Series que son un buen negocio (LXXVII): un debate sanitario que ‘Respira’

¿Qué puede tener de particular y de novedoso una serie sobre la actividad frenética en el seno de un centro hospitalario? En efecto, la serie Respira es simplemente una más a añadir a un subgénero cargado de mejores guiones, mejores producciones y mejores historias. Urgencias, New Amsterdam, Anatomía de Grey, etc. Incluso en la prolífica Hospital Central ya obteníamos ese componente de realidad local, más próxima, al basarse en un hospital español.

El debate sanitario, como no puede ser de otra forma se mantiene de actualidad, y es evidentemente otro de los múltiples focos de polémicas, controversias y batallas políticas. Aunque la corrupción y la falta de ética, son inevitables para cualquier partido político, en algún momento sacar a relucir los problemas de uno de los pilares del Estado de Bienestar puede ser una buena cortina de humo con la que distraer a la opinión pública. O movilizarla contra el adversario político de turno.

Así que los guionistas y el creador de la serie, con buen atino, emplean su sesgo ideológico notorio, centran todo el argumento en evidenciar los múltiples problemas de la Sanidad. Lógicamente, han preferido ambientarlo en una Comunidad Autónoma rival como la valenciana en la que poner de manifiesto la falta de recursos, la mala organización y alertar sobre la privatización de la gestión de los hospitales públicos. En este caso, un ficticio Hospital Joaquín Sorrolla en Valencia. Por cierto, todo en el contexto real de una notable proliferación de clínicas y hospitales de titularidad privada.

Las listas de espera, la falta de organización y el desbordamiento de la actividad son algo común a todas las regiones, sea cual sea el partido político que gobierne. E incluso algunas con competencias tan exclusivas y privilegiadas que cuentan con muchos más fondos que las demás…Por ese absurdo reino de Taifas, asimetrías de dudosa justicia social de algo tan serio como la Educación o la Sanidad.

Aitana Sánchez-Gijón, Najwa Nimri y Blanca Suárez son parte del elenco de protagonistas (Fotograma: Netflix)

La serie Respira, en muchas fases de los capítulos se ahoga con demasiadas historias románticas, relaciones entre compañeros y operaciones quirúrgicas de médicos. Cirujanos y enfermeras sorprendentemente multidisciplinares… En algunos (pocos) momentos consigue plantear dilemas morales y éticos que son interesantes. Pero prefiere convertir los episodios en catástrofes de todo tipo como si de plagas bíblicas o maldiciones se tratase.

Básicamente, busca emplearse de lleno en aplicar la justicia poética con el karma que tiene que sufrir Nawja Nimri en su papel de Presidente de la Comunidad Autónoma, adalid de la privatización de la Sanidad Pública, como buena lideresa conservadora y/o neoliberal. Pretende aplicarle una implacable lección moralizante al no tener más remedio que intervenirse y tratarse en la pública. Ante el elevado coste de los seguros privados para su grave afección tumoral. Aunque esta señora posea recursos económicos, el coste parece ser estratosférico.

Un desesperado Denzel Washington en John Q ya ponía en evidencia lo arriesgado de ceder todo tipo de gestión sanitaria a la iniciativa privada. Eso en un país europeo y avanzado, es algo que no admite casi ni discusión. Por ello, resulta algo burda la caricaturización del oponente político como un desalmado que aprende a la fuerza. Como si muchos de los activistas del llamado progresismo cultural, e incluso políticos de las altas esferas defensores acérrimos de lo público, no recurriesen a clínicas privadas. Y ya ni siquiera para casos complejos sino para cualquier tipo de intervención más o menos común. Libertad de elección, faltaría más, pero predicar con el ejemplo es algo exigible para no caer en hipocresía manifiesta.

El verdadero problema que no aborda la serie Respira, porque se conforma con ajusticiar a la malvada Nawja Nimri por liberalizadora, con su enfermedad y con las huelgas de los hospitales; es que no plantea dilemas económicos. El foco auténtico de la cuestión. La gestión eficiente de los recursos, ya no es que sea de primera página del primer manual de Economía que uno deba leer. Es que es el propio sentido común, hablemos de economía doméstica o educación financiera. Si hace falta someter a todos los políticos y gestores de lo público al experimento de Robinson Crusoe, preferiblemente a la excursión marciana de Matt Damon, hágase. Aprenderán con buena lógica y de forma rápida la necesidad y obligatoriedad de utilizar los recursos, que no son infinitos sino limitados, a optimizarlos debidamente.

De los Presupuestos Generales, que se nutren de ingentes impuestos con los que gravan y empobrecen a los ciudadanos, no da para más. Si hay que recortar en asesores, en corrupción, en inversiones nada prioritarias o en frivolidades, ¡recórtese, evítese! Y si es necesaria una gestión mixta de la Sanidad Pública con un organismo de control profesionalizado que priorice el cumplimiento de un gasto sanitario que mantenga criterios de calidad, y la sostenibilidad financiera, sin desperdiciar recursos, habrá que hacerlo. Porque nada es «gratis», ni «el dinero público es de nadie» como afirman algunos altos cargos, analfabetos económicos y funcionales. No nos autoengañemos con la polarización del blanco y el negro, negocio únicamente rentable para los vividores de la industria política. Las soluciones intermedias, las escalas de grises, suelen ser siempre las más adecuadas.

En definitiva, es una serie relativamente divertida, que permite reflexionar parcialmente a pesar de este planteamiento algo tendencioso de la situación de la Sanidad Pública en España. Ahora bien, si de verdad se busca entretenimiento ágil y una visión verdaderamente estresante y desgastante de lo que es ejercer cualquier actividad sanitaria, sin duda es mejor recurrir al humor negro de la película Código 3. Ponerse en la piel de unos técnicos auxiliares del servicio de Ambulancias en EEUU en su extenuante turno de 24h, es de lo más descriptivo.