Peter Jackson y el ‘efecto Lucas’

Peter Jackson y George Lucas son sin duda dos de los cineastas más reconocidos de nuestro tiempo. Ambos marcaron un antes y un después con sus películas y ambos influyeron en toda una generación. Pero las similitudes entre los dos no terminan ahí.

Luke Skywalker sonreía finalmente mientras el fantasma de su padre (sin el rostro de Hayden Christensen), se le aparecía junto con los de sus fallecidos maestros y le devolvía la sonrisa. Décadas más tarde, Sam Gamyi levantaba a su hija en brazos mientras besaba a su mujer y sonreía diciendo; “Estoy de vuelta”.

Títulos de crédito, aplausos, lágrimas, elogios y alabanzas por los siglos de los siglos. Amén.

Así finalizaban, y así eran las reacciones tras esos finales, de dos de las trilogías más exitosas del cine. ‘Star Wars’ (1977, 1980, 1983) y ‘El Señor de los Anillos’ (2001, 2002, 2003), marcaron con fuego a toda una generación, y siguen marcando a las posteriores año tras año, ya como mitos inamovibles en el Olimpo del Cine.

Pero los rasgos que comparten ambas trilogías van más allá, especialmente si ponemos frente a frente a los dos directores que salieron triunfantes de cada una de ellas. George Lucas necesitaba demostrar, y demostró, que su ‘American Graffiti’ (1973) no había sido un minúsculo y afortunado golpe de suerte, y que tenía mucho que aportar aún al cine de su tiempo. Por su parte, Peter Jackson necesitaba demostrar, y demostró también, que no era tan sólo un estridente cineasta de delirantes cintas como ‘Tu madre se comió a mi perro’(1992), y que tenía mucho aún que aportar al cine de su tiempo. Dos directores que superaron cualquier expectativa que se tenía sobre ellos para marcar auténticos hitos en el cine.

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El pasado de Peter Jackson está lleno de sangre y cine cutre. Además de ‘Tu madre se comió a mi perro’, ‘Bad Taste’ (en imagen) es otro buen ejemplo de ello.

Pero paremos ahí un momento, y miremos fijamente a George Lucas por un instante. Más que como director o guionista – que no son precisamente sus puntos fuertes – George Lucas ha aportado al cine luz y magia; o ‘Light & Magic’ que es el nombre de la empresa dedicada a crear y desarrollar efectos especiales y sonoros que Lucas fundó allá por 1975 con el objetivo de tener listo todo el material para asombrar al público dos años más tarde con ‘Una nueva esperanza’ (1977).

Y es que desde su fundación, esta empresa, a disposición por supuesto de ‘Lucasfilm’, ha aportado su mágico toque para la creación de efectos en un diverso y muy extenso cóctel de películas (casi 400). Películas en las que trabajó codo con codo con su colega Spielberg como ‘Indiana Jones’, ‘Jurassic Park’ o ‘La lista de Schindler’, películas de reciente estallido como ‘Piratas del Caribe’, ‘Harry Potter’y si me apuran, ‘Titanic’, e incluso para cintas que no requerían grandes espectáculos de luces y formas como la genial ‘Desmontando a Harry’ de Woody Allen. El currículum de George Lucas como amigo de los juguetes tecnológicos y gráficos es extenso y meritorio, y nadie le quitaría jamás la medalla en ese aspecto.

Pero claro, el problema viene cuando esa tecnología se superpone al resto de aspectos fílmicos- guión, desarrollo de personaje, estructura, coherencia narrativa -y acaba por ser el eje central, y principal reclamo, de la película. Cuando la historia se adapta a los efectos especiales, y no viceversa. Porque de sobra es sabido que los efectos especiales son el complemento, el condimento si se prefiere, de una buena historia. Se empieza mal si esos efectos son el plato principal, segundo, postre y café. Los más avispados habrán adivinado que le estoy lanzando pullitas a lo que se conoce como “la nueva trilogía de Star Wars”; o los “Episodio I: La Amenaza Fantasma”, “Episodio II: El ataque de los clones”, y “Episodio III: La venganza de los Sith” (1999, 2002, 2005). No caeré en el eterno debate entre ambas trilogías. No caeré en el Acción versus Nostalgia. Solo diré que una tiene a Jar Jar Binks y la otra a Harrison Ford. Y con eso cierro debate.

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Un aún joven George Lucas iluminaría al mundo en 1977 con su ‘space opera’, Star Wars.

La importancia aquí reside en el tratamiento que Lucas dio a estas tres películas como director. Debo incidir entonces en el papel protagonista que la tecnología y los efectos digitales toman en estos Episodios I, II, III; quitando así ese papel a lo que debiera ser una construcción adecuada de un relato que debiera recordar a su vez, aún vagamente y teniendo en cuenta el inevitable salto cronológico y tecnológico, a las entregas originales de la saga. Con ello, Lucas separó una galaxia en dos, una galaxia que debería estar unida, uniforme al menos, con una coherencia completa entre toda la saga. Porque hay, pues, dos universos de Star Wars, dos galaxias con débiles, aún forzados, lazos en común. Dos estilos totalmente diferentes de hacer cine para una misma saga cinematográfica.

Esta “traición” de la esencia de una trilogía original a base de efectos especiales y juguetes tecnológicos en cantidades industriales es lo que pienso llamar de ahora en adelante; el ‘efecto Lucas’. Un trastorno fílmico de escasa propagación, rápido contagio, claros síntomas y difícil curación. Recalco lo de escasa propagación por haber tan sólo un caso más tan sonado como el del hombre que dio nombre a tal trastorno; que es el caso de Peter Jackson.

Creador, genio y figura de dio luz y forma a una trilogía que ha marcado a toda a una generación y ha dejado huella imborrable en la historia del cine y que años más tarde decide retomar ese mundo con la excusa de la trilogía precuela y con sacos llenos de nuevos y divertidos efectos. Ya resulta sintomático que esta descripción, escrita y pensada para George Lucas, sea igualmente válida y aplicable para Peter Jackson.

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El neozelandés dejó bien enterrado y escondido su pasado gore (y cutre) para llevar al cine una de las mejores sagas cinematográficas de todos los tiempos, adaptando una de las mejores novelas de la literatura del pasado siglo y del presente. Así pues, siguiendo los pasos de Lucas, conquistó medio mundo a base de cine. Pero claro, justo en el momento en el que Sam Gamyi pronunciaba ese “Estoy de vuelta” y comenzaban los títulos de crédito, a Peter Jackson le entró el ‘efecto Lucas’. Y me da a mí que no estaba vacunado.

Porque, cuando se le pasó la resaca de ‘El Señor de los Anillos’ – resaca durante la cual llevó al cine su King Kong (2005), paso intermedio y de transición hacia el camino de la locura tecnológica – decidió volver a la Tierra Media con ‘el efecto Lucas’ en él para realizar ‘El Hobbit’. Y el efecto Lucas se confirma cuando lo más criticable de esta trilogía de ‘El Hobbit’ coincide con lo más criticable de aquella nueva trilogía de Star Wars.

Con ‘El Hobbit’ Jackson pareció dispuesto a demostrar que a juguetes no le ganaba nadie. Con orgullo proclamaba como la realización de la cinta sería a una velocidad inédita de 48fps, como el 3D nos dejaría sin palabras y como el uso del CGI, que tan maravillosamente dio vida a Gollum en el pasado, sería usado hasta para el movimiento de las hojas de los árboles y de las cejas de los Enanos.

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Peter Jackson buscó revolucionar el cine desde lo visual y tecnológico al rodar ‘El Hobbit’

Esta concentración en lo visual dejó de lado el auténtico cine, creando una serie de películas con una coherencia más que discutible, un montaje confuso, una interminable sucesión de delirantes escenas de acción y un guión e historia que rozaba el “que me devuelvan el dinero de mi entrada”.

Y de nuevo, siguiendo con el escalofriante paralelismo entre ambos cineastas, Peter Jackson creó una nueva Tierra Media, muy distinta a la vista una década antes, y cuyos lazos en común eran también, débiles y a la vez forzados. Dos galaxias, dos Tierras Media.

De ahí que uno piense mal, y dude. ¿Y si el buen hacer de ambas trilogías originales no fue más que un gran golpe de fortuna? ¿Y si al hacer ambas trilogías originales, al no haber demostrado con anterioridad su pericia ante proyectos tan titánicos, ambos directores contaron con una ayuda y un asesoramiento que permitió la creación de ambas joyas? ¿Y si con sus nuevas trilogías, ambos cineastas, apoyados por el éxito de aquella fortuna, tuvieron en sus manos todo el control, como genios que se les consideraba, y mostraron así su verdadero rostro y sus verdaderas tendencias e inclinaciones cinematográficas? Pero no hemos venido a hablar de conspiraciones.

Así es el efecto Lucas. La codicia por las pantallas verdes.  El delirio por las gafas de colores rojo y azul. La obsesión por levantar exclamaciones de asombro como si de fuegos artificiales se tratase. Lo bueno del efecto Lucas es que se adapta a su tiempo a la perfección, aprovecha al máximo la tecnología disponible y le saca todo el jugo. No saca bostezos tampoco. Lo malo es que esa tecnología tiene una fecha de caducidad. El buen cine no.

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Un articulo de Nacho Díaz