Rejuvenecimiento digital y otras incertidumbres del cine que viene

Desde Will Smith hasta Robert de Niro pasando por la Princesa Leia; las grandes producciones han jugueteado – con mejor o peor resultado – con técnicas como el rejuvenecimiento digital de actores. Los casos de Géminis o The Irishman, solo este año, ponen sobre la mesa dudas sobre el alcance, tanto moral como práctico, de esta tecnología.

No hay que llevarse las manos a la cabeza. Si la tecnología fuera a matar al cine ya lo hubiese exterminado hace décadas. Al final y al cabo, el cine no solo se nutre de tecnología, sino que es tecnología en sí mismo, y esto es así desde sus orígenes. El ludismo digitial, o ese rechazo a las nuevas técnicas con la nostalgia por bandera es sencillamente absurdo. Ahora bien, hablamos de una tecnología siempre al servicio de una historia, de unos personajes. Para fuegos artificiales ya tenemos las ferias.

Que la nueva trilogía de Star Wars y Disney saquen pecho por el uso de efectos especiales prácticos old school no solo es un lucrativo ejercicio de nostalgia, sino el resultado de un necesario equilibrio entre lo viejo y lo nuevo; una reacción a la vez que un pedal de freno a unos excesos digitales que han caducado vergonzosamente mal.

En ‘Géminis’ Will Smith se enfrenta a un clon suyo y es uno de los últimos ejemplos de esta tecnología.

El rejuvenecimiento digital se ha perfeccionado este 2019 con Géminis, cinta en la que literalmente se ha clonado a Will Smith, y con The Irishman, donde Scorsese utiliza esta técnica de de-aging para quitar años digitalmente a Robert De Niro, Joe Pesci y Al Pacino y que sus personajes encajen en pantalla sin sobresaltos en las cuatro décadas que abarca la película.

Esta tecnología está impulsada por la omnipresente Industrial Light & Magic, empresa fundada por George Lucas en 1975 y responsable de efectos visuales de gran parte de las producciones cinematográficas desde entonces. Uno de los aspectos positivos que se ha querido destacar en The Irishman es su escasa interferencia en el trabajo de los actores y como no mancha su interpretación. Es una técnica que se distancia de los engorrosos trajes de CGI de recreación digital de personajes como sucede con los extraordinarios papeles de Andy Serkins (El señor de los anillos, King Kong o El origen del planeta de los simios).

El fabuloso Andy Serkins fue uno de los primeros en interpretar a personajes creados por CGI en su totalidad.

A su vez, se ha defendido que esta tecnología sigue con el juego del engaño que es en sí el cine. Si el maquillaje transformaba las facciones de un actor, y todos estábamos de acuerdo con eso, ¿por qué iba a ser distinto empleando filtros digitales? Mismo resultado, distintos medios.

Pero volvamos a Star Wars. Porque ha sido precisamente la saga galáctica una de las grandes producciones pioneras en llevar al extremo el uso de esta tecnología en todo un extraño ejercicio de contradicción. Mientras reivindicaba el glorioso retorno del maquillaje y las maquetas, rejuvenecía 40 años a Carrie Fisher y directamente resucitaba a Peter Cushing en Rogue One (2016). Las dudas que plantea el uso de esta tecnología ya se produjeron entonces.

Peter Cushing, conservado en su 70 años durante los últimos 40.

¿Hasta qué punto es ético usar la interpretación de un actor fallecido para un nuevo proyecto? Si tenemos en cuenta que en el caso de Cushing hablamos de una resurrección digital, ¿cuál es entonces el último trabajo de Peter Cushing como actor? Porque, si toma su esfuerzo interpretativo previo, sus facciones y sus gestos, ¿ha participado o no en el proyecto?

Con estas preguntas podemos ir estableciendo el límite que seguramente definirá el uso de esta tecnología en los próximos años. Rejuvenecer a un actor parece más que aceptado por la industria y asimilado por el público. Ahí están los casos de Johnny Depp en Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017), Robert Downey Jr. en Capitán América: Civil War (2016) o Brad Pitt en El curioso caso de Benjamin Button (2009).

Y sin embargo volvemos al caso Peter Cushing. En 2015 Paul Walker volvió digitalmente en las últimas escenas de Fast & Furius 7. A pesar de que se contase con el consentimiento de los familiares de los actores, ¿es esto suficiente? ¿Rejuvenecer si, resucitar no?

Johnny Depp también fue rejuvenecido en la quinta entrega de ‘Piratas del Caribe’

El límite no está marcado con claridad. Hasta el momento se trata de una tecnología poco accesible y su uso ha sido puntual y muy medido. Los medios existen y solo faltan recursos para ello: quien se la pueda pagar (no es secreto que a Scorsese le cerraron puertas de varios grandes estudios para desarrollar The Irishman antes de que Netflix viniese al rescate). Y sin embargo, de Peter Cushing a Robert de Niro hay un salto cualitativo innegable con tan solo tres años de diferencia.

La tendencia sí es más clara. Se trata de una tecnología tan golosa que todo apunta a que su empleo dejará de ser anecdótico en pocos años. Con la buena acogida que ha tenido este último, no es descabellado imaginar cómo esos grandes estudios que cerraron la puerta a Scorsese comiencen a experimentar con el de-aging más pronto que tarde.

Será para entonces cuando se debería de haber alcanzado un mínimo consenso sobre su uso. Resucitar actores atañe un problema obvio pero importante: el intérprete no ha accedido directamente a ello. Este permiso, y la cesión y uso de imágenes, de momento lo conceden sus familiares. ¿Es demasiado Black Mirror decir que un futuro la resurrección digital estará incluida en las voluntades de los actores antes de fallecer?

Habrá que ver hasta qué punto llevar o frenar esta recién explotada tecnología. En caso contrario, no tardaremos en ver a Humphrey Bogart paseándose por Netflix.