Catherine Corsini, directora de Amor de Verano (2015) o La fractura (2021), revisita la isla de Córcega y la reinterpreta llenándola de fantasmas y viejas historias en Regreso a Córcega.
Con motivo de su estreno este verano, charlamos con la cineasta francesa acerca de las relaciones humanas, la creación de las ficciones y la evolución de su manera de hacer cine:
P – Tanto en el primer plano del filme (el coche desciende por esas montañas con la mirada asustadiza de Kheìdidja); como en los títulos de créditos finales, Córcega es la protagonista. El paisaje aparece en la puesta en escena intermediando en las relaciones que se van fraguando entre la familia protagonista del filme. ¿Qué rol desempeña la isla en la conexión que encontrará la madre con sus hijas?
CC: Mi padre era corso. Murió cuando yo era pequeña y quedé aislada de ese país. Y tenía muchas, muchas fantasías. Tenía una tía que todos los años me decía que fuera a Córcega. Nunca fui. Cuando tenía 15 años, más o menos como Jessica, y descubrí el pueblo de mi padre… Cuando descubrí la cara, el pueblo, me sentí… Me sentí abrumada porque tuve la impresión de reconocerlo, de olerlo, de estar realmente en aquel país… de poder abrir los ojos y encontrarlo todo magnífico, bello y extraordinario. Después de aquello, fui tan violenta que volví a huir de Córcega durante al menos 15 años. Y fue cuando tenía unos 33 años cuando volví. Pero creo que así es como me sentía al filmar este país. Creo que así es como quería filmar este país.
Siempre me ha fascinado y asustado al mismo tiempo. Fascinado porque es un lugar asociado con la muerte. Es un país muy duro porque hay muchas historias de muerte todo el tiempo. Historias de accidentes, de venganza, de crímenes. Historias de honor. Realmente es un país con códigos muy arcaicos.
Para una feminista como yo, es complicado y, al mismo tiempo… Hay dulzura en Córcega. Hay melancolía y eso es todo lo que quería mostrar a través de estos paisajes.
P – También presentas una familia más adinerada que, a través de la relación entre las jóvenes, se acaba entremezclando con la protagonista y quedan al descubierto las diferencias de oportunidades y las barreras sociales. Se aprecia en la actitud del padre cierta ridiculización en sus actitudes (bebe mucho, es un personaje bastante grotesco…). ¿Cuál es el objetivo de retratarlo de este modo?
CC: Se muestra muy sucintamente en la película. La idea era mostrar a un hombre que está fuera de sí. La madre de Gaïa muere. Él empezó una nueva vida con una mujer que parece un poco más joven. Tienen dos hijos muy jóvenes. Existe esta idea de estos hombres de hoy que tienen 60 años y tienen hijos de 3-4 años pasan por todo esto porque siempre quieren mostrar que son jóvenes, que están en forma… Es como si estuvieran viviendo su vida de nuevo. Y de hecho, están agotados, están aplastados porque son demasiado viejos. Se trata de un hombre que está en proceso de darse cuenta, en relación con su hija mayor, de que no puede entender a esta generación, está fuera de su alcance, quiere estar al tanto, quiere estar alerta, quiere demostrar que domina todas las cuestiones sociales… Pero no.
Y por otro lado, siempre me ha parecido que hay una vieja vena colonialista de Roland. Así que se podría decir que a veces me burlo de la gente por mi posición. A veces me burlo de gente de mi propia familia, de gente de izquierdas, gente con la que debería ser cercana. Pero creo que nos debemos a nosotros mismos el decir cosas y nos debemos a nosotros mismos decir de dónde venimos hoy. Cuando hablamos de deconstrucción, tenemos que conseguir deconstruirnos en todos los lugares correctos. Y en esos lugares, desde una especie de… todavía un poco de patriarcado, por supuesto, siempre hay esta condescendencia que es un poco insoportable.
P – Quizás en este filme, a diferencia de El Ensayo (donde se practica el sexo tras un periodo de enamoramiento), las relaciones sexuales se producen aquí de una forma más efímera. Más trivial y menos repensada. Tanto entre las jóvenes como con Kheìdidja y el amigo de su difunto marido. ¿A qué responde la evolución de este tratamiento?
CC: Hay una evolución en mí, Catherine Corsini, la cineasta, que cuando rodaba El Ensayo no había salido del armario. Así que nadie sabía que soy homosexual. Fue muy, muy extraño para mí. Cuando descubrí a la generación de cineastas que ahora tienen cuarenta años, mujeres, todas me dijeron que habían visto El Ensayo, mujeres que también eran homosexuales. Todas la habían visto porque para ellas era importante. Pero aún así, no tenían un modelo de película. El único modelo que tenían era un modelo de cine francés. En cualquier caso, tuve que esperar a que llegara Amor de Verano y vivir con mi productora, Elisabeth Pérez, y juntas decidimos hacer una película que fuera realmente explícita sobre la homosexualidad y que también contara las historias de las mujeres y sus compromisos. Y así, a partir de entonces, mi cine cambió ciertamente.
Después, cuando estaba escribiendo Le Retour, lo hice con una guionista muy joven que acababa de salir de la escuela de cine y que tiene mucho, mucho, mucho talento, Nehila Guiguet. A veces yo hablaba de las escenas de amor y ella se reía, se reía y me decía: “¡No, no, no, no es así! Nos mandamos mensajes, ligamos, hacemos esto. Todo sucede muy rápido”. Así que me inspiré mucho en ella y escuché mucho lo que me decía. Dejé que ella escribiera gran parte del diálogo, la forma en que los jóvenes se enrollan, se conocen, hacen el amor. Me hizo muy bien, me pareció estupendo, porque como alguien que ha vivido una homosexualidad oculta, en el armario, sin atreverse a decirlo, etc., ver que hoy los jóvenes pueden decir a sus padres, soy homosexual, aunque los padres no estén de acuerdo, decir que es así y que es así, me parece maravilloso.
P – En muchos de tus filmes (Partir, por ejemplo) la ruptura es uno de los temas. Se rompe con la monotonía, se abandonan lugares… En este último título, no ocurre con ninguna pareja amorosa, pero sí que Kheìdidja decide alejarse de un entorno, de personas (como la abuela) que no la beneficiaban, para escapar y rehacerse a sí misma. Se suele partir de la ruptura en tus filmes para… ¿llegar a dónde?
CC: En mis películas siempre hay algo que se corta por la mitad. De hecho, ha habido rupturas porque creo que hay algo en mi familia que la divide. Mi familia corsa, bastante pobre y muy comprometida políticamente con la izquierda; y la otra parte más bien derechista y acomodada. En muchas familias francesas ocurre.
Es como en Romeo y Julieta, hay una división. Los niños ni siquiera saben por qué. Porque uno tiene más dinero, porque el otro tiene ciertos ideales… Este es el tipo de cosas que creo que nos dan material para hacer películas, para pensar en la sociedad, en el mundo, en cómo la familia es nuestro punto de partida y el de las ficciones, las historias que nos contamos a nosotros mismos, cómo queremos salir de una familia, cómo queremos rebelarnos…
En definitiva, así es como se crea una narrativa.