el hombre del norte
Fotograma de 'El hombre del norte' (2022) de Robert Eggers

‘El hombre del norte’, crueldad shakespeariana

Título original: The Northman

Año: 2022

País: Estados Unidos

Dirección: Robert Eggers

Guion: Robert Eggers, Sjón Sigurdsson

Fotografía: Jarin Blaschke

Reparto: Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Willem Dafoe, Ethan Hawke, Björk

Música: Robin Carolan, Sebastian Gainsborough

Productora: Regency Television, Focus Features

Género: Aventura, drama, cine épico

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Lo nuevo de Robert Eggers (La bruja, El faro) tiene más de nuevo párrafo que de punto y seguido. Lo contenido se transforma ahora en insurrecto, lo poético se rebela a través de la epopeya, el inmovilismo de lo mental (del lugar que contiene todos los lugar) se sustituye por el nomadismo propio de la odisea (del hombre que contiene todos los lugares). La mudanza de uno de los nombres más relevantes del cine de género contemporáneo al blockbuster épico no supone sólo un cambio en el paradigma narrativo, sino también en todo el engranaje autoral que Eggers parecía haber estado diseñando minuciosamente. Es de admirar que, tras haber ultimado en El faro aquellos códigos de género que puso sobre la mesa en La brujael cineasta haya decidido abrir un paréntesis en su filmografía a una propuesta tan expansiva como alejada de lo que podría haber sido una triología de terror indiscutible.

El hombre del norte es un viaje rotundamente cruel y visceral que rima con Mandy de Panos Cosmatos en cuanto a la presentación de una venganza que sólo puede purificar a través del baño hiperbólico de sangre. Lo shakespeariano (o mejor dicho lo pre-shakespeariano) se presenta como lo que es y lo que siempre supo ser, un mecanismo del poder sinsentido donde lo reprimido se sintomatiza en la destrucción del cuerpo del otro (“cuando un rey muere no muere solo, sino que, cual remolino arrastra cuanto le rodea», dice el joven Hamlet). El pasado traumático anula el futuro y es ahí, en la condena presente, donde sólo cabe lo autodestructivo.

Eggers coreografia con gusto esa venganza desenfrenada, donde la moral no es más que aquello ya perdido. De hecho es de admirar como muchas de estas escenas de acción, antitéticas a esa esencia más contemplativa y vaporosa de sus anteriores propuestas, consiguen mantener trazas claramente identificables de las mismas, sazonando siempre la épica vikinga con un cierto aroma onírico e incluso alucinógeno (esto último quizás menos de lo que apetecería después de ese pesadillesco inicio). El plano secuencia deja de concebirse como una herramienta entregada a lo milimétrico para responder a una lógica más vinculada al lenguaje del videojuego (imposible no pensar en el último God of War), pero siempre desde una estética lugubre, fantasmagórica y eterea impensable en el medio interactivo mainstream.

el hombre del norte
Fotograma de ‘El hombre del norte’ (2022) de Robert Eggers

La construcción de una mitología propia se intuye más que se reivindica, pues parece no poder seguir el ritmo de una estructura narrativa shakespeariana que avanza con la precisión de un reloj suizo. Al igual que cualquier obra de William Shakespeare, el texto se antepone a un fondo que, haciendo honor a su naturaleza teatral, queda más a la imaginación del lector. En lo último de Eggers, sin embargo, esta carencia pesa algo más de lo que gustaría. Sea porque la historia resulta conocida a cualquier espectador mínimamente conocedor de Hamlet (o de El rey león) o porque La bruja y El faro basaban su esencia en la reivindicación de un más que estimulante folklore apócrifo, los encuentros con los elementos mitológicos en El hombre del norte brillan tanto por su excelencia como por su escasez.

Aún así, lo nuevo de Eggers es, por supuesto, un evento a celebrar. Su propuesta supone, al igual que el reestreno el año pasado de Valhalla Rising de Nicolas Winding Refn, un resurgir del blockbuster de acción en su faceta más insaciable y carente de empatía. La banda sonora de Robin Carolan y Sebastian Gainsborough potencia ese aura incorporeo de un relato que aspira a una imagen mística de la misma forma en la que los gigantes de The Green Knight señalaban lo insignificante del hombre frente al arquetipo que habita. Puede que El hombre del norte no apunte al clásico instantaneo de la misma forma en la que un servidor considera que lo hacia El faro. Pero lo último que debemos hacer es mezcla churras con merinas. Al fin y al cabo pocos podrán discutir la capacidad de Eggers por regalar al público el espectaculo de lo incómodo, ya sea en forma de terror solipsista o de masacre vengativa.

Lo mejor: La versatilidad con la que el indiferenciable trazo de Eggers se adapta a la imagen epopéyica

Lo peor: La mitología alucinógena en la que se apoya el relato se intuye y se añora

Nota: 7/10