Lo primero, pedir disculpas al lector por esta comparación surrealista y tan aleatoria. Mi mente cinéfila a veces me juega malas pasadas, y se empeña a relacionar películas y personajes que no tienen que ver. O si.
Desde que visioné Joker (Todd Phillips, 2019) el día de su estreno, no paro de pensar en la famosa frase del filósofo Rousseau «el hombre es bueno por naturaleza», seguidamente afirmaba que era la sociedad quien lo corrompía. La película habla de muchas cosas, pero en base a esta idea. Todo gira en torno a cómo la ciudad donde se mueve Arthur Fleck, corrompe a éste. A través de injusticias tanto personales como sociales.
Arthur se siente incomprendido en un mundo que no entiende sus maneras. Su forma de pensar y actuar están mal vistas por la falta de empatía. El personaje interpretado por Joaquin Phoenix es un elemento diferente entre tanto rebaño de masas.
Lo diferente, lo que no se comprende, da miedo y como consecuencia se rechaza, sin darle a lo que no se comprende la oportunidad de expresarse. Es lo que el filósofo y escritor Byung-Chul Han define como «La expulsión de lo distinto» en su obra titulada con el mismo nombre.
¿Acaso no es esto lo que le convierte a Arthur Fleck en un monstruo? ¿En lo que acabaríamos conociendo como Joker? El villano nace a partir de lo que la sociedad le produce y no está muy alejado del emperador Cómodo en la película Gladiator (Ridley Scott, 2000).
En una conversación con su padre Marco Aurelio, Cómodo se va corrompiendo a medida que va transcurriendo el diálogo. Esto lo podemos ver en la gran actuación de Joaquín Phoenix y por su puesto con una puesta en escena que nos grita el por qué está justificada esa transformación.
Recordemos la escena donde se produce este diálogo. Cómodo acaricia el rostro de un busto escultórico (el filósofo Platón) hasta que aparece su padre Marco Aurelio para comunicarle que él no va a ser su sucesor.
Un plano contrapicado y una iluminación clara oscura da pie al principio de la creación de un monstruo. Cómodo empieza así a preguntarle a su padre qué hay en él que tanto ha odiado. Cariño y respeto es lo único que Cómodo le exige y ha exigido siempre a su padre. Éste nunca lo ha valorado, eligiendo como sucesor a alguien que ni siguiera es de su sangre, Máximo Décimo Meridio (Rusell Crowe).
Se crea así uno de los diálogos más interesantes de la película dirigida por Scott. Ante la mirada fija y penetrante de la escultura de Platón, Cómodo (dando la espalda al busto) le dice a su padre que él le enseñó unas virtudes que no poseía.
Las cuatro grandes virtudes que Marco Aurelio le enseñó a su hijo Cómodo son las mismas que el filósofo griego Platón difundió como la mejor manera de gobernar: sabiduría,justicia, fortaleza y templanza.
Ninguna de ellas poseía el personaje que interpreta Phoenix, reconociéndolo en esta escena. En cambio, sí poseía otras cualidades como la ambición, la cual se puede convertir en virtud si conduce al éxito.
Ingenio, valor y devoción son las otras tres virtudes que Cómodo, entre lágrimas, destaca para convencer a su padre de su valía. Ninguna de estas virtudes figuraba en la lista de Marco Aurelio, incluso parecía que no deseaba ni quería a su hijo.
«Tus defectos como hijo son mi fracaso como padre» remata Marco Aurelio cuando quiere abrazar a Cómodo.
Ante un diálogo de esta magnitud, sólo me viene a la cabeza la transformación que sufre Arthur Fleck durante toda la película. Las sombras de ambos personajes, ese lado oscuro que todos tenemos, sale a la luz cuando nuestro entorno se ha encargado de criarlo a fuego lento hasta que estalla.
La falta de empatía y de cariño convierte al hombre bueno por naturaleza en el ser más despreciable posible. De eso nos hablan estos dos villanos interpretados por el mismo actor. Él no lo sabía, pero en esa escena hecha en el año 2000, nace una de las mejores interpretaciones del siglo XXI, Arthur Fleck en Joker.
Y hasta aquí lo surrealista de mi artículo. Espero que seáis empáticos con este descerebrado, a noser que queráis que me convierta en el mejor villano de todos los tiempos.