Título original: La La Land.
Año: 2016.
Duración: 127 min.
País: Estados Unidos.
Director: Damien Chazelle.
Guión: Damien Chazelle.
Música: Justin Hurwitz.
Fotografía: Linus Sandgren.
Reparto: Emma Stone, Ryan Gosling, John Legend, Rosemarie De Witt, J.K. Simmons, Finn Wittrock, Sonoya Mizuno, Jessica Rothe, Jason Fuchs, Callie Hernandez, Trevor Lissauer, Phillip E. Walker, Hemky Madera, Kaye L. Morris.
Productora: Summit Entertainment / Gilbert Films / Impostor Pictures / Marc Platt Productions.
Género: Musical.
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Se estrenó en la pasada edición del Festival de Venecia y se llevó a casa el, a mi parecer, merecidísimo galardón a mejor actriz para su protagonista: Emma Stone. Ganó los siete Globos de Oro a los que estaba nominada, se ha llevado ocho Critics Choice Awards, está nominada a otra larga lista de galardones y pocos son los que dudan que arrasará en la ceremonia final de la temporada de premios. Sí, parece que La La Land o La ciudad de las estrellas, como se la ha titulado en España, arrasará en los Óscar. Perdido el miedo al musical, Hollywood se rinde ante Damien Chazelle, que ya destacó con Whiplash (2014).
La rendición casi incondicional de la crítica especializada, pero, sobre todo, el revuelo y las altas expectativas que ha levantado La La Land han generado un flujo incesante de críticas, reseñas, reportajes, entrevistas y especiales de todo tipo; nadie quiere quedarse sin hablar de la película del año. Por tanto, cuando me he decidido a afrontar esta crítica, me he dado cuenta de que es poco probable que vaya a decir algo que no se haya dicho ya. Sin embargo, después de haber leído y escuchado por todos los canales posibles comentarios sobre el musical, no puedo dejar de apostillar.
Sí, sé que una crítica no debería fijarse en los comentarios anteriores y que debería analizar el filme con la menor injerencia de opiniones de terceros, pero con el fenómeno La La Land sería imposible a no ser que te conviertas en ermitaña durante unos meses. Y, sinceramente, antes de entrar en materia con el contenido de la película, lo peor de La ciudad de las estrellas, ha sido precisamente ese interés desmedido y poco natural. Y me explico. Hace meses que sabía de la producción de un musical dirigido por Chazelle, el director de aquella película que tanto me había sorprendido allá por 2014: Whiplash. Además la protagonista era Stone, eso era un aliciente (no, no soy especialmente admiradora de Ryan Gosling). No obstante, me olvidé de La La Land hasta que hace un par de meses empecé a ser bombardeada por todos los flancos; era imposible escapar a tal campaña de marketing. Aclaro que no soy de esas personas que desprecia a un producto cultural porque éste atraiga al gran público. Sin embargo, creo que tanta publicidad puede llegar a ser contraproducente y, además, me hace pensar que los productores no estaban del todo seguros en cuanto al éxito de la película y eso me puso la mosca detrás de la oreja. En definitiva, me hizo pensar que en La La Land había gato encerrado.
No lo había, no os preocupéis. Es una muy buena película: buen guion, buenas interpretaciones, buena banda sonora. Bueno, quizás calificar a la banda sonora como buena es quedarse corta. La música de Justin Hurwitz atrapa al espectador y lo guía a lo largo de la narración. A modo de leitmotiv, las notas de la composición de Hurwitz también marcan la división entre el tono mágico de musical clásico y el tono más realista. Y hasta aquí puedo leer, pero tenía que hablar de «las dos películas» dentro de La La Land de las que tanto se ha hablado y que tan criticado ha sido por expertos y por el público general. «Pierde el ritmo y se convierte en una película mediocre a partir del tercer cuarto», he podido leer en más de una crítica. Solo diré que precisamente esa es la esencia de la película y son precisamente estos contrastes los que le dan coherencia a la historia de Mia (Stone) y Seb (Gosling). Porque La La Land es un cuento elegante, colorido y evocador de los musicales clásicos, es un cuento para los corazones que sueñan; pero también es un reflejo para los corazones que sufren en el transcurso de la consecución de sus sueños.
Y eso es lo que una oscarizable Emma Stone nos canta con The fools who dream en un primerísimo primer plano en el que la actriz atrapa el corazón del espectador y lo retuerce simplemente con su hilo de voz y su expresividad facial. Este momento y no otro es para mí el resumen de lo que significa La La Land. El problema, como ya he comentado antes, es la campaña de marketing y el revuelo creado alrededor de una película homenaje a los musicales clásicos. Que sí, que homenajea, calcando incluso planos y escenas, a las películas clásicas del género, pero no es una actualización de las mismas. ¿El problema? Sí que se ha vendido como el renacimiento del musical clásico. Y es por esto que sigo pensando que lo peor de La La Land han sido las enormes expectativas creadas en torno a ella.
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Lo mejor: El solo de Emma Stone en primerísimo primer plano entonando The fools who dream.
Lo peor: La agresiva campaña de marketing que ha generado una histeria colectiva en torno a un producto cinematográfico que no necesitaba ser vendido de una forma tan descarada para atraer al público.
Nota: 8’5/10