Título original: Droste no hate de bokura
Año: 2020
País: Japón
Dirección: Junta Yamaguchi
Guion: Makoto Ueda
Fotografía: Junta Yamaguchi
Reparto: Aki Asakura, Riko Fujitani, Gota Ishida, Takashi Sumita, Kazunari Tosa, Haruki Nakagawa, Munenori Nagano, Yoshifumi Sakai, Chikara Honda, Masashi Suwa
Productora: Tollywood
Género: Comedia, Ciencia Ficción.
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Se podrían decir muchas cosas (casi todas buenas) sobre la esperanzadora y primorosa Más allá de los dos minutos infinitos. Pero eso chocaría frontalmente con el alma de una película que nos vuelve a confirmar esa convicción de que, a veces, las buenas ideas y el ingenio de un grupo de personas supera con creces la (no) evidente falta de recursos técnicos. Así que intentaré ser breve, independientemente de lo que de verdad se mereciera una película tan meritoria como de la que me dispongo a hablar.
Como no podía ser de otra manera dado la cohesión y coherencia que deben seguir mis palabras, recojo mi propio cebo. La cinta parte de una premisa a priori manida (viajes en el tiempo), aunque intrigante y potente por la enésima vuelta de tuerca que se le da al género. Kato, nuestro protagonista, al terminar su jornada laboral en la cafetería que él mismo regenta, llega a su apartamento para darse cuenta de que la pantalla de su portátil está conectada con el ordenador de su establecimiento, siendo capaz de ver dos minutos hacia el futuro. A raíz de tan ínfima anomalía temporal, este joven muchacho vivirá la próxima hora explorando las paradójicas posibilidades que ofrece dicho fenómeno con su grupo de amigos.
En el debut en el largo de Junta Yamaguchi esto no es por puro capricho. Este inusual hecho se nos relata solamente en los 65 minutos posteriores al descubrimiento debido a que su director opta por rodar todo en un plano secuencia que no hará sino apoyar una narración in crescendo dónde la diversión de sus personajes, la intriga por conocer que caminos transitará la trama y la incorporación progresiva de elementos narrativos y visuales, no cesará en pos de la continua sensación de impredecibilidad. Esto, sin duda alguna, ya es un logro al alcance de pocos. Pues sortear la falsa creencia de que los filmes cuanto más largos mejor, la trampa de estirar demasiado su premisa y el debate alrededor de sí era necesaria tal floritura estilística, no es para nada fácil.
A su vez, no hay que pasar por alto la calidad del guion del joven pero ya curtido Makoto Ueda. Que junto con el director y sabiendo de su paso juntos por la compañía teatral Europe Kikaku, desarrollan un planteamiento a la nipona en su tratamiento de personajes sencillo y efectivo, en los que el reparto sin duda parece entender su propósito de pequeñas piezas que hacen un todo artesano e inteligente. Así como una salida hacia la comedia (a veces romántica, a veces histriónica) acompañada de pequeñas notas policiacas, con esos agentes espacio-temporales no tan listos como su rango podría indicar; o del cine criminal, porque unos buenos gánsteres barriobajeros nunca están de más.
Además, es sorprendente comprobar el oro que sacan grabando casi todo el metraje con un Iphone. Que si bien no es el primer caso en el que se ha explotado esta posibilidad, aquí Yamaguchi vuelve a poner de relieve esa maña del que no le queda otra que hacer lo que pueda con lo que tenga, insuflando un agradecido dinamismo a una obra con un corpus espiritual emparentado con la meta-fílmica One cut of the dead (Ueda, 2017). Porque cuando terminas de verlas, estas te devuelven la fe en el poder que tiene el cine como evento colectivo de creación. También, creyendo fútilmente que todos podemos crear nuestras propias historias y grabarlas en un par de días con el mismo resultado. Y a pesar de esto, para los espectadores que romantizamos el arte de hacer cine, es un sentimiento infinitamente maravilloso.
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Lo mejor: La inteligente explotación que hace Yamaguchi del minimal sci-fi como carta de presentación
Lo peor: Que en un tiempo sólo nos acordaremos de ella cuatro gatos (espero equivocarme)
Nota: 8/10