Crítica – ‘Muerte en el Nilo’

Título original: Death on the Nile

Año: 2022

Duración: 127 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Kenneth Branagh

Guion: Michael Green. Novela: Agatha Christie

Música: Patrick Doyle

Fotografía: Haris Zambarloukos

Reparto: Kenneth Branagh, Gal Gadot, Letitia Wright, Armie Hammer, Annette Bening, Ali Fazal, Sophie Okonedo, Tom Bateman, Emma Mackey, Dawn French, Rose Leslie, Jennifer Saunders, Russell Brand, Nikkita Chadha

Productora: The Estate of Agatha Christie, 20th Century Studios. Distribuidora: 20th Century Studios

Género: Drama. Intriga | Crimen

Ficha en Filmaffinity

Hércules Poirot, el icónico personaje de Agatha Christie, vuelve a la gran pantalla de la mano de Kenneth Branagh, quien interpreta al famoso detective al tiempo que dirige esta versión de Muerte en el Nilo, como ya lo hiciera cinco años antes con Asesinato en el Orient Express (2017).

El estreno de la segunda entrega llega tras una larga espera por culpa de la pandemia, y continúa y consolida la apuesta que Branagh introdujo en la primera, a saber, la de dotar al excéntrico y narcisista detective de una explicación (una justificación incluso) de su forma de ser. Si Agatha Christie había creado a un personaje casi inhumano cuya capacidad reflexiva rozaba irritantemente la perfección y que se mantenía alejado de las distracciones mundanas de las emociones, el británico cineasta propone una historia que humaniza al monsieur Poirot.

En Asesinato en el Orient Express quedó reflejado que su desproporcionada capacidad deductiva se debía a un trastorno que le hacía insoportable la imperfección del mundo que le rodeaba, de tal forma que resaltaban para él las anomalías “como una nariz prominente de perfil”, lo cual definía como una tortura que, sin embargo, le resultaba muy útil para su oficio. En Muerte en el Nilo, por su parte, se da una explicación a la aparentemente caballerosa asexualidad con la que la escritora le había descrito, para dejar paso a un drama romántico que marca de por vida a un joven Hércules Poirot, lo que explicaría su incapacidad de relacionarse con las mujeres.

La película comienza con esa explicación retrospectiva en el frente belga de inicios de la Gran Guerra. En blanco y negro (para señalar el momento flashback) recorremos con un plano secuencia las entrañas de las trincheras hasta llegar a los protagonistas, entre los que se encuentra el soldado Poirot y un oficial que ha recibido órdenes de atacar el puente de Yser para frenar el avance germano en la que promete ser una sangrienta batalla al más puro estilo de Senderos de Gloria (Kubrick, 1957). Y, aunque el ingenio del futuro afamado detective es crucial en tal campaña, finalmente la experiencia y sus inmediatas consecuencias le marcan trágicamente de por vida.

En lo que a la fotografía se refiere, además de esa influencia kubrickiana ya mencionada, se encuentra en el resto del film una superposición de planos de la espectacular naturaleza del Nilo en contraposición con unos lamentables decorados de estudio. Esta artificialidad (que a veces recuerda al estilo de las películas de Wes Anderson) llega a traducirse en lo que realmente parecen escenarios teatrales, lo cual no es extraño si atendemos al gusto personal deBranagh por este arte y por su adaptación cinematográfica, como ha demostrado tantas veces llevando a William Shakespeare a la gran pantalla. Aun así, por noble que sean las intenciones, a mi parecer la calidad de la fotografía deja mucho que desear. Parece que fuera incluso una producción de bajo presupuesto, como sucede con un reparto de menor interés en comparación con el elenco de Asesinato en el Orient Express, entre los que se encontraban afamados actores de la talla de Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Derek Jacobi, Michelle Pfeiffer o Penélope Cruz.

En cualquier caso, la película cumple con las exigencias de esta conocida historia con el tenso triángulo amoroso entre Simon Doyle, la adinerada y hermosa Linnet Ridgeway y su amiga Jacqueline de Bellefort, aunque la reinterpretación de Hércules Poirot la haga poco recomendada para puristas.

Esa necesidad de explicar la conducta del detective no es la única licencia que se permite el británico cineasta, pues además de la intriga principal (que sí que respeta a grandes rasgos), las historias de los personajes secundarios son en gran medida readaptadas, muchas de ellas incorporando problemáticas sociales, en la que considero que es una estrategia para acercarse al público actual.

Esa actualización no parece ser una elucubración arbitraria si atendemos a las palabras de Paco Delgado, diseñador de vestuario de la película, que remarca que Kenneth Branagh le pidió “un vestuario que pueda hablar al público contemporáneo”. Sin duda Branagh es eficaz en sus trabajos y su versión de Muerte en el Nilo está a la altura de las expectativas consiguiendo insuflar vitalidad a la tradición literaria inglesa.

Lo mejor: La actuación de Kenneth Branagh y su reinterpretación de la vida de Hércules Poirot que da un giro al relato original.

Lo peor: Una fotografía y unos escenarios marcadamente artificiales que pueden distraer la atención.

Nota: 7