Durante la pasada edición del festival de Sitges tuve el placer de entrevistar a Raúl Cerezo (8, Escarnio) y Fernando González Gómez (Estándar, 27 minutos), codirectores de La Pasajera, una gamberra road movie castiza con aires de artesanía cinematográfica que se presentó en el certamen como parte de la Sección Panorama Fantàstic.
Pocas cosas se quedaron en el tintero en esta conversación de más de 45 minutos sobre pasodoble, terror contemporáneo, Victor Erice, Edgar Wright y Dua Lipa.
PREGUNTA: Perdón por empezar por aquí, pero se hace difícil no hacerlo. ¿Dónde y cuando aparece La Pasajera?
RAÚL CEREZO: Viene de un BlaBlaCar, hace tres años camino de Sitges. Yo conducía y mi socio de la productora estaba a mi lado. Se montó una mujer de 91 años, una señora muy maja y afable. Al menos lo fue durante 57 kilómetros, hasta que se montó en el coche un señor de raza negra. La mujer se convirtió en un puto monstruo. Le empezó a chistar cada vez que hablaba, a reírse de él, a decirle que olía, a separarse… Cuando llevábamos 100 kilómetros empezamos a idear cómo dejarla en la cuneta. Pero decidimos que se quedara en el coche y observarla. La situación era tan rara que quisimos aprender de ella. ¿Y si había una peli ahí? ¿Hay pelis de BlaBlaCar? Miramos en Google y no había ninguna.
P: Esta historia me hace entender aún más la existencia de vuestro protagonista, Blasco. Me parece interesantísimo porque es un personaje que deambula entre lo entrañable y lo cuñao. ¿Cómo planteáis su construcción para que la balanza nunca se desequilibre de más?
RC: Blasco surge como un reto. Queríamos hacer un héroe que fuera antihéroe. Queríamos que fuera despreciable y repugnante pero que a la vez pudiera caerte bien aunque venga de una herencia cultural un poco rancia. Como creadores fue un reto.
FERNANDO GONZÁLEZ GÓMEZ: No era un personaje blanco, no era un héroe modelo que tienes definido ya desde el principio. Tiene muchas aristas. El texto de Luis Sánchez-Polack tiene mucho que ver, por supuesto, pero también el equilibrio que le da Ramiro Blas. Bueno, y nosotros también habremos tenido algo que ver a parte de colocar la cámara en un trípode (ríen). Pero Ramiro era el que decidía dónde se colocaba la línea a no cruzar para poder preservar esa empatía por parte del espectador.
RC: El montaje se ha llevado un par de chistes, eso sí. Eran momentos en los que nos íbamos a Torrente. Había alguna broma en la que nos metíamos con el Papa también. Pero son cuatro, vamos. Se trabajó mucho el guion para encontrar el punto exacto. De hecho se buscó el feedback de mujeres muy vinculadas al movimiento feminista, como tiene que ser por otro lado, para conocer su opinión. Cuando vimos que a ellas les caía bien Blasco a pesar de ser un rancio supimos que estábamos ahí.
FGG: Al final como espectador te das cuenta de que el pobre hombre no tiene ni cultura ni educación. Es un paleto en el sentido más afable del término. No te lo tomas en serio. Es imposible no acabar empatizando con él. El pobre hombre, con la que se ha encontrado…
P: Ahora toca un halago, porque me ha parecido muy interesante lo bien gestionado que está el pequeño espacio de la furgoneta a nivel de dirección. Hay un plano secuencia en concreto que me apasionó.
RC: Estas decisiones en concreto están muy pensadas y cuando las veis nos emocionamos.
FGG: Nunca hay improvisación cuando filmamos. Raúl y yo nos caracterizamos por una planificación exhaustiva antes de ir a rodar. Si no no vamos a set. Justamente por eso nos emociona tanto que se vea, porque sino se viera… (ríe)
RC: Todos los planos de la película tienen un motivo. Todo está justificado, lo cual no significa que sea mejor o peor. Nos importa lo que cada imagen está diciendo. Somos muy amantes del lenguaje, tan en desuso hoy en día.
P: ¿Cómo gestionáis entonces una codirección que tiene que ser colaborativa pero a la vez tan exacta y mesurada? ¿Cómo encaráis los posibles momentos de conflicto?
RC: Él es el becario y yo dirijo. Siguiente pregunta (ríen). Es broma. Creo que fue por necesidad. Tenía esta película en el cajón y todas las productoras nos decían que esto no podía funcionar aquí. Entonces apareció este señor, que había hecho una película como si los hermanos Coen fueran de Ciudad Real. Soy un estratega, que no un mal tío, y le dije a mi socio que nos llevara este a su productora. Así que le propuse codirigir La pasajera después de que leyera el guion. Le encantó la idea porque le permitía cambiar de registro. A las 48 horas me dijo que la peli iba a existir. La productora me dijo lo mismo, que iba a existir. Estas cosas luego nunca existen, pero esta vez era una realidad.
FGG: Por volver un poco a la pregunta, que tú has respondido lo que has querido… (ríe)
RC: Dale tú, cabrón, dale tú. Si es que con este no se puede trabajar (ríe)
FGG: De cara a dirigir, yo creo que la clave de que haya funcionado es que tenemos diferentes gustos pero complementarios. Nosotros no dividimos el trabajo, nosotros sumamos al trabajo del otro. La clave es que vamos al set sabiendo lo que hemos decidido, a plantar cámara. Como no hay lugar a la improvisación, no hay lugar al debate. El debate es en casa. Ahí sí lo hay, pero siempre es enriquecedor. El objetivo es que esto no sea un frankenstein de ideas. Que haya una voz única. No queríamos popurrís.
RC: Es algo que hemos visto mucho en otras codirecciones. Nosotros teníamos la máxima de que esta película tenía que ser o solo de Raúl Cerezo o solo de Fernando González. Si yo no existiera, esta película sería suya. Si él no existiera, sería mía.
FGG: Creo que algo fundamental para que esto funcione es saber ceder.
RC: Al final hemos acabado con una Biblia en la cabeza de lo que la película tenía que ser. Hemos luchado para que tenga una sola voz. Tanto en este largo como en Viejos, nuestro próximo proyecto.
P: Y a todo esto se le suma que habéis grabado en pandemia. Hay un par de elementos relacionados con esto en la película si la vista no me ha fallado…
RC: Efectivamente, hay un par de guiños. Queríamos que los hubiera. Aunque de momento me considero muy enemigo de las películas de pandemia. Pero esos dos guiños nos gustaban porque definían al personaje. Una mascarilla con la bandera de España es Blasco.
FGG: Ahora mismo todos estamos un poco agotados. Estamos con la mascarilla todo el día y cuando voy al cine no me apetece seguir viéndolas, la verdad. Prefiero ir al cine a ver normalidad. Y si la normalidad es que un bicho me ataque mientras voy en una furgo, que lo haga sin mascarilla.
P: ¿Creéis que ahora las distopías en la pantalla se leen de otra forma?
RC: Yo creo que sí. Cualquier película cambia cuando tú lo haces. La lectura que yo hago de esos dos planos de la película es diferente a la que hacía cuando decidimos hacerlos, cuando estábamos aún más en medio de todo eso.
P: ¿Fue un rodaje duro teniendo en cuenta todo esto?
RC: Estamos contentos porque no nos faltó nada que rodar. Las decisiones que se tomaron fueron las que fueron porque queríamos, no por tener que adaptarnos a un presupuesto. Nos encanta estar con los personajes. De hecho me da miedo que la gente se espere un Sam Raimi y se encuentre con una especie de Shyamalan de Cuenca. La película no tiene miedo a parar, a tomarse su tiempo.
FGG: Creo que cuando la gente escuchó el pasodoble en el teaser pudo darse cuenta de que la peli iba a tener un poco de todo (ríe).
P: De hecho a mí me encanta cómo la peli se transforma. Empezáis con una comedia a lo Wright, sobre todo en los títulos de créditos, para acabar pasando por muchísimos terrenos.
FGG: Es básicamente el resumen que se hizo en el Fantastic 7: De Berlanga a Cronenberg pasando por Carpenter. Y ojo. De Valladolid.
P: Al final es una apuesta importante.
RC: Toda la película es una apuesta, sí. Una película de género puro, que parece muy loca pero no lo es tanto. Esperábamos que este cambio constante de tonos no chirriara.
FGG: Hoy en la proyección, en ese plano secuencia tan de drama puro, creo que la gente estaba muy metida.
P: Creo que lo bueno del público de Sitges es que es muy directo. Sabes cuando algo gusta o no en ese mismo instante. Si hay violencia, van a aplaudir. Si hay comedia, se van a reir. De hecho ha habido un amago de palmas.
FGG: ¡Sí, con Paquito, el chocolatero al principio!
RC: Yo que soy muy moñas me pongo a llorar con estas cosas. Es algo impagable.
P: Hablando del pasodoble. ¿En qué momento aparece en el proceso de imaginar la película? ¿Aparece únicamente por la vertiente irónica o sois verdaderos devotos?
RC: En las primeras versiones de guion Blasco escuchaba Radio Futura. Era demasiado Verónica, demasiado Héroes del Silencio. Entonces un día en redes vi que alguien había compartido una secuencia de El Sur de Victor Erice. Cada vez que veo el plano secuencia en el que bailan un pasodoble el padre y la hija me pongo a llorar. Ahí dejé a un lado los prejuicios, lógicos por otro lado, que pudiera tener con el género. Le puse unos cascos a mi socio y le dije que imaginara que Blasco escuchara estas cosas. Se emocionó. El pasodoble es la definición de esa generación, un cassete que se estropea, pero también aprendimos a amarlo. Funcionaba brutal en pantalla.
FGG: De hecho con guion decidimos en qué momentos el pasodoble iba a tener presencia. Pero flipamos al ver que también funcionaba en una secuencia de acción.
P: Esa secuencia me encanta. Perdón porque estoy pesado con este señor, pero no he podido evitar relacionarla con la secuencia de Shaun of the Dead de Edgar Wright en la que matan a zombies al ritmo de Queen. Al final dejas de lado el significado sociocultural de la música y te dejas llevar por su efectismo.
RC: Me parece un ejemplo perfecto, además de que me encanta esa escena. Cuando llegamos al pasodoble nos daba miedo cómo iba a reaccionar la gente. Pero al final nos dimos cuenta de que con la película conseguimos derribar un poco esos prejuicios. Con ese pasodoble he filmado algunas de las que considero las mejores secuencia que filmaré nunca. Me emociona muchísimo como trabajo de equipo. Me parece magia. La gente no se ha atrevido a aplaudir.
P: ¿Entonces Dua Lipa os gusta o no?
FGG: (ríe) ¡No especialmente!
RC: Yo soy más Blasco aquí…
FGG: Soy más del Diazepam.
P: Ese chiste, eh…
RC: Ese chiste se metió porque sí, si funciona bien y si no también, y ha funcionado completamente. ¡Si es que nunca sabes cómo acertar!
P: Habéis trabajado siempre en un punto medio entre el terror y el humor, que me parecen dos de los géneros más complicados porque es difícil predecir qué es lo que va a funcionar. ¿Es más complicado encontrar el gag o el jumpscare?
RC: A mí sin duda se me da mejor el terror. El humor me ha costado mucho más. Fernando tiene mucha más facilidad para eso. Él sabe comunicarse mejor con los actores en estas situaciones mientras que yo creo que me muevo mejor en la construcción de la tensión.
FGG: Volvemos a lo mismo de antes. No se trata de dividir tareas sino de sumar y ayudar al otro en el momento en el que tiene alguna carencia o bloqueo. ¿Cómo era la frase? ¿Separados somos buenos pero juntos somos mejores?
RC: O peores
FGG: (ríe)
P: ¿Qué se siente al presentar en Sitges?
RC: Imagínate. Yo llevo 10 años viniendo como espectador. El hecho de que tu película se proyecte aquí es algo absolutamente increíble. Yo tengo ya una edad, supongo que hace que lo esperara más. Teníamos claro que este era el festival. Todo el mundo viene aquí a extraer las pelis de género del año. Es el sitio. No sólo para España, es el sitio para cualquiera. Es un sueño. Esperamos el año que viene poder estar en Sección Oficial con Viejos. Aunque fue un honor que las entradas se agotaran en 10 minutos.
FGG: Yo creo el público sabe que somos la película que menos se toma en serio a sí misma de todo el festival. Yo me tomo muy poco en serio la vida en general. La pasajera es gamberra, homenajea a la serie B mientras busca entretener y divertir. El subtexto está ahí, pero puedes cogerlo o no. Hay pelis más sesudas que si no las entiendes te vas a casa mal.
P: ¿Creéis que el cine de terror actual se toma demasiado en serio a sí mismo?
RC: Yo creo que sí. Hay películas buenísimas como La bruja o Hereditary, mi película fetiche. Pero creo que hay muchas que se quedan en el camino porque no consiguen ni llegar al terror ni construir un discurso consistente. Ha habido una ola que estaba bien pero ahora lo está gobernando todo. La pasajera hubiera sido una apuesta convencional hace ocho años y ahora es novedosa.
FGG: Sitges escoge de lo que se produce. El festival lo que demuestra es que lo se produce ahora es ese cine más sesudo. Tiene que existir. Pero creo que es peligroso que eso se convierta en la norma. Parece que si tu guion de terror no es reflexivo ni sofisticado no interesa.
RC: Nosotros amamos a A24. Viejos es nuestro intento de hacer un A24 en España. Igual que con La pasajera queríamos hacer un Blumhouse, el de hace unos años, pero aquí. No tiene nada que ver con esta película. Es un dramón terrorífico que nace de un amor de películas como estas.
P: Para acabar. Si tuvierais que vender la película en un par de frases, en plan pitching. ¿Qué es La pasajera?
FGG: Pero espera. Raúl, ¿esto estaba ya grabado, no? ¿Qué pitching? (ríe)
P: Bueno pues nada. Podemos terminar aquí, entonces (ríe).
RC: Imagínate que Cronenberg y Carpenter son de Cuenca y se juntan con Berlanga, se maman y paren esta película. Así te la vendo.