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Hernán Zin: “Con ‘2020’ quería enseñar lo que ha gente no había visto.”

Cuando el pasado mes de marzo se decretó el Estado de Alarma en todo el país y se impuso el confinamiento domiciliario, en lugar de quedarse en casa como la gran mayoría de personas, Hernán Zin (Buenos Aires, 1971) agarró su cámara de video y, junto a un equipo de doce personas, se adentró en hospitales, residencias, cementerios y UCIs para dar a conocer la otra cara de la pandemia.

Más allá de las cifras, de los contagios, de los fallecidos, Zin ha querido transmitir con su último trabajo, 2020, la parte humana de la lucha contra la COVID-19. A través del testimonio de médicos, policías, personas sin hogar, pacientes y familiares, este periodista argentino, curtido en conflictos bélicos y autor de Nacido en Siria (2016) o Morir para contar (2018), testigo como nadie de lo mejor y peor del género humano, ofrece un documento histórico de obligada visualización por parte de cualquier persona. Un largometraje que despierta nuestra empatía y hace reflexionar profundamente sobre los aciagos tiempos que estamos pasando.

PREGUNTA: Hace apenas unos días, se cumplió el primer año desde el contagio del ‘paciente cero’ de COVID-19. ¿Cuál crees que fue tu primera reacción al saber sobre la aparición del virus en China? ¿Pensaste que se desarrollaría y acabaría convirtiéndose en una pandemia?

RESPUESTA: Para nada. Yo estaba en Los Ángeles por entonces trabajando y veía a la gente con la mascarilla en el aeropuerto, por la calle…y pensaba que era algo exagerado. Estuve en Somalia durante una epidemia de cólera, en el Congo con el ébola, y pensé que esto es una sobreactuación de Occidente. Pues nada, no acerté una.

Al volver a España realmente tampoco tomé conciencia. Al principio estábamos todos con el cachondeo del papel higiénico y los supermercados vacíos. Hasta que no entré en una UCI y vi los pacientes tumbados boca abajo, algunos hinchados, luchando por sobrevivir…hasta ese día, realmente, no comprendí la dimensión y lo terrible que es este virus. Algo que supongo que a mucha más gente le habrá pasado también.

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P: ¿Qué fue lo que te impulsó en esos primeros días del Estado de Alarma y el Confinamiento para agarrar tu cámara y documentar que estaba ocurriendo?

R: La dimensión humana que tenía la tragedia. Es lo que siempre trato de hacer, buscar la parte humana de la historia. Es lo único que puedo hacer con mi cámara. Es como un acto reflejo. En Nacido en Gaza cuento como en dos semanas mataron a 400 niños. Debía estar ahí con los supervivientes y contar por qué ocurrió eso. Lo que no está bien es que se cree un espectáculo.

Tiene que haber un contexto, una familia, una humanidad, unas personas…Ese es mi planteamiento. Yo siempre trataba de explicarlo así. Esto no va a ser morbo, va a ser un retrato honesto sobre una realidad que esperemos, nunca vivamos más.

P: ¿Has tenido algún problema, presión o dificultad para poder acceder a algún entorno sanitario?

R: 2020 ha sido el trabajo más difícil de mi vida en sentido de producción. He tenido que enviar correos y mensajes por WhatsApp con el Artículo 20 de la Constitución para que me dejasen entrar en un hospital y poder grabar.

Las directrices eran no dejar entrar a la prensa. Los guardias de seguridad me echaban de mala manera. Yo decía que me hacía cargo de mi propia seguridad, que era un profesional, y que no iba a molestar a nadie. Pero me echaban. Me habrán echado unas veinte veces de la mitad de los hospitales que visité. Ha sido muy desagradable. He pasado mucho estrés y me daba mucha rabia.

Por suerte, había gente en la Administración Pública que conocía mi trabajo. En particular Nacho Mostazo, Director de Medios de la Comunidad de Madrid, periodista, que habló con todo el mundo y transmitió mis intenciones. A partir de ahí se fueron abriendo las puertas, pero hasta entonces fue muy frustrante.

Recuerdo estar en una ambulancia y que decirme “¿Qué haces ahí con una cámara? ¡Bájate! ¿Quién te ha dado permiso?”. Vengo de Afganistán, de Gaza, y en el fondo estoy acostumbrado a ese trato.

Por supuesto, no interrumpíamos la labor de los sanitarios. No queríamos molestar e invadir la privacidad de los pacientes. Todo eso lo entendía perfectamente. Pero, por sistema, se nos decía que no. Y eso para mí eso era inaceptable. Ha sido duro, pero al final lo conseguimos. Estoy muy orgulloso de eso. De conseguir esa cara B de la historia. No hay otro documento igual.

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P: Durante los dos meses que estuviste grabando, ¿pensaste alguna vez en dejarlo?

R: Todos los días pensaba que no iba a conseguirlo. Todos los días se me caía una historia, un permiso o tenía una pelea con alguien. Pero es algo que me pasa siempre, soy un poco neurótico. Tener ese miedo de comprometerte a hacer una inversión económica, lanzarte a lo loco, y tener esa presión encima a no defraudar a tu equipo y lograr el objetivo propuesto.

P: Has contado con testimonios de médicos, enfermeros, bomberos, pacientes y personas sintecho. ¿Cuál de todas estas historias te ha llegado más?

R: Nos parecía que había muchos ángulos para atajar la historia, pero lo que traté de evitar fueron las historias comunes. Aplausos no hay, el cocinero de moda que reparte comida, el postureo de la mascarilla…no me interesaba eso. Me pareció muy encomiable que la sociedad se mostrase solidaria, pero quera enseñar lo que la gente no había visto.

Yo me encariño con todos, simpatizo con todos. Me gustaba mucho estar con Miguel, el enterrador. Me parece que tiene un discurso y una sensibilidad muy especial por como trataba a las familias, con mucho respeto.

Cuando vi a Miguel, como cuidada de las familias, como sufría por ellas al no poder despedirse, me decía, “Mira este hombre. Sin estudios. Diecisiete años enterrando gente, y toda la humanidad que tiene.” Fue una de las personas con las que más me identifiqué, con la sensibilidad de un tipo rudo que lo hace todo con pala. Me pareció un gran descubrimiento.

También Carmen Martínez, la directora general del Hospital Universitario 12 de Octubre, me pareció una super crack. Una mujer que reconvirtió dieciocho plantas en UCIs y coordina un equipo de seis mil empleados. Hay que estar ahí y saber aguantar el tirón. Es toda una mujer de hierro.

Encontré mucha gente vocacional, con mucha pasión y compromiso ético. Y creo que eso es lo bueno de la película. 2020 es dura de ver, pero tiene cosas muy positivas. La gente que la vea se va a llevar muchas. A estas personas no las llamo héroes, son gente normal. Solo que al límite, pero con una entrega extraordinaria.

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Hernán Zin durante el rodaje de ‘2020’

P: ¿Crees que tu documental puede servir para que los más jóvenes se conciencien mejor de la situación actual?

R: Totalmente. Creo que el documental es una herramienta para que la gente entienda lo brutal que es este virus y se lo tomen en serio. Ese ha sido el error de no mostrarlo. Que exista gente que niegue su existencia. Recuerdo, en una de las ultimas guardias que hicimos en ambulancia por Madrid, llevando con nosotros a una persona muy enferma de COVID, mirar por la ventanilla y ver chavales de botellón. En mayo.

En su momento, hubo muchas cadenas de televisión no querían emitir mis imágenes cuando contacté con ellas para ofrecerles mi material. Todo eran excusas. La culpa no es solo de los políticos. En junio, ya tenía terminada 2020 y ninguna cadena quería programarlo. Hubiera servido para que este verano hubieran pasado menos cosas.

No sé si habría tenido impacto, pero, si lo hubieran mostrado, si alguna cadena lo hubiera emitido, hubiera habido un documento que mostrase lo que no se había mostrado. Por eso quería acabarlo en junio, un poco tarde para mí, pero ojalá sirva ahora como documento histórico y la gente tome conciencia con él.

P: ¿Cuáles son tus deseos de cara a este año nuevo que viene?

R: Mis deseos que es todo lo que 2020, como cada palo que te da la vida, nos haya enseñado algo. En mi caso, tres cosas fundamentales. Primero, que podemos vivir consumiendo menos. Yo en el confinamiento no gasté mucho y fui igual de feliz que cuando salía a comprar ropa o lo que sea. Segundo, que lo importante es estar con la gente que queremos, poder abrazarles y cuidarles, sobre todo a los mayores. Y tercero, que hay que cambiar nuestra forma de vivir. El planeta nos está dando una señal muy clara. Si seguimos arrasando los bosques, las selvas, contaminado los mares…pues salen muevas enfermedades que traen los animales como es el caso del COVID.

2020 es como cualquier experiencia traumática de la vida. Te da la posibilidad de darle al botón de reinicio. Ojalá 2021 sea un año que pensemos “no necesito comprar tanto”. Hay mil gestos pequeños, mil cosas que podemos hacer para proteger el planeta.  Este ya nos considera una especial de plaga y tiene sus anticuerpos, primero lanzo el SARS1, luego el MERS…y estaremos así hasta que aprendamos que somos una especie más. Que debemos vivir en armonía y respetar el equilibrio natural.

Espero de 2021 que nos haga vivir de otra manera, que nos haga reflexionar de las verdaderas causas. La realidad es que nos estamos cargando el planeta y, o relacionamos ahora o nos extinguiremos. Todo está en nuestras manos. Todavía queda mucho por hacer. Pero bueno, seamos optimistas.