Escena de Los pecadores' ('Sinners').
Escena de Los pecadores' ('Sinners').

‘Los pecadores’, un ‘Cruce de caminos’ entre ‘Abierto hasta el amanecer’ y ‘Django’

Título original: Sinners

Año: 2025

Duración: 137 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Ryan Coogler

Guion: Ryan Coogler

Reparto: Michael B. Jordan, Hailee Steinfeld, Miles Caton, Wunmi Mosaku, Delroy Lindo, Jack O’Connell, Jayme Lawson, Omar Benson Miller, Lola Kirke, Peter Dreimanis, Yao, Li Jun Li

Música: Ludwig Göransson

Fotografía: Autumn Durald

Compañías: Proximity, Warner Bros. Distribuidora: Warner Bros.

Género: Terror. Thriller | Vampiros. Sobrenatural. Racismo. Música. Años 30

Ficha en Filmaffinity

El blues de Cruce de caminos (1986), que resucita el legendario pacto de Robert Johnson con el diablo; el bareto de carretera de Abierto hasta el amanecer (1996), con su excéntrico y vampírico final; la discriminación racial de Django desencadenado (2012) y su justicia a base de violencia con mucho humor… Son muchos los ingredientes con los que parece que Ryan Coogler (Creed, Black Panther) ha cocinado su última película, Los pecadores (Sinners), una propuesta impactante e interesante.

Misisipi de los años treinta. Los gemelos Smoke y Stack (interpretados ambos por Michael B. Jordan) regresan a su ciudad natal después de haber reunido algo de dinero durante los años violentos del Chicago de los gánsteres, un negocio para el que parece que han nacido. Su reputación les precede y pocos se atreven a interponerse en su camino. Los hermanos quieren abrir un bar de blues, para el que contarán con la actuación de su primo Sammy (Miles Caton), una joven promesa de la guitarra e hijo del predicador. Su padre, preocupado por la fama de sus sobrinos, advierte al aspirante a bluesman del pecaminoso destino que le deparará si sigue la senda de la noche. La monserga, finalmente, se hace realidad y el mal se desata en la apertura del local familiar.

El realismo de la ambientación se funde con un aura sobrenatural, que se nutre del misticismo pagano, satánico y vampírico, todo ello gracias a una fotografía muy potente. Para lograr esta espectacularidad visual, Los pecadores emplea una combinación única de formatos de imagen —IMAX de 65mm y Ultra Panavision 70—, o lo que viene a ser, el presente y el pasado de la fotografía fusionados, una técnica casi exclusiva Nolan y que perfeccionó en Oppenheimer, experiencia que puso al servicio de Coogler para asesorarlo. No es lo único que han compartido ambos directores y Ludwig Göranss ha sido el encargado de componer una banda sonora que, al igual que la imagen, integra de una forma magistral el blues más encarnado del pasado con la impactante sonoridad del cine actual. En ese sentido, es una película que merece la pena ver y escucharla en el cine.

Escena de Los pecadores' ('Sinners').
Escena de Los pecadores’ (‘Sinners’). WB

La alquimia de Los pecadores es evidente, no solo en la técnica audiovisual, sino en las más que obvias referencias a varias películas, entre las que más destaca Abierto hasta el amanecer. Personalmente encuentro un paralelismo: ambas cuentan con un inicio y una ambientación únicos, rebosantes de cine. Pero sucede en la película de Robert Rodriguez que pueden verse dos partes, una primera muy accesible al público en general y una segunda, y última, que es café para los muy cafeteros.

En el caso de la de Coogler, también el final es… discutible. Pero la fragmentación no es tan clara en este caso y simplemente hay momentos sueltos que distraen, por lo que no se consigue una cohesión de toda la cinta. El director de Black Panther ha encontrado la manera de hablar de la crueldad hacia el colectivo afroamericano de formas muy imaginativas, pero hay momentos en los que la concienciación es tan evidente que el activismo identitario resulta forzado. Este no es un intento de quitar mérito a Los pecadores, porque de hecho lo tiene:

¿Quién iba a dar un duro por una película de vampiros, bluesmen y gánsteres afroamericanos?

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Lo mejor: además de una fotografía y ambientación deslumbrantes, destaca una muy buena banda sonora que, con gran fuerza, entrelaza el pasado y el presente.
Lo peor: algunos momentos de activismo identitario resultan forzados y habrían ganado fuerza si se hubieran tratado con mayor sutileza, sin restar atención a la historia.
7.5