Somos lo que vemos

Cada vez que pienso en todo lo que he vivido, todas las decisiones que he tomado y todos los retos a los que me enfrento cada día, no puedo evitar pararme un momento a recordar todo lo que me ha hecho llegar a donde estoy. Decidí estudiar para formar parte de la industria audiovisual gracias al trabajo de toda la gente que forma parte de ella y que tiene ya un hueco en mi vida y en la de todo aquel que me cruzo por la calle cada día. Creo que su trabajo está tristemente infravalorado porque no solo nos han ayudado a todos a entender el mundo, sino que han hecho que seamos lo que somos ya que, aunque a veces se nos olvide, las personas en las que nos convertimos a medida que avanza nuestra vida no tienen solo que ver con nuestra familia, nuestros amigos o nuestras parejas, sino también con las series y las películas que hemos disfrutado en su compañía.

Cuando era pequeña, mis abuelos podían decirme una y otra vez que debería cuidar muñecas o ponerme vestidos pero mis padres me dejaban ver lo que quería en la tele y yo escogía ver ‘Oliver y Benji en lugar de… iba a poner un ejemplo de serie para niñas pero, en realidad, no se me ocurre ninguno por motivos obvios. Así fue como descubrí el futbol, como desarrollé mi imaginación y cómo entendí –al menos todo lo que puede entender una niña- el mundo que me rodeaba: viendo la tele y riéndome con mis padres mientras Oliver Atom marcaba goles imposibles.

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En Navidad es quizás el momento en el que más tiempo dedico a pensar en todo esto y es por ese motivo por el que en esta me he puesto a pensar en las películas que han marcado mi vida y la de mis padres y amigos, y no son otras que los clásicos de Pixar y Disney (y con clásicos de Disney no me refiero a las princesas, sino a todas las demás). Yo no aprendí que era la amistad yendo a clase, tenía mis amigos allí pero no conseguí ponerle nombre y comprender lo que sentía hasta que vi ‘Monstruos S.A.; y no entendí lo que era la familia más allá de regalos por mi cumpleaños o Reyes y millones de besos y regañinas hasta que no vi ‘Lilo & Stitch’. Toy Story’, ‘Los Increíbles’, ‘Bichos’, ‘El Planeta del Tesoro’, ‘Buscando a Nemo’ o ‘La ruta hacia El Dorado’; todos están en algunos de los mejores recuerdos que tengo con mi familia: cantar las canciones de ‘Mary Poppins‘ con mis abuelos, recitar los diálogos de ‘Lilo & Stitch‘ con mi hermana y salir del cine con mi padre después de ver ‘Wall-E‘.


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Tras esa etapa, vino el instituto y con él mi obsesión por la lectura y el cine. En esos seis años ya no vi cine en familia, era más un pasatiempo con amigos o, simplemente, yo sola en frente del ordenador. Es en esta etapa en la que todos empezamos a tener otras inquietudes y comenzamos a pensar en el futuro: en lo que queremos estudiar, el trabajo que nos gustaría tener, a plantarnos qué es eso del amor y en divertirnos de otra manera. Y para reflejar todo este momento de emoción contenida y nerviosismo por saber a dónde me dirigía, los largometrajes que reflejaban e iban modelando mi vida fueron cambiando: dejando atrás ‘El rey León‘ o ‘Hércules‘ pasé a ‘El diablo se viste de Prada‘, ‘Mamma mia‘, ‘Crepúsculo‘ (sí, tuve mi fase Team Edward, lo admito), ‘Juno‘, ‘500 días juntos‘, ‘El silencio de los corderos‘, ‘Star Wars’, ‘Origen’, ‘Matrix’, ‘V de Vendetta’, ‘Iron Man’, ‘El Caballero Oscuro’, ’21: Blackjack’ o »Rosas Rojas’. Y, después de los largometrajes, vinieron las series que comenzaron a inundar mis tardes de manera incontrolable: ‘Castle’, ‘Cómo Conocí a vuestra madre’, ‘Friends’, ‘Sherlock’, ‘Breaking Bad’, ‘Covert Affairs’, ‘Scrubs’, ‘Arrow’, ‘The 100’ o ‘Bones’ entre muchísima más. Es precisamente esta etapa tan desigual y casi caótica en muchas ocasiones la que me ha dejado los recuerdos más dispares: la tristeza de sufrir con ‘Habitación en Roma‘ sola y llorar más de lo que en ocasiones me gusta admitir, ver una y otra vez ‘Los 4 Fantásticos’, ‘Friends’ o ‘Can faldas y a lo loco’ con mis padres, repetir una y otra vez ‘Love Actually‘ cada Navidad en familia o reír hasta no poder más viendo ‘Los Juegos del Hambre‘ en el cine con mis amigas.

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Son todos estos recuerdos almacenados en nuestra memoria y guardados en forma de VHS o DVD los que hacen que, pasados unos años, una adolescente se enamore de la química por ‘Breaking Bad‘, del derecho por ‘How to get away with murder‘, de la física y las matemáticas por ‘The Imitation Game’ ‘La Teoría del Todo’ o del trabajo de la gente que hay detrás de las cámaras por todo lo que ha visto hasta ese momento y decida que quiere consagrar su vida a ello. En la infancia aprendemos que podemos sacar algo más de una serie o una película que un buen rato en familia y en la adolescencia es cuando nos preocupamos por ver más allá: podemos encontrar lo que realmente nos apasiona en una sala de cine o en Netflix a las tantas de la noche.

Y dicho todo esto y dejando aquí todo lo que se me ha pasado por la cabeza hoy en mis delirios mañaneros, con vuestro permiso me voy a seguir viendo ‘Orphan Black‘, que he decidido volver a disfrutarla por tercera vez – creo que no se nota que es mi serie favorita- para intentar convencerme a mí misma de que algún día podré estar en el sitio de los que trabajan en esta maravillosa historia haciendo lo que me apasiona de verdad: ver, sentir y ayudar a crear joyas de la televisión y el cine como esta.

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