El Internado, una buena serie que acabó con alguna temporada de más encima.

¿Larga vida a un producto acabado?

shadowhunters

El estreno de Shadowhunters (Cazadores de Sombras) el próximo día 12 en la ABC me ha metido una idea entre ceja y ceja. Para refrescar la memoria, Shadowhunters es la adaptación de la saga juvenil  de ‘Los Instrumentos Mortales’ escrita por Cassandra Clare que sigue las aventuras de Clary (Katherine McNamara en la serie) cuándo descubre el mundo de los cazadores de sombras, unos seres mitad humanos y mitad ángeles que se encargan de luchar contra los demonios. Al cabo de poco tiempo descubre que tanto ella como su madre también lo son, y no tiene más remedio que unirse al grupo de Jace (Dominic Sherwood), Alex (Matthew Dadario) e Isabelle (Emeraude Toubia) para indagar más sobre su pasado y cómo no, salvar al mundo del malo malísimo de Valentine (Alan Van Sprang).

Personalmente, me he leído los libros de la saga ‘Los Instrumentos Mortales’ y los tres primeros de los seis que tiene, son más que recomendables si el género no te aborrece. A partir del cuarto pero, se empieza a notar entre líneas el desgaste de la propia historia, alargada con fines de no dejar de publicarla. De eso vengo a hablaros hoy, pero cómo no es un blog de lectura, vamos a trasladarlo a una posición más seriéfila.

Tomando otra vez el relieve de Shadowhunters. En 2013, el primer libro de la saga mencionada (la primera y la más conocida, a decir verdad) fue adaptado al cine, en una película protagonizada por Lilly Collins y Jamie Campbell Bower, que resultó tener una mala recepción, incluso por parte de los fans más obstinados a defenderla a capa y espada. De ahí que no se siguiera con la adaptación cinematográfica del segundo libro, pero también es de las bajas expectativas generadas en el cine de dónde nace la idea de hacerlo serie. 

Shadowhunters ya lo probó con la película y no le salió demasiado bien la cosa.
Shadowhunters ya lo probó con la película y no le salió demasiado bien la cosa.

¿Pero hasta que punto era necesario adaptar otro producto audiovisual sabiendo que el primero ya fracasó? Evidentemente, la crítica no es para la serie de Shadowhunters en sí, si no para la constante manía que hay de darle vida a un producto o una marca que ya está gastada. Claro que todo depende de las audiencias en este mundo, pero ¿realmente tienen que ser el único, o uno de los pocos indicadores que dictan acabar o renovar una serie? ¿Vale la pena explotar tanto un producto, con el riesgo de dejarlo magullado? A mí modo de ver, no mucho la verdad.

Claro que esta no es ni será la última víctima de las decisiones de despacho de renovar una serie sin plantearse qué probabilidades tienen sus tramas para seguir creando un buen guión. Las series viven de las renovaciones, que en ocasiones pueden amputar un proyecto prematuramente o conectarla a una bombona de oxígeno para que siga en pantalla con una audiencia probablemente, cada vez más baja. En ocasiones, no es hasta que las audiencias están por los suelos que se decide parar o poner fin al proyecto, pero por aquel entonces, el producto ya está desgastado y maltratado respecto su idea original. Y al final, es más fácil recordar un final agrio que la calidad que podía haber estado al principio.

No hace falta cruzar el charco para ir a buscar una serie que cumpla con las condiciones, aunque haya a montones. Nos podemos quedar aquí mismo, y tomar como referencia “El Internado”. La serie de misterio consiguió un público muy amplio gracias a su aire fresco y sus raciones de misterio, alguna que otra, bastante escalofriante. Precisamente yo misma soy fan de la serie, y recomendaría verla. Eso no me exime pero, de cuestionar hasta qué punto necesitaba esas siete temporadas. Las tramas principales se acabaron alargando demasiado, algunas llegando a puntos surrealistas (y sí, entre otras cosas, hablo de Camilo tras su experiencia ígnea).

El Internado, una buena serie que acabó con alguna temporada de más encima.
El Internado, una buena serie que acabó con alguna temporada de más encima.

El caso es que para poder darle un final cerrado (por qué claro, siete temporadas dándole vueltas al mismo tema requiere un final sin dudas) la serie llegó a cambiar incluso, parte de su idea inicial. De hecho, se llegó al final sin todo el casting juvenil completo, debido a la marcha de Ana de Armas (Carolina). El adiós de la actriz a la serie se intentó suplir con nuevos personajes que no funcionaron.

La serie avanzó a trompicones, cada vez con recursos menos lúcidos hasta llegar a la séptima temporada, dónde cambiaron la idea inicial de las seis anteriores (la investigación de qué diablos sucedía) por una cuarentena en el colegio con todos los ‘malos’ dentro del mismo y con todo el misterio por los suelos, a excepción de la aún brillantez de alguna escena que recordaba los primeros días del Laguna Negra. Es un ejemplo bastante claro (entre muchas otras series, claro) del alargamiento innecesario de una ficción.

En definitiva, hay veces que se pone un mayor esfuerzo a perpetuar una serie que un día fue buena y funcionó aún cuándo se le han acabado todos los recursos de calidad para ofrecer. Parece que haya una cierta actitud reacia a darle un buen final a una serie en el momento idóneo, y no después de que ‘legiones’ de fans te lo pidan para que lo que un día fue (o sigue siendo) ‘su serie’ no acabe maltratada. Y es que, ¿cuál es el límite a decir basta a una renovación más?