadores representados en el cine, esta miniserie de ¿Quién es Anna? (Inventing Anna) prometía ser más que digna de esta categoría, de todo ese subgénero de intriga alrededor de los estafadores financieros. Recientemente estrenada en la plataforma Netflix, es sin duda una buena opción para digerir esta asombrosa historia real en unos animados nueve episodios.
No cabe duda de que están siendo unos días a lo grande para esta intrigante y a la vez interesante temática de las estafas financieras. Es un enorme aliciente abordar historias basadas en hechos reales. Ésas de las que tan buen provecho extrae Netflix habitualmente. Tras la reciente expectación generada por el estreno de El timador de Tinder, la fascinación y curiosidad por averiguar y esclarecer algo de estos perfiles psicológicos atormentados está más que justificada.
Resulta increíble ver de lo que es capaz la inventiva, la distorsión de la realidad. Toda una creación de universos paralelos fruto de la imaginación de estos auténticos guionistas de la estafa. Vividores y perturbados de apariencia afable que consiguen embaucar a incautos desprevenidos que se entregan más a las expectativas que a la realidad, y que verdaderamente se retratan a si mismas como víctimas autoengañadas.
Sin embargo, no conviene restar méritos a Anna Sorokin (o «Anna Delvey»), ni tampoco al estafador de Tinder, el israelí Shimon Ayut (o «Simon Leviev»). Ellos junto con sus álter ego fueron capaces de todo tipo de triquiñuelas más que bien monetizadas. Por supuesto se benefician de la impostura (el postureo) que fagocitan las redes sociales para multiplicar su deslumbrante efecto embriagador sobre las ingenuas víctimas, los cuales normalmente se exceden de espabiladas y oportunistas.
Tanto la película documental con los testimonios de varias de las víctimas del producto tinderiano que vendía ese pícaro israelí como Anna en su rol de influenciadora de Instagram, son atractivas por las asombrosas historias y situaciones verídicas que hay detrás. Pero sobre todo por el perfil psicológico y sociopático que destila el personaje en cuestión: narcisismo, necesidad de reconocimiento, obsesión por el lujo y el dinero…
Anna Delvey interpretada en la vida real por Anna Sorokin, y en la pantalla por Julia Garner (Ozark, The Assistant), es la protagonista de la miniserie. Una joven de 25 años que consiguió engañar a personalidades de la alta sociedad y de las finanzas de Manhattan fingiendo ser una rica heredera de la nobleza alemana. Un tema interesante el de reinventarse a sí misma, tema estrella del ‘coaching’ y del sueño americano en el que presumiblemente cualquiera puede triunfar. Ridiculización y desmitificación de todo ello, más que ejemplificado.
En esta ocasión hay tanto mérito de la narcisista y embaucadora Anna, como deméritos en la ingenuidad y afán convenenciero de los que se le acercaban para intentar medrar. El caso no tiene desperdicio por el logro multimillonario de sus estafas a base del timo de las tarjetas de crédito. Y por los favores e influencias tan típico del capitalismo por contactos y que tantas veces abunda entre las grandes esferas. Una filtración de agua que puede hundir cualquier transatlántico: grandes firmas financieras y personalidades arriesgando su prestigio simplemente por el afán de estar involucrados en un proyecto recargado de expectativas y beneficios. Por subirse a la burbuja del éxito. Componentes básicos para toda buena estafa que se precie.
Ni la leve pátina de telenovela vespertina ni un cierto toque (más bien provocado) frívolo y banal, restan ni un ápice de interés. En realidad toda la argucia de Anna se basaba en destacar lo superfluo y superficial por encima de lo racional. Grandes ostentaciones: hoteles, restaurantes, vestidos… Todo ello muy bien reflejado con todo lujo de detalles que convierten a la serie en muy atractiva.
Que no engañe tampoco la falta de un reparto espectacular, salvo Julia Garner, no hay grandes rostros de la actuación. La coprotagonista es la periodista encargada de desvelar al mundo esta fascinante trama de engaños, una olvidada Anna Chlumsky, novieta de Macaulay Culkin en Mi chica (1996). Aquí interpreta a una ficticia Vivian Kent (en realidad Jessica Pressler), autora del artículo y posterior novela sobre la vida, obra y milagros de Anna.
Como decíamos, elementos de interés no faltan. La vida ideal de una influenciadora de la red social del postureo máximo (Instagram) con sus ecos en la vida real. El gran Manhattan de los ultrarricos y aspirantes a neoyuppies y pseudoaristócratas neoyorquinos. La historia es para quedarse boquiabierto.
Da que pensar que una joven de marcado perfil narcisista y manipulador pueda emular a otros grandes latrocinadores (con L mayúsucula) de la filmografía de las estafas como Leonardo DiCaprio (Atrápame si puedes) o Matt Damon (El talento de Mr.Ripley), y sin ser desenmascarada por prácticamente casi nadie.
Como hemos visto en la filmografía de las estafas, nadie está libre de caer presa de las artimañas y subterfugios de estos magos del engaño. Valga como moraleja y reflexión el alegato del abogado defensor: « Hay un poco de Anna Delvey en todos nosotros. Todos mentimos un poco: en el CV o en nuestras redes sociales…Todos somos una marca proyectada al mundo. Una mentira. Dejó creer a todos la historia que querían creer, porque les beneficiaba que así fuera. Anna tuvo que fingir». Toda una advertencia para futuras estafas y autoengaños.