Marilyn Monroe en 'Los caballeros las prefieren rubias' (Hawks, 1953)

Marilyn, la «anarquista»

En El príncipe y la corista (Olivier, 1957) Marilyn Monroe es una bailarina norteamericana de la cual se queda rendidamente enamorado un príncipe encarnado por Laurence Olivier. La película no deja de ser una comedia romántica de las que tanto hizo la actriz, pero da una definición perfecta de lo que era ella.

En una escena, una mujer de la familia real ve a Marilyn dentro de palacio con uno de sus exultantes y sugerentes vestidos ceñidos. La primera reacción que tiene es preguntarle si es «anarquista». La respuesta de la corista es que no, pero, en realidad, puede que sí lo fuese, ya que  revolucionó el mundo durante su reinado en Hollywood.

Obviamente, no desde un plano político -aunque depende de cómo se interprete-. Al fin y al cabo, no era una Federica Montseny. Su «revolución» fue a todo lo que le rodeaba. Su «subversión» fue contra todas las conductas puritanas de la época y provocando la alteración de las hormonas de millones de espectadores en todo el mundo. Nadie resultaba indiferente a lo que representaba.

Marilyn en el cine

Desde sus primeros papeles,  se asentó como el foco de atención, aunque apareciese en una sola escena. Groucho Marx tan solo estuvo un minuto con ella en una habitación en Amor en conserva (Miller, 1949), pero cayó rendido ante la explosiva sensualidad de la actriz rubia. Aunque el cómico nunca tuvo en sus películas mucha dificultad para ser atraído por las mujeres, lo cierto es que pocos, por no decir nadie, se resistieron a los encantos de Marilyn.

Marilyn Monroe en ‘Río sin retorno’ (Preminger, 1954) junto a Robert Mitchum

Aunque siempre se le suele categorizar como «rubia tonta», Marilyn fue mucho más que eso. Abordaba el más amplio registro posible. El motivo: ser de las mejores actrices que actuaban ante la cámara, como dirían en la película Una semana con Marilyn (Curtis, 2011). Esto significa que siempre su presencia resaltaba cuando salía en la pantalla del cine, se hacía notar su presencia. A pesar de ser una actriz que tenía que repetir muchas veces las escenas, cuando le salían bien, eran perfectas, como muchos directores señalaron.

Así, encarnó a una femme fatale en Niagara (Hathaway, 1953), mujeres independientes y fuertes en Encuentro en la noche (Lang, 1952) o Río sin retorno (Preminger, 1954) y personajes de gran profundidad psicológica como en Vidas rebeldes (Huston, 1961), justo antes de fallecer. Aparte, claro, de todos sus papeles de pretendida «rubia tonta» en comedias románticas como Los caballeros las prefieren rubias (Hawks, 1953) o en sus excelentes trabajos con Billy Wilder: La tentación vive arriba (1955) y Con faldas y a lo loco (1959).

No es casualidad que los mejores directores de la época dorada de Hollywood quisieran rodar con ella y fuese acompañada siempre por los actores y actrices más famosos del momento.

Marilyn en ‘Something’s got to give’ (Cukor, 1962)
Marilyn en el mundo

Con sus películas no solo encandiló a la gente del cine, sino que también, e, incluso, más, al resto de habitantes del planeta. Fue la sex symbol del momento y desató todas las emociones posibles con sus encantos carnales.

Como se narra en el corto de José Luis Garci Mi Marilyn (1975), fue el placer pecaminoso de unas sociedades todavía muy ancladas en las tradiciones religiosas. Era esa «encarnación del mal y la perdición«, el «pasaporte a otros mundos de placer y lujuria» al que todos querían ir.  Marilyn desató una verdadera revolución sexual en todo el mundo.

Teniendo en cuenta este status de la actriz, fue ella la que protagonizó la portada de la primera publicación de la revista de entretenimiento para adultos más famosa en todo el hemisferio, Playboy. Dentro de sus paginas se podían ver desnudos integrales de la explosiva rubia.

Consiguió traspasar la cultura popular de varias generaciones, siendo aun a día de hoy, sin duda, una de las actrices más famosas del mundo, a pesar de realizar su última película hace justo 60 años. Sigue protagonizando noticias, como la compra de uno de sus vestidos por parte de Kim Kardashian, y atrayendo biopics sobre su vida, como Blonde (Dominik, 2022).

Retrato de Marilyn Monroe realizado por Andy Warhol y vendido recientemente por 195 millones de dólares
Marilyn en Norma Jeane

Justamente, Blonde ahonda en la dualidad Marilyn-Norma Jeane (su verdadero nombre) a manos de Ana de Armas. A pesar de esa imagen radiante que reflejaba la actriz, esa sonrisa siempre presente y su carácter jovial, Norma fue una persona triste y azotada desde muy joven por los peores infortunios de la vida.

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Ana de Armas como Marilyn Monroe en ‘Blonde’ (Dominik, 2022)

Era hija de una enferma mental y durante su infancia estuvo en  dos internados y doce hogares adoptivos. Fue violada a los 9 años. Tuvo tres matrimonios fallidos, múltiples intentos de suicidio, dos abortos, múltiples adicciones e insomnio crónico.

Marilyn no fue más que una máscara para una persona verdaderamente destrozada que aspiraba a la felicidad con todos sus esfuerzos, pero raras veces la obtuvo. Ella misma decía que «el público es el único hogar en el que puede pensar«. A la vez, escribía en su diario poemas durísimos y que ya dejaban claras sus tendencias suicidas.

Hoy no tengo ninguna

preocupación,

hoy respiro aire libre

al aire libre,

hoy no sufro

por el amor de nadie

ni recuerdo a la niña

humillada que fui,

hoy soy feliz,

hoy quisiera estar muerta.

La revolución de la «anarquista» que fue esta rubia tonta no consiguió salvarla. Ni siquiera le ha dejado una buena fama, ya que en su vida personal era una mujer culta y preocupada por muchos temas sociales, lejos de la imagen estereotipada que se tiene de ella.

Cuando se dio la noticia de su suicidio por un exceso de barbitúricos en 1962 (aunque las conspiraciones sobre su fallecimiento aun siguen siendo muy discutidas hoy en día), el mundo todavía no era verdaderamente consciente de la vida de Norma. «Murió a los 36 años de soledad» tras haber cambiado un mundo que nunca volvería a ser el mismo.