‘Valeria’: Entre lo erótico y lo pornográfico.

El último éxito español de Netflix juega con el erotismo para cautivar a los espectadores confinados, sin saber, que se confunde constantemente con lo pornográfico.

Valeria (2020, María López Castaño), basada en las novelas de Elisabeth Benavent, recurre a un factor que ya se hizo años atrás en Sexo en Nueva York (1998-2004, Darren Star), el sexo.

A diferencia de aquella serie, los problemas relevantes sociales pasan a un segundo plano para dar paso a escenas de sexo cada cinco minutos. Contados en mi reloj, la serie creada por Castaño parece que necesita del sexo para atrapar la atención del espectador.

Cuatro amigas que se encuentran en la «crisis» de los treinta, viven como quinceañeras. Por momentos pensé que el público objetivo de esta serie siempre fue los adolescentes. Recurriendo a conversaciones de WhatsApp para dar mejor fluidez a unos diálogos que brillan por su ausencia, ya que la mayor parte de la serie están consumiendo su amor, las chicas protagonistas recuerdan la fogosidad de la juventud y el poco hablar.

Valeria
Valeria y sus amigas en una escena de la serie

Aguanté los ocho capítulos porque quería saber cómo terminaba. Porque sí, a pesar del humor absurdo y lo fácil que es recurrir al porno disfrazado de erotismo, Valeria tiene algo que engancha. Hay un conflicto dentro del personaje de Valeria (Diana Gómez) que no es nada nuevo en el mundo audiovisual. Un trío amoroso que pide a gritos al espectador su opinión y debate para saber qué tiene que hacer Valeria y por qué.

Se traslada la historia de amor estereotipada a tiempos de redes sociales y LGTBI. Deja un sabor descafeinado, como de llegar tarde a una mentalidad que ya no va por ahí. El único espectador que puede devorar la serie y comentarla hasta la saciedad es el adolescente. El de treinta años ve la serie y pasa a la siguiente, porque esta historia ya la ha visto mil veces.

Si Valeria pretendía algo como Sexo en Nueva York, llega tarde. En general carece de una solidez en el argumento que intenta maquillar con una estética bien lograda y un capítulo final cuyo montaje es de lo más inteligente de la serie.

No sé qué pensará Elisabeth Benavent de la serie. Posiblemente se sienta orgullosa de que Netflix se haya inspirado en una de sus novelas. Lo más seguro es que En los zapatos de Valeria, el libro que inspira la serie, tenga más consistencia los personajes, empatizando aún más el lector con el dilema de Valeria y entendiendo mejor a los personajes de Adrián (Ibrahim Al Shami) y Víctor (Maxi Iglesias), los cuales deberían tener mayor peso en la serie ya que el conflicto interior de Valeria es producido en gran medida por estos dos.

Valeria
Valeria, Diana Gómez y Víctor, Maxi Iglesias

El primero carece de carisma y el segundo lo que le sobra de carisma lo tiene de acosador. Personajes muy planos que no me hacen ponerme en su lugar, y como consecuencia provoca que no entienda a Valeria y sus enredaderas mentales.

La estética de la serie es maravillosa. Se escogen muy bien los escenarios y el color para representar el estado psicológico de los personajes. Como la escena donde Lola (Silma López) baja el violonchelo de su madre por las escaleras de su edificio, arrastrándolo hasta tirarlo a la basura. Un plano cenital es el encargado de ver ese laberinto mental que tiene Lola para resolver el conflicto con su madre, viendo las escaleras del edificio casi retorcerse. O el piso que alquila Nerea (Teresa Riott) tan peculiar, complejo y diferente como ella.

La fotografía y el montaje del último capítulo, donde por fin entendemos y empatizamos con esa relación amorosa entre Adrián y Valeria, es lo que salva a la serie. Es en el capítulo ocho donde el espectador entiende el desarrollo de la relación de ambos, con una edición excelente que combina pasado y presente de forma inteligente haciéndonos reflexionar sobre los comienzos y los finales. Como baila entre estos dos y nos invita a pensar que todo se acaba, hasta lo que más amabas en un primer momento y en un primer lugar.

A Valeria no le hace falta recurrir al porno para atrapar, tampoco sabe ser erótica. Y sin embargo, ahí está. Triunfando en Netflix en una sociedad española que se quiere sentir eternamente joven. El espectador está cansado de que se recurra a lo mismo, a lo fácil. Netflix debería saber que las «españoladas» ya pasaron de moda en nuestro país.