Otra edición más, la Sección Oficial del Donostia Zinemaldia ha recogido una heterogénea colección de películas que compiten por alzarse con la ilustre Concha de Oro. Claire Denis y el resto de prestigiosos integrantes del Jurado Oficial se encargarán de otorgar este galardón el próximo 30 de septiembre en la gala de clausura.
Como cada año, la 71º edición del SSIFF incluye también una extensa variedad de proyecciones que se han repartido en más de 13 secciones, alcanzando alrededor de 200 títulos en total. Entre ellas destacan secciones como Perlak -enmarcando célebres títulos que ya han pasado por Cannes o Venecia-; New Directors -presentando las futuras promesas del cine-; Horizontes Latinos -lanzando una mirada al otro lado del charco-; y muchas más.
Nuestros compañeros Guillermo Rodríguez y Marina Selene Rojo nos cuentan a continuación las sensaciones que les han sugerido algunos de estos proyectos. Y para todos aquellos que quieren consultar las propuestas que se han incluido en la programación completa de esta edición pueden acceder al siguiente enlace.
CRITICAS FESTIVAL SAN SEBASTIÁN 2023 OTRAS SECCIONES
- La memoria infinita, de Maite Alberdi (Chile)
Maite Alberti ya sorprendió al público y la crítica internacional con su original filme El agente topo (2020), con el que llegó a colocarse entre los nominados a mejor largometraje documental en los Oscar. En La memoria infinita, la directora chilena regresa de nuevo a este género y regala un retrato testimonial cálido y sincero sobre la pérdida de la memoria.
Augusto y Pauli son los protagonistas de esta tragicomedia que describe cómo la pérdida de la memoria va borrando las huellas de una historia de amor que ha perdurado durante más de veinte años. No es tarea fácil aportar una nueva mirada sobre una enfermedad que ha sido tan explotada en el marco audiovisual. Sin embargo, Maite ha conseguido encontrar a los protagonistas perfectos para trasladar esta historia. Precisamente Augusto -célebre periodista chileno-, que luchó durante tantos años por preservar la memoria histórica de una nación, batalla ahora por preservar la memoria más valiosa: la de uno mismo. Con sumo acierto, Alberdi articula un documental que en forma es sencillo, pero con un contenido complejo, honesto y desgarrador. Una nueva forma de ver las luces y las sombras de esta enfermedad.
Nota: 7,5/10
- No me llames Ternera, de Jorvi Évole (España)
“Évole contra el mundo”. En su encrucijada personal por arrojar luz allá donde se requiera, el periodista Jordi Évole presentó su nuevo documental No me llames Ternera sobre el ex-líder de la banda criminal ETA Josu “Ternera” Urrutikoetxea. Sin embargo, aunque son constantes —colosales, a veces—, los intentos del periodista por arrancarle una confesión a Josu, el ex-etarra no regala ni una esquirla de verdad. Como en muchas ocasiones, se tiene la sensación de que hay mucho más en lo que no se dice que en lo que sí. Llega a Netflix en unas semanas.
Nota: 7/10
Nota: 7/10
- Yo, capitán, de Matteo Garrone (Italia)
Tras un prolífico pase por Venecia, Matteo Garrone emprende el viaje a San Sebastián con intenciones de convertirse en el gran favorito de la sección Perlak. El director italiano es de sobras conocido por sus incursiones en el cine social, especialmente con su película Gomorra (2008). Esta vez enfoca su mirada sobre las realidades que nacen de los fenómenos migratorios de la última década.
Yo, capitán narra el tortuoso viaje de dos primos que deben cruzar medio continente africano para llegar hasta la costa europea. Atendemos a un road trip espectacular, especialmente a nivel visual, que graba sobre las retinas unas secuencias impecables. Sin embargo, la estética acompaña a una narrativa desgarradora que no deja de recoger el horror y las connotaciones políticas que conllevan precisamente este tipo de odiseas.
Llama la atención la apuesta por pequeños mecanismos que se enmarcan dentro de una especie de realismo mágico y que nos recuerdan que estamos viviendo esta travesía a través de los ojos de dos chicos de apenas 16 años. Garrone no se rinde ante el sentimentalismo y equilibra con mano diestra la asfixia pero también luminosidad que hay detrás de este viaje.
Nota: 8,5/10
- La sociedad de la nieve, de J. A. Bayona (España)
Mientras preparaba la producción de Lo imposible (2012), cayó en las manos de J. A. Bayona una novela que le obsesionó durante días. Ese libro era La sociedad de la nieve, del uruguayo Paolo Vierci. Una década después, ha conseguido revivir en la gran pantalla la emotiva historia de este equipo de rugby que quedó atrapado en el corazón de los Andes.
Que el caso ya era de sobra conocido está claro y, en ese sentido, Bayona vuelve a reescribir un relato convencional que responde a las fórmulas del cine de supervivencia que ya hemos visto en muchas ocasiones. Ahora bien, la meticulosidad, el mimo y la destreza técnica con las que Bayona dirige a la totalidad de departamentos elevan a la cinta a otro nivel. Indudablemente, La sociedad de la nieve tiene un corazón spielbergeriano que deja secuencias memorables, pero que también encapsulan de forma comedida y acertada el horror del desastre. Bayona ha dejado claro que es experto en encontrar la luz y la humanidad dentro de los rincones más oscuros. No solo lo ejecuta de forma excepcional si no que rinde con esta cinta el mejor de los homenajes que se merecían todos los héroes de este accidente -tanto los que regresaron como los que no-.
Nota: 9,5/10
- Vidas pasadas, de Celine Song (Estados Unidos)
La dramaturga surcoreana Celine Song emigró a tierras canadienses junto a su familia con tan solo doce años. Es precisamente este mismo recorrido el que realiza Nora, la protagonista de su ópera prima. Una incursión que le obliga a dejar toda vida conocida atrás, incluyendo a Hae Sung -su primer amor-, con el que únicamente logrará reencontrarse pasados veinticuatro años. Este drama de tintes románticos persigue a dos almas destinadas a estar juntas y que se ven obligadas a separarse. A través de una estructura en tres tiempos se materializa un concepto aterrador que habla sobre todo aquello que pudo ser y nunca fue.
Últimamente resulta complicado encontrar una historia de amor -o desamor- que no recaiga en los mismos mecanismos y clichés desgastados que las películas románticas parecen haberse apropiado. Celine Song consigue que Vidas pasadas se convierta en un retrato estremecedor y extremadamente sutil sobre lo que significa amar en la actualidad. Su éxito reside en la capacidad de encapsular la complejidad de una historia en el silencio y las miradas de dos personajes que no necesitan hablar para entenderse. Sin duda, esta película debería estar destinada a convertirse en uno de los grandes dramas románticos de la década.
- Monstuo, de Hirokazu Koreeda (Japón)
El director nipón regresa a su tierra natal para rodar esta película en la que, por primera vez, delega la labor completa de guion a otra persona. Con la historia de Yuki Sakamoto, Koreeda se aleja de los conflictos familiares de sus últimos trabajos y presenta una cinta más oscura y poliédrica.
En ella, una madre coraje decide investigar la razón que se esconde detrás de los erráticos cambios de comportamiento de su hijo. Se inicia entonces una laberíntica búsqueda de la verdad en el que el cambio de punto de vista del relato rompe con todos los esquemas del público. Es una de esas películas de las que es mejor no saber demasiado. Hay que dejarse sorprender por el devenir de la historia y aprender a no juzgar a unos personajes llenos de áreas grises demasiado pronto. Únicamente así nos dejaremos «engatusar» por un Koreeda que, aunque no lo parezca, termina manteniéndose fiel a una esencia humanista y luminosa sobre la vida.
Nota: 8/10
- Secretos de un escándalo, de Todd Haynes (Estados Unidos)
Todd Haynes rompe con la seriedad del resto de sus compañeras competidoras en la sección Perlak. El director de Carol (2015) regresa al Donostia Zinemaldia con un melodrama casi paródico y pasado de rosca -en el buen sentido-. Haynes abre el melón de la prensa sensacionalista recogido en un escándalo sexual que salpica a una mujer de mediana edad (Demi Moore) y su pupilo de apenas trece años (Charles Melton). Casi dos décadas después, el caso se convierte en película y una obsesionada actriz (Natalie Portman) se infiltra en la pareja para aprender de primera mano sobre el personaje al que va a interpretar.
Unas titánicas Moore y Portman elevan el carisma de dos personajes singularísimos y roban el brillo del resto del elenco. Aunque se excede en sus momentos más melodramáticos consigue ser fresca y divertida. No conviene tomársela demasiado en serio y dejarse llevar por sus ecos casi almodovarianos.
Nota: 6/10