Título original: Guillermo del Toro’s Pinocchio
Año: 2022
Duración: 117 minutos
Directores: Guillermo del Toro, Mark Gustafson
Guion: Guillermo del Toro, Patrick McHale
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Frank Passingham
Reparto: Gregory Mann, Ewan McGregor, Finn Wolfhard, Ron Perlman, Cate Blanchett, Tilda Swinton, David Bradley, Christoph Waltz
Compañías: Jim Henson Company, Netflix, Necropia Entertainment, ShadowMachine Films, Pathé, Double Dare You, Netflix Animation
Género : Animación, fantástica, drama
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Guillermo del Toro se nos ha hecho mayor. El rey del fantástico en el siglo XXI, ganador del Oscar por La forma del agua (2017) -con todo lo que eso conlleva para una película del género-, ha visto como se le apetecen tratar temas más tiernos y que dan esperanza en el ser humano. No por ello ha renunciado a sus géneros predilectos -ahí tenemos la antología de relatos macabros de El El gabinete de las curiosidades (2022)-, pero lo compatibiliza.
Al igual que en su oscarizado filme, nos presenta unos personajes con unos códigos morales bastante dañinos con los demás y con ellos mismos: fascistas, alcohólicos, avariciosos, explotadores, belicistas. Sin embargo, la presencia de un elemento de inocencia es el que cambia a los demás por su innata bondad, haciendo un alarde roussoniano. En La forma del agua es el propio personaje de Sally Hawkins y, en esta, Pinocho.
Es obvio que el espectador se puede acercar con escepticismo a la nueva película del realizador mexicano para Netflix. El clásico de Disney ha marcado a muchas generaciones de niños y las nuevas adaptaciones y remakes -de Garrone o Zemeckis– no han conseguido trascender. Puede que la de Del Toro sea la más cercana en cuanto a calidad y originalidad por el riesgo que corre.
Se apuesta por el stop-motion. De hecho, más bien hace un alarde de técnica artesana, muy cercano a El fantástico Mr. Fox (Anderson, 2009) como es obvio, ya que el codirector trabajó en el equipo de animación de esta. La creación de los personajes los hace una firme representación de su forma de ser, por lo que tan solo con ver sus rasgos, podemos vislumbrar su naturaleza. Aparte, este Pinocho es entrañable, con un trabajo de doblaje impresionante de Gregory Man -al menos en versión original-. Por no mencionar que desde aquí es donde se crea gran parte de la fantasía de la cinta, redefiniendo al hada madrina que le da vida e, incluso, introduciendo a la encarnación de la Muerte, con claras referencias mitológicas.
Otro riesgo que corre es al intentar entender a las nuevas audiencias jóvenes, hiperexpuestas a la crudeza de una realidad que han naturalizado más que en 1940, cuando se estrenó la mítica de Disney. Como menciono con anterioridad, los personajes son bastante malos en general, también en la original, pero se incide más al enfrentarse a la inocencia de Pinocho, que puede pecar justo de esto en ocasiones. De hecho, casi todos los personajes salen más recalcados en esta que en la clásica. Por ejemplo, Pepito Grillo -en verdad se llama Sebastian– siempre fue un poco desastre, pero en esta mucho más, lo que le hace más divertido.
De todos modos, le sirve para componer un relato con un mensaje mucho más fuerte sobre la bondad, sobre las expectativas impuestas por la sociedad y la familia, sobre la rebelión contra estas cuando son injustas e inhumanas. Además, llegando fácilmente al corazón del espectador para emocionarlo. Así se intenta acercar más al cuento de Carlo Collodi, pero sin ser tan extremo -en este la inocencia de Pinocho lo hace no distinguir el bien del mal, con todas sus consecuencias-.
Sin embargo, Del Toro fracasa cuando intenta jugar con las armas de 1940, en concreto con la parte musical. Pasados los días de verla, no te acuerdas de ninguna de las canciones y casi ni logras localizarlas dentro de la película. El problema radica en no saber intercalarlas bien y en la pobre trascendencia de ellas en una historia que no las necesita. Sin embargo, la banda sonora sí logra fluir y acompañar a lo que estamos viendo en pantalla.
Finalmente, esta aproximación al relato de Collodi es mucho más cercano que el de Disney, tiene un mensaje fuerte y puede gozar de mucha relevancia cultural para las nuevas generaciones, pero, sin duda, le hace falta «un silbidito«.
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Nota: 7/10
Lo mejor: su mensaje y la facilidad que tiene para emocionar
Lo peor: el apartado musical