El negocio de la industria farmacéutica y su moralidad, pero en particular la monetización del dolor por parte de ésta, es la temática de la miniserie Medicina letal (‘Painkiller’, 2023). Una interesante propuesta de actualidad para comprender el auge entre otras cosas del consumo de opiáceos en el mundo y sobre todo en los Estados Unidos. Tristemente populares son los estragos del fentanilo en redes sociales, de igual forma que sucedió con la heroína y el crack en décadas pasadas. La filmografía está repleta de todo ello…
Esta miniserie, disponible en Netflix, es una especie de docuserie de denuncia social con un carácter didáctico y fiel del escandaloso caso real de la farmacéutica Purdue Pharma y su medicamento OxyContin. Dopesick (2021) de Disney+ ya se basaba en este argumento aunque adoptando un enfoque más dramático y buscando elementos de ficción para un mayor entretenimiento. Obviamente, por ello, y por su nutrido reparto (Michael Keaton, Peter Sarsgaard…) y mejor producción resulta más vistosa Dopesick. No obstante, no por ello Medicina letal deja de cumplir en la tarea de profundizar en los entresijos de este grave escándalo y atentado contra la Salud Pública. Ahora bien, para una experiencia aún más documental, podemos recurrir a la igualmente ilustrativa El crimen del siglo (2021) de HBO.
Según detallan estas series, existe una concatenación de factores para que un producto altamente adictivo y nocivo se pudiera comercializar y prescribir médicamente como si de un antibiótico cualquiera se tratase. El marketing farmacéutico, el poder financiero y de influencia de esta industria, y una escasa eficacia de los organismos de control sanitario (la FDA).
Matthew Broderick interpreta al Dr. Sackler, el impulsor del medicamento y de su promoción y comercialización masiva. El malvado director general de la Purdue Pharma no tenía otra finalidad que el de explotar el sufrimiento ‘satisfaciendo’ una necesidad acuciante de pacientes desesperados por aliviar sus insufribles males. Con un olfato muy afinado para el marketing más agresivo, conocedor de que la conducta humana prioriza huir del dolor y buscar el placer, y evidenciando una más que notable falta de moralidad y ética. Este gurú de los calmantes, únicamente ambicionaba multiplicar beneficios.
Nada de esto pudo producirse sin los fallos evidentes en el proceso de aprobación del medicamento, que por sus evidentes propiedades adictivas iba a convertirse en una droga de consumo fácil y rápido. La FDA en una clara dejación de funciones, puertas giratorias y falta de controles suficientes, permitió su comercialización derivando en un grave problema de Salud Pública. La serie describe las terribles consecuencias en pacientes convertidos en adictos, causando muertes y graves secuelas. Asimismo al tratarse de una potente droga accesible, muchos recurrirían al OxyContin para consumo recreativo.
«El fármaco que no sabías que necesitabas». La nueva droga de diseño y legal, heroína enmascarada a base de producto marquetiniano como si fuera algo recurrente de parafarmacia. Un potente producto con un «buen» mensaje publicitario, y un implacable equipo de ventas…
Al igual que sucedía en Efectos Secundarios (Steven Soderbergh, 2013), se muestra una industria muy volcada en la generación de ingresos haciendo hincapié en cómo se riega de dinero a prescriptores (¡médicos!) y a visitadores médicos que estimulan e incentivan que el medicamento se popularice y termine convirtiéndose en producto de primera necesidad en muchos botiquines familiares. Prácticamente recetado para cualquier tipo de dolencia relativamente grave, y no para casos verdaderamente extremos como recomendaría la literatura científica.
Es interesante la visión frívola de la figura del visitador médico, bastante escéptica y negativa, a base de cupones gratuitos, obsequios, material promocional y otro tipo de merchandising en congresos médicos y charlas. Muy similar al de los propios prescriptores (médicos) vendiendo una falsa y peligrosa esperanza a los pacientes a cambio de suculentos bonus y beneficios en especie.
Falta de ética empresarial basada únicamente en estimular a otros a pagar y a engancharse literalmente al producto. «Si un médico te dice que hagas algo, lo haces…» el prescriptor infalible, recetando sin control, y todo estimulado por «camellos con coletas y tacones» (unas atractivas visitadoras médicas).
En todo ello radica el interés de estas series, en comprender cómo es posible que un potente narcótico, sea diseñado y concebido como un inocuo remedio médico para aliviar dolores intensos. Y pasase desapercibido para las autoridades. Incidiendo en el enorme el poder del marketing y de la industria farmacéutica, una vez más de manifiesto.
Cabe no olvidar que muchas industrias destinan ingentes recursos en Relaciones Públicas para convencer y controlar el relato frente a la opinión pública y las autoridades. Lo hemos comprobado en grupos de presión (‘lobbies’) muy poderosos como el de las armas, el alcohol o el tabaco (Gracias por fumar, 2005) o los pesticidas (Goliath, 2022).
Sin entrar en teorías conspiratorias, Contagio mostraba cómo el poder de la industria es capaz de estimular una demanda desmedida entre ciudadanos, gobiernos y autoridades internacionales sanitarias. Las controversias de las vacunas contra el Covid, o de las ‘simples’ mascarillas sanitarias son casos de ejemplos recientes…
Chirría la creación artificial de esa gran demanda, pero todavía más la argumentación desaprensiva de la compañía farmacéutica. Fomentando el consumo de más dosis y entre un rango de pacientes cada vez mayor. Conocedores de su alta potencia adictiva, heroína en forma de pastilla que destruye familias, negocios, relaciones y la sociedad en general.
Como decíamos al principio, la narración de la serie es didáctica, desde la visión de una investigadora de una fiscalía local que destapó el caso. Amenizado con algunas escenas gamberras y algo transgresoras para poner de manifiesto la frivolidad del asunto. Enriquecido con visos de autenticidad también con extractos de noticiarios reales, y unos breves pero estremecedores testimonios verídicos al comienzo de cada episodio.
En definitiva, son unas buenas series para comprender más la actualidad de esta economía de las drogas y todo lo que subyace. Un gran problema en Estados Unidos que va más allá de los súper villanos de los cárteles centroamericanos o colombianos del narcotráfico magnificados en series como Narcos.
Quizás muy en la línea de lo que algunas películas como Traffic (de nuevo de Steven Soderbergh, 2000) o Dallas Buyers club (2013) vienen a desgranar, que se trata de un problema interno estadounidense que trasciende a esos enemigos exteriores. Y que no es válida como única excusa la influencia de las redes del crimen organizado extranjero como explicación exclusiva de este grave problema social y de economía sumergida…