Año: 2020
Duración: 65 min.
País: España
Dirección: María Pérez Sanz
Guion: María Pérez Sanz, Carlos Egea
Música: Christina Rosenvinge
Fotografía: Ion De Sosa
Reparto: Christina Rosenvinge, Alito Rodgers Jr., Isabelle Stoffel
Productora: Redant Films
Género: Drama
—
Es bastante probable que conozcas Memorias de África: la película de Sydney Pollack protagonizada por Meryl Streep y Robert Redford que arrasó en los Oscar y, más importante, en los salones de casas de todo el mundo desde mediados de los 80. La obra era una adaptación de una de las novelas de Karen Blixen, una aristócrata danesa que se mudó al continente africano para seguir los pasos de su marido y que terminó alcanzando la fama por enamorarse de esa tierra.
En Karen, la ópera prima de la cacereña María Pérez Sanz que triunfó en la sección Un impulso colectivo del pasado D’A Film Festival Barcelona, seguimos los últimos años de la vida de Blixen. En primera instancia, la película puede parecer tremendamente sencilla (y, de hecho, esto es gran parte de su encanto): explora la relación entre Karen Blixen (Christina Rosenvinge) y su criado Farah Aden (Alito Rodgers Jr.), utilizando para ello varias viñetas de la vida compartida de ambos.
La grandeza de la película está en que dichas viñetas no contienen fragmentos relevantes de su historia juntos. O, mejor dicho, no cuentan nada que parezca que pudo afectar de forma irremediable la relación: hay pequeñas discusiones, hay momentos dulces, hay momentos tristes… pero nada que no termine más o menos en el mismo lugar en el que empezó.
¿Qué es lo que hace especial esta Karen? Que Pérez Sanz se esfuerza en mostrar esta relación, con sus luces y sombras, como un lugar de promesa infinita, como la de dos personas que se necesitan la una a la otra de una forma compleja y especial que llegamos a comprender pero no entender: sabemos por qué Blixen aprecia a Aden, y a través de un par de diálogos llegamos a hacernos una idea de por qué él se beneficia de su relación con la danesa, pero el indudable vínculo que hay entre ellos va más allá del plano pragmático y eso es algo a lo que no podemos asomarnos.
Las imágenes son bellísimas, envolviendo a los personajes en lugar de abrirles el mundo. Aquí África no es un lugar que descubrir, sino una tierra donde los colonizadores han traído su lengua, sus costumbres… y sus problemas. Un elemento importante de la historia es la paulatina pérdida de capital de la protagonista, que pasa el tiempo contando el dinero con Aden, y que se ve obligada a deshacerse de algunas de sus posesiones más preciadas.
La directora decide así que la relación de sus protagonistas va a suceder en las elipsis de otras películas; donde alguien pasaría de un plano de la sabana a la casa de Blixen, aquí vemos el largo viaje, vemos las paradas para mear en el campo, notamos el cansancio de ambos… No se hace hagiografía, y aunque no se exploran los aspectos más controvertidos de la relación (la dinámica criado-colonizadora), Karen es crítica con la figura de Blixen, como una persona que se ha ensalzado en la cultura popular pero nunca llegó a adapatarse totalmente a la vida en África ni dejó de lado la condescendencia o sus raíces burguesas.
Es una forma interesante de acercarse al biopic, y aunque el resultado no termina de ser del todo exitoso, debido sobre todo a unos diálogos que en ocasiones suenan demasiado artificiosos para encajar con el ritmo pausado y natural de las imágenes, no se puede negar que Karen es sorprendente, especial y en cierto momento, merecidamente emotiva.
Lo mejor: sus bellísimas imágenes y la interpretación de Christina Rosenvinge.
Lo peor: la artificiosidad de sus diálogos.
Nota: 7/10